3. Cita

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(continuación de Flores)

Los había pillado el atardecer, juntos en el parque.

Dejar los brazos del otro fue toda una proeza cuando la noche empezó a caer.

Yugi no pudo evitar que sus ojos se humedecieran y su corazón doliera, con el miedo a perder a Yami repentinamente de vuelta, apenas pusieron un pie fuera del parque.

Yami insistió en acompañarlo, mientras limpiaba tiernamente las​ esquinas de sus ojos.

—Tengo miedo —admitió Yugi, frente a la puerta de su casa —de despertar mañana y que todo esto haya sido solo un sueño —agachó la cabeza, levemente avergonzado, mientras jugueteaba con el tallo de la violeta.

Yami tomó su mejilla y le levantó el rostro —yo también —admitió —he soñado tantas veces con volver a verte —el oji-vino acarició la mejilla sonrojada con una expresión pensativa, hasta que los ojos se le iluminaron con una idea — ¿tienes celular? Prometo escribirte apenas me despierte mañana por la mañana.

Yugi asintió encantado e intercambiaron números antes de despedirse, reticentes, con un último abrazo, por ese día.

—Descansa bien, Yugi —colocó un beso en su frente, retirando sin querer las manos del cuerpo ajeno.

—Que pases buena noche, Yami —correspondió el más bajo, sintiendo como el calor del aludido se alejaba de su cuerpo.

Metió una mano al bolsillo para sacar sus llaves; antes de cerrar la puerta, volteó a ver una vez más a Yami y le sonrió, viéndolo girar para irse.

Esa noche, fue obvio que Yugi estaba más feliz de lo usual. El pequeño tricolor contó en su casa la maravilla que había vivido en el parque aquella tarde y su abuelo insistió en que invitara a Yami a casa apenas pudiera.

Yugi estaba más que de acuerdo con eso.

Se fue a dormir con una sonrisa boba en sus labios, la violeta obsequiada en un pequeño florero, el remanente calor de Yami envolviendo su cuerpo, y una emoción enorme y cálida arrullando su corazón.

Yugi jamás había dudado de la palabra de Yami, nunca tuvo motivos para hacerlo y eso se confirmó cuando, a la mañana siguiente y fiel a su promesa, recibió un mensaje matutino del oji-vino.

Yami preguntaba cómo había pasado el resto de la noche, si había dormido bien y si había posibilidad de que salieran juntos esa tarde.

Yugi no admitiría que de sonrojó ante el pensamiento de Yami lo estaba invitando a una cita.

Accedió, y quedaron de nuevo en el parque. Ese dónde se había escrito toda su historia hasta ahora.

.

Yugi tal vez no admitiría que pasó un poco más de tiempo de lo usual frente al espejo, arreglándose para salir; ni que colocó unas gotas de loción demás por su cuello; o que preparó con esmero algunas botanas y las guardó en un bento dentro de una pequeña mochila que llevó consigo para salir.

Pero así fue, y también era real el temblor en sus manos mientras esperaba a Yami, recostado contra un muro de ladrillo en la entrada del parque.

Así como también fue real el sobresalto que se llevó cuando sintió una mano, con algo frío, tomar la suya.

—Yami.

—Hola Yugi, gracias por venir —le sonrió, parándose a su lado mientras​ dejaba en su mano aquello frío.

Yugi levantó su puño derecho con curiosidad —no tienes que agradecer —y abrió la mano, para ver lo que el otro había colocado allí.

—Quería darte algo pero, de algún modo, sentí que otra flor no era apropiado —ofreció como explicación mientras Yugi observaba, con ojos brillantes, el collar en su mano.

Las 14 Flechas de CupidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora