2.2.Mía

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Encontrarme con esto no era lo que pensaba, no sabía cómo reaccionar. Entendía que debía continuar tal y como lo hice, lo malo era también saber que ahora alguien pequeño se alojaba en su vientre no era algo que procesaba.

Respiro mientras busco el equilibrio de algo.

No sé ni cómo, pero salgo corriendo del lugar, sosteniendo el eco que encontré cuando ella y Lily estaban por ahí.

Mis pies corren hasta indicarme que he llegado, golpeo la puerta desesperado.

—¿Tanto me extrañas? —dice ella, su rostro cambia un poco al verme.

¿A quién esperaba? ¿Al padre de ese bebé?

>>Axel..¿cómo?...

—¿Por qué? —exclamo desesperado.

—¿Qué? —pregunta admirada.

—Estás embarazada —afirmo y saco el eco que sostengo en mis manos.

—¿Qué haces aquí? Axel, estás herido. ¿Cómo has llegado hasta aquí?

>>Axel, contesta.

—Tú contesta. —indico furioso.

—No estás bien, no debiste venir en ese estado.

—¿Quién es el padre? —pregunto con enojo.

—¡Suficiente! —ella grita desesperada y los dos parecemos quedarnos en silencio.

—Entra —dice —Debes descansar. No sé cómo has llegado aquí, pero si tú no te cuidas, yo lo haré.

Entro con cuidado, aprecio su pequeño departamento y ella me lleva a la sala.

—Siéntate.

Ella me cuida toda la noche, y dormimos juntos lo cual solo hace y el momento sea más ameno. Ella es tan perfecta así como está. La veo mucho más hermosa, tan única y diferente a como ella era antes... y es un cambio para bien.

Me agrada.

Me gusta.

A la mañana siguiente con algo de enojo por lo que ha hecho, me resigno y espero a que vengan por mí. Al menos y el saber que ella no estaba embarazada me tenía contento.

No me gustaba para nada estar lejos de ella.

******

Cierro el teléfono luego de conversar con el padre de Alba, era increíble como ella podía inventar algo como eso. Yo no me iba a casar con ella, no podía cuando su carácter era tan estresante últimamente, y ella necesita ayuda. Gracias a Dios su padre lo entendió.

Salgo de mi oficina directo a algún lugar donde pueda comer. Desde antes de entrar, diviso por la ventana a alguien ya muy conocido... mi ira crece cuando veo a ese hombre del aeropuerto tocar su mano.

¡Imbécil!

—¿Interrumpo?

—Sí —afirma el idiota ese, y no luce feliz.

—Axel ¿qué haces aquí? —Oh, ella  luce molesta. ¿Qué hice?

—¿No puedo tomar un café?

—Sí, pero en otro lado. Esta mesa es mía y de Cristel —responde ese hombre.

—Pero el restaurante no lo es. Así que me voy a sentar aquí mismo.

—¿En una broma? —dice él, pero yo ya estoy agarrando una silla y sentándome a su lado. Lo bueno es que el suelta el agarre de su mano.

Mr. LehnerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora