Capítulo 33 - Sentimientos retenidos

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Todos se levantaron de la mesa con la intención de regresar a sus habitaciones, excepto yo.

—¿De verdad me vas a dejar solo con ellos? —se quejó Kun con un tono bromista al ver que no me movía.

—Lo siento —me encogí de hombros y sonreí inocentemente.

—Levántate, vamos a por un helado —ordenó Yuta agarrando mi brazo.

—Pero si ahora vais todos a arreglaros... —repliqué mientras lo obedecía.

—Hoy me quedo contigo. Tampoco tengo ganas de salir esta noche.

—Si es para que no me quede sola, puedes ir perfectamente. Estaré leyendo —le recordé.

—¿Me has escuchado? Quiero quedarme contigo.

Algo confundida por su cambio de plan repentino, asentí con la cabeza. Él, al ver que yo no iba a objetar más, deslizó su mano por mi brazo hasta quedarse en mi muñeca. Nos despedimos de los demás y nos encaminamos por otro lado para salir del hotel. Entonces su mano llegó a la mía.

Caminamos sin prisa alguna hasta ver un supermercado que se encontraba abierto. Lo recorrimos un poco hasta llegar a los congelados, a pesar de que no teníamos planeado comprar nada más. Tras pagar y salir, abrimos la caja con los helados y sacamos dos. Anduvimos mientras comíamos en silencio por un paseo junto a la playa que pasaba por los alrededores del hotel.

No me molestaba el silencio que había entre nosotros, y tampoco sentía que debía sacar un tema de conversación. Su compañía me bastaba.

Sin embargo, cuando estaba por terminarme el helado, Yuta habló:

—¿Has ido al médico?

—¿Qué quieres decir?

—Por los mareos —aclaró. Fruncí levemente el ceño y negué rápidamente con la cabeza.

—No es necesario.

—¿Y si lo es?

Lo miré en silencio, tratando de buscar un comentario bromista para quitarle importancia al asunto. Pestañeé un par de veces antes de aclarar:

—No estoy embarazada ni nada por el estilo.

—No es eso —sonrió, pero rápidamente se hizo el serio—. Si fuese así, más vale que corra el que fue porque lo dejaré sin más herencia.

Me reí y volví a la tarea de comer mi helado.

—Pero ahora hablo en serio. Me preocupa que algún día te de un mareo grave en la calle o algo por el estilo y te caigas. —Terminó su helado y pasó el dorso de su dedo por la punta de mi nariz de manera rápida.

—No te preocupes, debe ser por el calor o por no beber suficiente agua cuando estoy en clases.

No quería darle mucha importancia. Los mareos no eran constantes, simplemente ocurrían cuando tenía muchos exámenes. Debían ser por el estrés.

Escuché a Yuta suspirar, dispuesto a no insistir más. Se levantó para tirar el plástico del helado a una basura junto al banco. Al volver, se acuclilló delante de mí y apoyó sus brazos en mis piernas para mantener el equilibrio.

—Prométeme que si te mareas estos días, o si los mareos se vuelven más frecuentes o más fuertes, me lo vas a decir. Y si ocurren en clase o en tu casa, también.

Asentí con la cabeza rápidamente.

—Te lo diré. Pero desde la última semana de exámenes no he tenido más —le hice saber. Él asintió con la cabeza y se levantó antes de inclinarse un poco hacia mí para dejar un beso en mi frente. Cuando se iba a alejar, lo agarré de su camiseta y lo atraje a mí para dejarle un casto beso en los labios antes de dejarlo ir y decir—: Gracias.

Sharp Edges | Nakamoto YutaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora