Min Yoon Gi tiene una enfermedad terminal y ya no puede sostener sus ilusiones de continuar con vida. Se sentía listo para morir, hasta que su doctora decide hablarle de su Dios y su poder.
La chica quería hacerle creer en "Los milagros por la fé"...
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Entre suspiros miró la ventana de esa blanca habitación, sentía estar esperando horas a que un médico decidiera venir a revisarlo, pero realmente apenas habían pasado unos diez minutos. Estaba dudando, ¿Realmente quería oír nuevamente ese diagnóstico?
No quería hacerlo, pero para sus padres esta era la única esperanza.
Bueno, la única que quedaba después de la que él ya había evitado suficiente: Buscar nuevamente a Dios.
En un principio estaba resentido con la iglesia, le parecía que todo lo que decían era erróneo, todo los miembros de la congregación juzgaban a las personas « mundanas » y el no estaba de acuerdo con eso, nunca lo estaría.
Luego comenzó a odiar la biblia, por que en ella se basaban los hipócritas para juzgar y castigar a los demás sin razones.
Y por ultimo... Odio a Dios.
Mientras estaba perdido en sus pensamientos entró la quién daría una vez más aviso de su próxima muerte.
Llegó su pesadilla de blanco. Entró el doctor, o bueno, la doctora.
- Bueno días, Yoon Gi -. Se veía tan alegre, le repugnaba.
- ¿Para quién? - la miró sarcásticamente. Se estaba muriendo, eso no era bueno.
- Para todos, el simple hecho de respirar es un milagro en nuestras vidas -. Reconoció esas palabras de otro lugar. Sabía que esa doctora era distinta, sabía que le iba a a causar problemas.
- No me diga, ¿Es una más de esas fieles creyentes que tienen fe en algo que nadie ha visto? - Rió sarcásticamente. Estaba enfadado, pero ella simplemente le sonrío.
- "Es, pues, la fé la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se vé"-. Citó aquel pequeño versículo que se encontraba en Hebreos 11:1, el simplemente la miró con los ojos entrecerrados y bufó enfadado. Conocía aquel texto de memoria, era lo que una vez lo había mantenido en pie creyendo en algo de lo que ahora dudaba. - Por cierto, soy la doctora ____ Lazo -. Sonrió y se acercó a él para sentarse adecuadamente en la silla que estaba junto a la camilla.
- Diría "un gusto conocerla", pero ¿Qué decir? No está ni cerca de ser un gusto -. Finalizó con una sonrisa altanera.
- Qué amable, nos vamos a llevar muy bien -. Se rió un poco de la cara de confusión del chico ante su sonrisa tan sincera.
- Estás loca -. Sentenció fastidiado.
- Me lo han dicho, pero eso me hace especial, ¿No? - Él sólo negó con la cabeza.
- Veamos, vamos a hacerte unos exámenes de rutina, revisaremos tú historial médico y luego veremos el tratamiento necesario.
- ¿Enserio?¿Por qué perder el tiempo así?, Tú, yo, mis padres y cada único de los médicos que me han visto saben bien lo que sucede, voy a morir da igual lo que hagan. ¿Podemos parar con ésto?, Simplemente escribe en mí historial médico lo que todos han hecho. Moriré -. Hablaba renegando por todo lo que estaba pasando. Pero a través de sus ojos, ella pudo ver la tristeza que le embargaba. Nadie estaría bien sabiendo que morirá, y él, tampoco estaba bien.
