Sueños

1.4K 130 33
                                    

La enfermedad se estaba esparciendo en el mundo de los demonios. Las sombras, el virus, el dolor... la única forma de salvarlos era usando su poder como maestro de la Mononokean, pero eso no era todo. En el mundo humano un virus, efecto de la presencia de demonios, también había empezado a afectar a la humanidad. La puerta entre ambos mundos tendría que cerrarse y él sólo podía escoger un lado para salvar. Humanos o youkais. 

A pesar de que la respuesta siempre había sido una... ¿por qué dudaba tanto?

«¡Abeno-san!»

Una voz dentro de su cabeza hacía que todo se volviera doloroso. El suelo a sus pies comenzaba a resquebrajarse, tenía que escoger rápido un bando. La enfermedad se estaba extendiendo, si no hacía algo pronto, ambas especies perecerían, pero él no podía permitirse eso. Como maestro de la Mononokean tenía que proteger a los demonios, pero...

«¡Abeno-san!».

La inconfundible voz no le permitía tomar una voz. Ashiya... ¿en dónde estaba? No podía permitir que su empleado quedara atrapado en la oscuridad. Gritó su nombre, pero no salía sonido de su garganta. En la pared a su lado se había abierto una puerta, la campana de la Mononokean sonaba con fuerza, casi igualando a los gritos. Sentía el tiempo deslizarse fuera de sus manos. 

«¡Abeno-san!»

Los gritos. La campana. La enfermedad expandiéndose. Su deber. Sus pensamientos... Era agobiante.

El rubio se dejó caer en el suelo mientras presionaba sus sienes con fuerza. Las raíces brotaron del suelo y comenzaron a enroscarse en sus piernas aprisionándolo. Cada vez eran más. La visión frente a sus ojos comenzaba a desvanecerse en la oscuridad. Gritos vacíos junto al eco de una campana, su dolor de cabeza aumentando con cada segundo. Cuando creía que sería incapaz de soportar otro instante todo a su alrededor desapareció, incluyendo el dolor.

—¡A-be-no-san! ¡Despierta!

Tras abrir sus ojos descubrió que estaba en el salón de clase. El de ojos azules estaba parado cerca de él con los brazos recargados en su pupitre. Intercambiaron miradas por un instante antes de que el maestro de la Mononokean decidiera volver a cerrar sus ojos mientras soltaba un respingo.

—¿Eh? ¡No me ignores, Abeno-san! —insistió Ashiya sin bajar su tono—. ¡Las clases terminaron, despierta de una vez! ¡A-be-no-san!

—¡Qué ruidoso! —masculló el rubio levantándose. Su cabeza y espalda dolían por la posición, pero decidió dejarlo pasar. Tomó su mochila y se incorporó del asiento sintiendo la mirada de su empleado fija en cada movimiento que hacía.

—¿No has dormido bien? ¡Llevo una hora tratando de despertarte! No creí que pudieras tener el sueño tan pesado —hablaba mientras lo seguía, cosa a la que Abeno se había acostumbrado—. ¿Volviste a abrir dos portales en un solo día? Como hoy no tenemos trabajo pensé que podríamos ir con Peludito a alguna parte, ayer abrieron una cafetería cerca de la escuela y creí que...

Sin prestarle gran atención Abeno convocó a la Mononokean y entró en ésta cerrando la puerta detrás de sí. Se cambió de ropa poniéndose su usual haori, dejando el uniforme perfectamente doblado de lado. Una vez estuvo listo volvió a abrir la puerta. Ashiya estaba quejándose del otro lado porque había cortado la conexión con la puerta por unos minutos mientras se vestía, pero el rubio tampoco le dio gran importancia.

—¿Y bien? —inquirió interrumpiéndole.

El de cabello azulado lo vio sin comprender.

—La cafetería. Trae a la bola de pelos y vayamos —dijo secamente.

Entre humanos y demonios (Fukigen na Mononokean) (Abeshiya)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora