Raoul está un poco harto de que su profesora, la señorita Dolores (ella insiste mucho en que es señorita, y no señora, porque no está casada, a su edad, ya veis), le corrija constantemente su pronunciación en inglés. Él ha estado en Inglaterra cuatro veranos enteros, y sabe inglés. Incluso, se podría decir que sabe más que la señorita Dolores. Además, tiene un título que lo acredita, y Raoul está a punto de llevárselo mañana a clase para que lo vea. E igual ya coge toda la carpeta, y, de paso, le enseña el que tiene de francés, de alemán y de italiano. La muy estúpida. Le encantaría ver la cara que le pondría.Sin embargo, él sabe que no va a hacer eso, y no solo porque le da vergüenza, sino porque lo considerarían una falta grave, y Raoul ya tiene una. Y, bueno, la tiene por una tontería. Raoul había ido sin el uniforme completo el lunes a clase, porque a su hermano le había tocado poner la lavadora (ahora que sus padres no estaban por un viaje de negocios, durante todo el mes), y ahora su polo blanco es rosa. Y ese color es solo para niñas. Y él no es una niña. Así que había aceptado la falta grave sin rechistar, por no confesar la verdadera razón de por qué llevaba otro polo cualquiera.
—Traigan leído el libro de lectura que hayan escogido para la próxima clase, tendremos examen.
Parece que es Raoul el único que bufa, pero lo hace en bajo, porque tampoco se quería arriesgar a tener otra falta por eso también. Pero puede ver en los gestos de sus compañeros que ninguno de ellos se esperaba un examen. Ahora tendrá que leer el dichoso libro en una semana, a correr. Bueno, como siempre. De todas formas, apunta la fecha en su agenda.
—Ya pueden levantarse.
Toda la clase le hace caso, y es en ese momento que el timbre suena y Raoul parece que es el que menos ganas tiene de salir, porque a los treinta segundos, es el único que queda en la clase, con la mirada de la señorita Dolores atravesándole con detenimiento. Raoul tiene que controlar sus impulsos por llamarla estúpida. No sabe cuándo se ha vuelto tan mal hablado. Puede que sea la influencia de Álvaro, que desde que entró a la Universidad habla distinto. A veces, incluso, se atreve a decir joder o mierda, ¡delante de papá y mamá! Inaceptable.
—Señor Vázquez, dese prisa, no tengo todo el día.
Vale que la Señorita Dolores (en realidad, era a la única profesora que llamaban por su nombre, es raro) fuera su profesora, pero a ella le vendrían bien unas clases de educación, por parte de Raoul. De hecho, es el que cuida sus formas y recoge todo rápido antes de salir por el pasillo. Y correría, pero está el director vigilando los pasillos, y correr está prohibido.
Ve a Alfred al fondo, con su mochila ya a los hombros y el chándal (él ha tenido educación física hoy) manchado de barro, como siempre, vaya. Lo saluda con entusiasmo, saltando en su sitio, y puede que sea porque él no se ha dado cuenta de que el Director Núñez es el que tiene turno de los pasillos hoy. Y, de hecho, se lleva una pequeña riña justificada por su parte, y Raoul llega junto a su amigo justo cuando está pidiendo perdón con la cabeza agachada.
—Hola, Al —saluda, cuando el Director se da la vuelta.
—¡Ojalá se le pierda un calcetín en la lavadora! —bufa Alfred, cuando ya están en la puerta.
—Sabes que no se puede saludar como tú me has saludado, tonto.
—No se puede hacer nada en esta cárcel.
Raoul abre mucho los ojos y mira hacia los lados, asegurándose de que nadie los está escuchando. ¡Qué barbaridad! Alfred no puede hablar tan mal del instituto, o, al menos, no puede hablar tan mal del instituto dentro de él. Pero Alfred solía decir ese tipo de cosas, y Raoul cree que es porque no le gusta estudiar. No como a él, que le encanta. Bueno, le gusta, simplemente. Sí. O eso cree.
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Tú eliges || Ragoney
FanfictionRaoul ha tenido pocas opciones en la vida, así que acata las normas de unos padres ausentes, de un colegio ultra católico y de un Dios en el que le han impuesto creer. Y ninguno de los tres aprobaría las cosas que piensa hacerle a Agoney entre sába...