Cotidiano.

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Mi alarma suena a las siete en punto, tomo el celular de la mesita de noche y lo lanzo lo más lejos posible de mi vista, pero por desgracia la alarma no deja de sonar. Me levanto de mi cómoda y amada cama bruscamente, me dirijo al baño, aún dormida, no me doy cuenta que la puerta aún está cerrada y estampo mi cara en modo zombie contra esta y caigo sobre mis
nalgas. Que lindo comienzo de día.

Luego de una ducha rápida, salgo a mi habitación me pongo unos pantalones anchos de color negro con puño abajo, una camiseta de Biggie Small color rojo y mis típicas zapatillas Nike. Mamá odia mi forma de vestir (como la mayoría en mi escuela) me gusta el hip hop y por lo tanto también me gusta su estilo a la hora de vestirme.

Bajo rápidamente las escaleras entró a la cocina, sacó una manzana y gritó un "chao Mamá". Me voy a tomar el bus para ir a la escuela, siempre con audífonos puestos y me siento en la banca a esperar. Veo una silueta parada frente a mi, retiro los audífonos de mis oídos y levanto la mirada. ¡Madre mía! es un chico alto, moreno, ojos color cafe oscuro, pelo rizado y desordenado y con un estilo de skater que me vuelve loca. Intenta no babear Astrid, concéntrate, me digo a mi misma mentalmente.
-Ehhh... Hola?. Digo con un intento de cara despreocupada. Claro que me muero de nervios en el interior.
-Hola, me llamo Ignacio, pero me dicen Mundës. Dice extendiéndome su mano.
- Astrid. Digo golpeando su palma y luego un choque de puños.
Me mira con una sonrisa de costado.
- Vas en la escuela Arte siamo tutti?
- si, el maldito autobús se demora más que pez en volar. Digo con una cara de desagrado. El no dice nada y solo se siente a mi lado. Después de unos veinte minutos llega el estúpido autobús, como siempre Astrid Varas se dirige a los últimos asientos. Tiro mi mochila al suelo y apoyo mis pies en el marco de la ventana, me recuesto un poco y me coloco mis audífonos.
Al llegar a la escuela me voy directo a la clase de literatura, amo esta clase, me encanta hablar sobre escritores o debatir sobre temas de libros. El profe Arturo es alto y delgado, la verdad se parece mucho al señor Crocker de los padrinos mágicos, solo que el profe Arturo es un amor de persona.
La clase pasa rápido y ya es tiempo del primer recreo.
Me dirijo al patio de la escuela y llego al sector de los murales donde están mis amigos, la mayoría son graffiteros, al igual que yo. Al ser una escuela artística nos dan los espacios necesarios para poder desarrollar nuestro arte dentro del establecimiento, por eso, amo mi escuela.
  - ¿Que hay? Digo acercándome a Plets (Cristian es su nombre real) uno de mis mejores amigos.
  - ¿Que cuentas As? Dice chocando mi puño. Saludo al resto de mis amigos, tomo una brocha y termino de pintar una de las letras que quedaba en blanco.
  -Hey As, ¿ya conociste al chico nuevo? Pregunta Connie, también una de mis mejores amigas.
   - Eh... si, es bastante guapo. Me rasco la nuca con nerviosismo.
   - Wow, señorita "No me interesa el resto" por fin se fijó en alguien. Dice el maldito de Plets con una sonrisa burlona.
   - No digas estupideces, el se acercó a mi en el paradero para esperar el bus, no podía ignorarlo si lo tenía parado frente a mí obstaculizando mi vista. Hablo con una fingida voz de disgusto. Mis amigos solo me miran y siguen en lo suyo.
No he visto al tal Mundë desde la parada de buses, la verdad es que quede bastante intrigada con su apodo, pero no podía llegar y preguntar sin ni si quiera conocernos, quizás es un tema delicado para él o quien sabe.
Suena la campana que indica que debemos volver al segundo bloque de clases, para mi mala suerte ahora me toca Matemáticas, la peor materia del mundo. Entro a la sala y como ya es de costumbre mi camino es directo a los asientos del fondo, intento acomodarme de la mejor forma para empezar una dulce siesta, cuando algo impacta mi cabeza. Levanto la mirada y hay un papel sobre mi mesa hecho una bola, lo abro y hay una nota:
     "Hola, que bueno que al   menos en esta sala hay una cara conocida. Mundë".
Dirijo mi vista al pasillo y ahí está con cara de "eres mi salvación" mirándome atentamente. Yo solo ruedo los ojos, hago el papel bolita, me vuelvo a acomodar para mi siesta y caigo profundamente en los brazos del sueño, pero un desagradable sonido en la mesa me despierta de golpe, levanto mi vista con cara de pocos amigos y encuentro a la Señora Loreto observándome como si fuese la mismísima Troncha Toro de Matilda. Me encojo de hombros y me acomodo en la silla.
  -Una siesta no le hace mal a nadie ¿verdad? Me rasco la nuca con nerviosismo.
Troncha Toro, digo, la Señora Loreto acerca su cara a mi y dice:
   -A dirección. Mostrándome sus asquerosos dientes amarillos.
Mentalmente confirmó que realmente no es mi día. Me levanto lentamente, mientras se escuchan las risitas de todos en la sala, y camino a paso rápido a "dirección" que en esta oportunidad serán las máquinas de comida, muero por unas papas fritas.

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