La mañana comenzó con una delicada calidez en la ciudad de Cambridge, lo cual es extraño porque en ese entonces el frío invierno predominaba las tierras del Reino Unido; pero poco a poco el brillo del sol se fue disipando y siendo reemplazado por grandes nubes grisáceas que se acercaban con lentitud sobre aquella zona. Para ese entonces ya había actividad en la casa de los Styles. Una joven mujer se encontraba en la cocina preparando el desayuno para su pequeño hijo. Vestía un delantal anaranjado, tan bello como el mismo atardecer que combinaba con sus cálidas pantuflas, una holgada bata color rosado y calza de un tono más oscuro; una coleta púrpura sujeta su cabello, alisado y castaño. Al igual que su niño tenía unos bellos ojos verde esmeralda, su rostro era decorado con una hermosa sonrisa con dientes aperlados que la hacían deslumbrar.
A lo lejos sus oídos escucharon unos pasos provenientes de las escaleras. Al voltear para saber de que se trataba notó la figura de su pequeño frotándose los ojos vistiendo su colorido pijama de autos. Luego de un agudo bostezo por parte de él Anne, su madre, comenzó con un saludo.
- Buenos días Harry-se acercó y le dió un beso en su frente- ¿como estás corazón?
-Mmm.. estoy bien mami-contestó él con voz algo seca.
-Mi amor debes ir al preescolar. Ve y ponte tu uniforme para poder desayunar ¿de acuerdo?
- ¡Si mami! ¡Me cambio mi pijama!-antes de terminar la oración el pequeño ya se encontraba en el cuarto escalón subiendo al primer piso.
Alegre desde el piso de abajo la mujer se dedicó a preparar el desayuno a su precioso ángel.
Al cabo de unos minutos el niño ya lucía su bello uniforme: pantalón, camisa y suéter, junto con una pequeña corbata color verde la cual tenía escrito su nombre.
- Luces hermoso hijo-le dijo su madre al verlo de nuevo en la cocina.
Enseñando usa dientes en una sonrisa, el niño se acercó a la enorme mesa para tomar desayuno. Pasaron minutos para que terminara su última galleta para luego cepillarse los dientes y dirigirse al garage, donde su madre ya lo esperaba. Con su mochila del jardín ya puesta corrió hacia el auto que lo llevaría al preescolar. El viaje que tranquilo, demasiado como para tener a un niño de 4 años dentro. Llegando a dicho establecimiento el jovencito abrió la puerta y corrió a la entrada del lugar al ver a su maestra, no sin antes de que su mamá se despidieron de su bebé con un dulce beso en su mejilla dejando una rojiza marca de lápiz labial sobre ésta, para después dirigirse al trabajo.
Harry se acercó a su señorita para recibir un beso de ella como saludo.
- Harry, ¿qué tal estás mi niño?- dijo la mujer a su alumno. El menor sólo contestó con una encantadora sonrisa, dejando a entender que todo iba bien. Ambos entraron y buscaron su salón para reunirse con los otros pequeño de su misma edad. La joven profesora posó su mano sobre la perilla y la giró para darle así el paso al chiquillo. Una risa escapó de su boca y a toda velocidad buscó el niño a su nuevo mejor amigo: Louis. Lo halló sentado cerca del rincón jugando con un pequeño piano de juguete.
- ¡Louis!- se oyó gritar al nene para que su compañerito notara su presencia.
- ¡Hola Hal... Hazza!-le contestó el otro niño creando así un nuevo apodo para Harry.
Como fue de costumbre todos los chicos pasaron el día jugando, haciendo dibujos y cantando, disfrutando la bella edad de 4 años. El sol ya había llegado al punto más alto del cielo, implicando que ya es el mediodía y también la hora de irse. Los padres reunidos ya en la puerta de entrada del establecimiento. Junto con su maestra los jóvenes se dirigieron ordenadamente en una fila en busca de aquellos adultos. Tras haber localizado a su madre con la mirada, el niño se despidió de su docente y agitó luego su manita en dirección a su amiguito Louis, quien le sonrió haciendo que se notaran unas muy poco visibles arruguitas bajo sus azulados y llamativos ojos. Tomó la mano de su mami y ambos se encaminaron donde su automóvil para hacer el camino de regreso a su hogar.
