Capítulo 21 - Namsan

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Como yo predije, mi hermana ni se movió a la mañana. Me puse ropa cómoda, tal como Yuta me pidió. Había visto que iba a hacer buen tiempo, por lo que solo llevaba una chaqueta. Para ir algo más arreglada sí que me puse algo de maquillaje, algo que no solía hacer porque luego me daba pereza quitármelo. Me levanté a las ocho para estar lista a tiempo.

Iba a venir a recogerme, así que le pedí que me enviase un mensaje cuando llegara para no despertar a mi madre con el timbre. Me saludó con su característica sonrisa y agarró mi mano para llevarme a una parada de transporte público. Le pedí que me dijese a dónde íbamos y qué llevaba en su mochila, pero no me quiso decir nada. Sin embargo, una vez estábamos viajando, finalmente desveló:

—Vamos a Namsan. —Abrí mis ojos como platos y salté en mi asiento, causando una pequeña risa de su parte.

—¿De verdad? —pregunté emocionada. La última vez que fui fue cuando era pequeña, mis padres nos llevaron a Hana y a mí a la Torre de Seúl cuando yo tenía ocho años. Era increíble el tiempo que había pasado; no había tenido tiempo libre o ni si quiera había pensado en volver a ir. Él asintió sin borrar su sonrisa. Aunque en esos momentos no sabía quién tenía una sonrisa más grande—. Eso es genial, Yuta.

—Me alegra que te guste la idea —se rió levantándose. Teníamos que bajar en la siguiente parada.

—¿Por qué Namsan?

—Llevaba unos días pensando en invitarte a una cita —explicó mientras caminábamos entre más personas. A pesar de ser temprano, el número de personas no era tan bajo—. En las clases que te doy me he dado cuenta de lo que te gusta el arte y la historia, a pesar de que odies al profesor de esa asignatura. Así que pensé en llevarte a un lugar que te gustase mucho... Pero luego me enteré de que te gustaba caminar y la naturaleza. Y me siento ofendido porque no me lo dijiste, sabiendo que también me gusta a mí —bromeó y me reí. Tenía razón, no se lo había dicho antes, ni cuando él me hizo saber que también le gustaba—. Por lo que... ¡ta-da! Nada mejor que algo que nos guste a los dos. Daremos una vuelta, subiremos sin prisa a la Torre y comeremos allí.

—Así madrugo todo lo que quieras —bromeé agarrándole de la mano. Se rió mientras entrelazaba nuestros dedos.

Anduvimos sin prisa, disfrutando del buen tiempo y hablando de todo. En aquellas horas aprendí de Yuta bastante más. Normalmente no hablábamos tanto en clase sobre nuestros gustos, con los demás sólo jugábamos al fútbol y nos reíamos de tonterías, y en las clases de japonés nos centrábamos en mis avances o en la cultura japonesa. En aquel momento me contó algo sobre su vida cotidiana en Japón, cómo se comunicaba cuando llegó a Corea del Sur y la de veces que se había recorrido la ciudad. Y no me extrañaba, porque si fuese una extranjera también visitaría todo lo posible. Le hice saber que yo era una persona que se orientaba bastante bien.

En aquellas horas me sentí extremadamente feliz. Había tenido citas antes, pero habían sido las mismas aburridas de quedar en un lugar para hablar de lo primero que se nos pasase por la cabeza con el fin de no quedarse en silencio. Con Ten había sido algo más divertido, pero ninguna podía ser comparada con la de Yuta. Me sentía cómoda con él; me reía con la mayoría de sus ocurrencias y estuve entretenida en todo momento. Yuta quiso pagar por todo, y estaba segura de que yo me veía como una niña pequeña de lo emocionada que estaba por ir a la Torre, como si fuese la primera vez. Posteriormente volvimos a bajar en el teleférico.

—Tenía otra gran idea para una cita y sé que te habría encantado, pero la dejaré para más adelante —informó.

—Eres mala persona —me quejé con una sonrisa al ver sus intenciones.

—¿Yo? —preguntó señalándose a sí mismo—. ¿Por qué?

—Porque me dices eso sabiendo que después no me vas a decir qué idea es.

Sharp Edges | Nakamoto YutaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora