I

83 0 0
                                    

Hoy han sido seis. La piel de la parte derecha de la cara está a punto de desgarrárseme ensangrentada, pero la contengo calmándomelo con un poco de hielo. Corro rápido hacia la habitación de invitados, intentando escapar de esta rutina diaria que está acabando conmigo y prácticamente con mi integridad física.

Entro y me encierro hasta que tengo algo de hambre y decido escaparme sigilosamente hasta la nevera para arramblar algo que calme mi apetito. Sólo hay acelgas. Me conciencio de que es la única manera de calmar a esta fiera que tengo por estómago y las engullo como si fuera una muerta de hambre.

Últimamente siempre llega borracho, pasado de tono y con ganas de más y más fiesta, pero un fiesta que a mí cada vez me sienta peor. Sé que el trabajo le atiborra a nervios y a problemas que resolver y que su jefe no le da muchas opciones ni muy buenas remuneraciones. Al llegar a casa siempre me llama para avisarme de su presencia y premiarme con uno o varios guantazos. Siempre hago algo que no debería haber hecho.

Después de tantos años, he asumido que esa es su manera de mostrarme su cariño ya que es difícil que exteriorice sus sentimientos, es demasiado reservado. He aprendido a conformarme con lo que tengo y, sobre todo, a no quejarme. Aunque, para ser sincera, mi concepción sobre sus golpes está empezando a cambiar, pero, a pesar de este amago de cambio de concepciones, sé que en realidad lo hace, como muchos otros hombres, sólo para satisfacer su masculinidad y su ansia de poder y superioridad.

Sé que tiene que despertarse a las siete para ir a trabajar y que ya estará soñando, así que me hago la despistada mientras yo intento hacerlo en el sofá y me pongo el despertador a las seis. Tendré que prepararle el desayuno e irme a hacer la compra para tener algo para comer a mediodía.

Actuar con normalidad después de sus fustigadas ha sido lo que mejor se me ha dado desde el principio. Hacer como que nada ha pasado, cuando en realidad mi mente no para de darle vueltas a lo que ha sucedido. Aprendí a calmarme inundándome y ahogándome en lágrimas sin que me viera para no darle motivos para más duras caricias.

Me despierto y todavía me duele la cara. Voy al lavabo en silencio y, efectivamente, la parte derecha de mi rostro sigue colorada. Parece que su amor va a quedarse plasmado en mí hasta la noche o puede que mañana.

Sé que si mi padre siguiese vivo no entendería nada de esto, estaría deseando mi divorcio, que lo denunciara, pero mi corazón no me deja. Aunque bueno, supongo que delante de él no sería así, ninguno de los dos, supongo, se lo diría y seguiríamos aparentando la feliz pareja que solíamos y siempre creí ser. Bueno, la feliz pareja que un día llegamos a ser. Sé que me quiere y esa es su peculiar manera de demostrármelo.

Vuelvo a la cocina y, de camino, recuerdo que Gloria había insistido en que nos viésemos hoy miércoles. Parece que tiene algo muy importante que contarme.

Me pongo con el desayuno y dejo la llamada a mi mejor amiga para más tarde. Miro el reloj, que marca las 06:55, y decido hacerme la dormida en el sofá y verlo desayunar desde ahí, analizar su masculinidad, contemplar su atractivo y enorgullecerme de este peculiar y duradero matrimonio.

Estoy a punto de dormirme cuando noto la proximidad de sus labios a mi frente e intento no sobresaltarme para sentir ese beso que hacía tanto que no me daba. "Duerme pequeña" resuena en mi cabeza hasta que consigo profundizar mi dormida y dejarme llevar por el fantástico mundo de los sueños.

Me despierto sobresaltada, aunque mi dolor facial persiste, intuyendo que seguramente he alargado el sueño más de lo que debería. Me levanto corriendo, me visto y planto enfrente del espejo sin saber si mirarme o no.

Decido hacerlo y compruebo cómo aquello está oscureciéndose. Me maquillo lo máximo y mejor posible para que aquella creciente mancha no salga a la luz.

No darse por vencida.Where stories live. Discover now