Ralen y yo salimos corriendo de la habitación al oír lo que había dicho Kora. Mi mágico amigo me miró apremiante, ya estábamos teniendo suficiente por hoy, solamente esperábamos que nuestro amigo estuviese bien y solo se hubiese desmayado por el cansancio; sin embargo, era demasiado pedir algo así.
Al llegar a la biblioteca, Ezra hacía vanos amagos de levantar al musculoso Tesla y recostarlo en el sofá, pero se notaba que no podía con su peso, al menos él sólo. El brujo tenía puesta una camiseta roja manchada de sangre, lo que me pareció raro y no entendí como no pude darme cuenta antes de ese detalle teniendo en cuenta el hecho de que, al menos la primera vez que le vi, no llevaba camiseta alguna, solamente su chaqueta de cuero y sus mitones negros de motero. Pensé que debía haberse puesto dicha camiseta con la posible intención de confundirla con la sangre.
No era el reguero sanguinolento lo único que nos alarmaba en gran medida. Sus ojos estaban de un color blanco lechoso muy enfermizo y daba miedo mirarle directamente, pues parecía estar agonizando allí mismo, en frente de nosotros y sin poder hacer nada para salvar su vida. Sudaba mucho, lo cual perlaba su rostro pálido con gotas de sudor frío y abundante. Ezra levantó con temor la camiseta de Tesla y todos vimos horrorizados como un terrible arañazo de dimensiones desproporcionadas le cruzaba el torso, siendo este tajo tan crítico cubierto por una espesa capa de un material gelatinoso de color púrpura que comenzaba a desprenderse de la herida, dejando que una mayor cantidad de sangre brotase de los profundos cortes que se exhibían en el exánime cuerpo de Tesla.
Tres cortes desiguales, rodeados de hinchadas y desagradables venas negras, lo que hacía que gotas de sudor se mezclasen con la sangre que manchaba ahora los sofás de la biblioteca de la mansión Albu. Ralen, cuyo rostro también comenzaba a palidecer de terror y cuyas manos convulsas sudaban nerviosas, miró a su íntimo amigo con las lágrimas a flor de piel.
-¡Tesla!-aulló desesperado y corriendo a socorrer a su íntimo compañero, ayudando al vampiro a tumbar al brujo malherido en el sofá. El pelinegro puso una mano en la frente de Tesla y la apartó de inmediato, agitándola un poco después-¡Kora! ¡Trae toallas con agua fría! Hay que bajarle la fiebre.
-¡Voy!- respondió la vampiresa, redirigiendo sus pasos hacia fuera de la sala, dando zancadas y tratando de ocultar su mueca de preocupación (no con mucho éxito).
Yo me acerqué a los chicos, quienes apuradamente despojaban al enfermo de su prenda empapada de sangre y tomé con mis dedos un poco de ese mejunje viscoso de tonos púrpura que se desprendía de nuestro amigo. Tenía una rara textura y era como si estuviese derretido. Olía a plástico y a insecticida, cosa la cual me hizo apartar el repugnante potingue de mi nariz y hacer un gesto de asco.
-¿Qué es esto?-pregunté para mí. Sin embargo, Ralen me escuchó. Miró el brebaje con curiosidad y dio un largo suspiro.
-Plasma. Cortesía de Éliri.-respondió mi amigo, quien hacía un bulto con la camiseta ensangrentada de Tesla y la dejaba en el suelo, cosa que no pareció molestar a Ezra. Eso o no se había siquiera percatado.
El vampiro salió de la sala buscando ayudar a su hermana y traer algo con lo que cortar la hemorragia que sufría el mago eléctrico.
-¡Brujo, llama a alguno de los tuyos!- ordenó Ezra desde la puerta -¡No podemos dejar que ese hombre muera y menos en mi biblioteca!
Con eso, salió corriendo, dejándome sola con un Ralen desconcertado y atemorizado. Tenía las manos manchadas de sangre y temblaban exageradamente. Sin dudarlo un solo segundo, tome su rostro entre las mías, obligándole así a mirarme directamente a los ojos. Sus orbes del color del mar brillaban nerviosos, pareciendo que un rayo incesante rodeara su pupila formando de esta manera su hermoso iris de zafiro.
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Cuento de un cazador
FantasyLusy Helsing es una niña cuya vida comienza a cambiar a los siete años, cuando un día conoce a un misterioso niño de ojos azules en el parque. Ella jamás olvida a dicho niño que se convirtió en un buen amigo, pero no es hasta los dieciocho años de e...