Serendipity [ YoonMin ]

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Ya no quedaba mucho más que hacer, Min Yoongi estaba realmente cansado. La presión social, las continuas palabras filosas, las miradas de decepción, todo eso calaba en su alma llevándolo al borde del abismo, o más bien, al borde de la azotea del edificio donde reside actualmente. Quince pisos serían suficientes para acabar con el dolor en su pecho, ¿verdad?

El de cabellos verdes contempló la majestuosidad de la ciudad bajo el ala de noche, el murmullo de los transeúntes y el embotellamiento era casi inaudible para él, después de todo lo único que era capaz de reproducir una y otra vez eran esos horrendos adjetivos. "Marica, inútil, vago". Eso una y otra vez. Ya no quería seguir. No más.

Sus ojos le picaban pero se negó a parpadear, dejando que las lágrimas bañen sus mejillas extendió ambos brazos, sintiendo como la fría brisa lo rodeaba. Sólo quería un último abrazo.

—¡No, por favor!—

Aquella dulce voz lo sacó de su ensimismamiento, seguido por el sonido de algo impactando con el suelo de la azotea. Su camiseta fue jalada en la dirección opuesta a lo que esperaba y un nuevo golpe resonó en el lugar. Se encontraba sobre el menudo cuerpo de alguien.

—A-Ah... — Se quejó el chico, para que Yoongi se apartara quedando sentado junto a él. –Menos mal... — El desconocido de cabellos anaranjados se sentó en el acto, ignorando la molestia en su espalda y el agua que se había derramado de la regadera que soltó para socorrer al contrario. Sin pensarlo dos veces lo abrazó y atrajo su frío cuerpo hacia su pecho.

—Yo... Tú... No tenías... —El de cabellos verdes estaba sin palabras, su garganta se secó y tan sólo podía sentir la humedad en sus mejillas. Ese chico lo había salvado. Ese chico cumplía su deseo de ser abrazado. Ese hermoso chico pensó que su existencia valía algo.

—No te conozco...pero ya no estás solo. – Una oración cortada por el nerviosismo, sin embargo, había funcionado casi como un hechizo, curando el roto corazón del peliverde que sólo dejó escapar todo su dolor en un grito ensordecedor y un mar de lágrimas que le empaparon la camiseta.

¿Ya no quedaba mucho por hacer? No, quedaba todo por hacer para poder mantener la felicidad que acaba de encontrar.

—Yoongi. Min Yoongi. – Dijo en un hilo de voz con las pocas energías que le quedaban. Incapaz de moverse, temiendo que aquel místico ser se desvaneciera entre sus dedos. –Ése es el nombre de la persona que ya no podrás dejar solo. –

Un ser etéreo, una musa, no sabía cómo nombrarlo, pues una risilla se escapó de los gruesos labios del pelinaranja y con eso bastó para que mil tonadas cruzaran su cabeza junto a un centenar de letras que acompañaran aquellas armonías.

—En ese caso...—Temeroso, el desconocido se apartó con ligereza sólo para poder ver el rostro contrario. – Un gusto Yoongi, yo soy Park Jimin, el que no volverá a dejarte solo. —

El destino estaba escrito de una forma extraña, la corriente del universo arrastró a un par de jóvenes que necesitaban ser salvados, nada de eso había sido una coincidencia.


...


El sol de mediodía quemaba con malicia, no obstante, la pareja no se retiraría de la azotea todavía, era necesario que terminasen de regar todos y cada uno de los maceteros que se encontraban ahí, dando un trato especial a sus hermosos girasoles.

—¡Mierda!—El peli menta retrocedió un paso llevando su dedo herido hasta su boca para lamer la herida, detestaba tanto esos jodidos rosales.

—¿Otra vez te pinchaste, Yoongi-hyung?—Dejando la regadera en el suelo, Jimin se acercó hacia su novio sacando una curita del bolsillo de su pantalón. – Dame tu dedo, hyung. – Sus labios curvados en una perfecta sonrisa fueron suficiente para que el mayor hiciera caso, dejándose cuidar.

—Gracias Jimin.—

—No es nada hyung. – Respondió el de cabello anaranjado para robarle un corto beso. –Te conozco lo suficiente como para saber que las rosas no son lo tuyo. –

La risilla del menor fue contagiosa para que Min negara un par de veces, llevando sus manos a la cintura ajena y apegar sus cuerpos eliminando cualquier centímetro de distancia.

—No sólo por eso, Jimin. – Pronunció con calma para lentamente rodearlo en un abrazo repleto de amor. –Gracias por ser mi ángel, por salvarme. –

Los castaños orbes del pelinaranja se humedecieron recordando aquella noche, hace siete meses. Sus manos viajaron hacia la ancha espalda de Min, tomándola y arrugando su ropa para esconder su rostro en el cuello ajeno.

—N-No...tú me salvaste ese día. –

Porque el corazón de Yoongi no era el único que estaba quebrado en ese entonces. El cuerpo de Park estaba repleto de constelaciones provocadas por el iracundo de su jefe y su borracho padre, el único respiro que poseía era cuidar de las plantas en la azotea durante las noches, una en especial; un macetero escondido con Adelfa. Aquella se suponía que sería la noche en que retiraría las flores para despedirse de la angustia, sin embargo, sólo bastó una pequeña mirada hacia el chico de pie en la orilla para que su alma estuviese en paz. Ya no quería morir, ahora sólo quería luchar.

—Tenía tanto miedo, Yoongi. – Pronunció en un hilo de voz.

—Lo sé...yo también lo tenía. –

El reflejo de su sufrimiento hizo que ambos fueran la medicina del otro, una mirada y un toque no fue suficiente, un sentimiento adictivo nació dentro de ellos bajo la brillante luna siendo acariciados por el viento.

—Yoongi. – Apartándose sólo un poco, el más bajo retiró sus manos para posarlas sobre las mejillas del pálido chico. – Déjame seguir amándote. –

El choque necesitado de sus labios fue la respuesta. Ahora, bajo el calor del verano, después de haber liberado sus pesares podían verse, podían amarse con tanta fuerza que el universo se pondría celoso. Pues sí, es destino es complicado y muchas veces injusto, empero en algunas circunstancias es benevolente y sabio.

Porque desde siempre estuvo escrito que esa noche sin nubes ambos chicos desconsolados subieran a la azotea de aquel viejo edificio en el cual vivían, compartiendo un abrazo sin conocerse, estableciendo una promesa silenciosa, convirtiéndose en el mundo del otro; en su fuerza para seguir adelante. Porque sólo eso bastó para que Yoongi al día siguiente cortara los lazos con las personas que le dañaron y de paso dejara la universidad para seguir su sueño de convertirse en compositor, y a su vez sólo eso bastó para que Jimin renunciara a su trabajo y se mudara con Min hasta que encontró uno mucho mejor en una floristería. En sólo unas horas su mundo se transformó, ahora sólo había alegría.

Que dos desconocidos se rescataran y se enamoraran perdidamente, definitivamente nada de eso era una coincidencia.

MATE [VMin / YoonMin / KookMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora