Había algo cálido y pesado sobre su pecho dificultándole respirar. No podía ver nada en la oscuridad que estaba y por más que intentaba gritar no salía voz. La asfixiante sensación estaba ahí de nuevo, por más que corría no tenía modo de saber si verdaderamente avanzaba. Esta vez Ashiya no le estaba llamando, pero eso no hacía que su preocupación disminuyera. Pronto sintió algo aferrarse a su brazo. Ramas. O al menos era eso lo que sentía que era. La enfermedad lo tenía atrapado. A pesar de que era humano la enfermedad se cernía sobre él evitando que pudiera escapar. ¡Tenía que hacer algo!
Cuando abrió los ojos sintió el sudor recorriendo su frente. El peso que había sentido sobre su pecho no era otra cosa que la bola de pelos dormida, y quien apresaba su brazo no era la enfermedad del Inframundo y mundo mundano que afectaba a los youkai, sino Ashiya que se había aferrado a su brazo como si se tratara de una almohada. Abeno se tentó a regañarlo, pero todavía era muy temprano. El cielo seguía viéndose oscuro al otro lado de la ventana.
Usualmente tras sus pesadillas no volvía a dormir y se ponía a leer viejas notas e informes de Aoi, además de analizar sus propios informes de trabajo, pero si quería hacer algo como eso primero tendría que conseguir salir de la cama sin despertar a Peludito o su empleado. No tenía más opción que seguir durmiendo, cosa que si lo pensaba era lo que necesitaba. Una noche de sueño no compensaría su sueño perdido de hacía semanas, pero al menos ayudaría un poco. Era mejor a nada.
La próxima vez que Abeno abrió los ojos la sonrisa del azabache fue lo que recibió. Nuevamente limitándose a simplemente darle un golpe el rubio se incorporó y frotó los ojos. Las prendas que usaba por un instante le parecieron extrañas hasta que recordó que Ashiya le había prestado algo para dormir ya que se negó a dejarle ir a la Mononokean para buscar un cambio.No tenía que mirarse en un espejo para saber que su cabello era un desastre, pero al menos no podía verse peor que el de Ashiya.
—Buenos días, Abeno-san.
Éste sólo atinó a asentir con cansancio.
Ambos desayunaron con la madre del azabache y después de eso el rubio regresó a la Mononokean para asegurarse de que no le habían dejado ningún mensaje durante su ausencia. Tenían un trabajo más tarde, pero no por ello significaba que tenía que estar junto a su empleado hasta entonces. Abeno había dormido bien, pero algo le estaba molestando desde que se había levantado. No podía explicarlo, pero sentía que algo terrible podría pasar en cualquier momento. Quizá algo relacionado a la enfermedad o el Ejecutivo, incluso podría ser algo que envolviera a Ashiya.
El resto de la mañana la pasó releyendo los informes de Aoi en busca de más de un dato relacionado a Sakae, además de que le encargó a Koura medicamentos para hacer algo respecto a sus pesadillas. Mientras se dirigía al lugar donde quedaron en verse con su cliente Abeno tuvo la certeza de que alguien lo estaba siguiendo. Podía sentir un espíritu a pesar de que no podía ver nada a su alrededor, y en un instante, la sensación de ser observado desapareció.
Tal vez sólo estaba siendo paranoico.
—¡Abeno-san! —lo saludó el azabache—. No es normal que llegue antes que tú, ¿pasó algo?
—Nada que importe.
Cuando su cliente llegó, un youkai parecido a una especie de mono que quería dejarle un mensaje a una chica a la que solía observar dibujar todos los días en un parque. Cumplieron la tarea prácticamente sin conflictos, Ashiya como siempre había terminado haciendo la parte de interacción mientras que al final Abeno sólo tuvo que encargarse de abrir la puerta al inframundo.
Todo parecía normal, por lo que Abeno prosiguió a abrir la puerta y dejar que el espíritu se marchara al Inframundo cuando el conocido cansancio se apoderó de sus músculos. Nuevamente uno de los dos zorros que decoraban la puerta lo miraba antes de desaparecer mientras él colapsaba en el suelo.
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Entre humanos y demonios (Fukigen na Mononokean) (Abeshiya)
FanfictionAbeno Haritsuki es el actual amo de la Mononokean. Un humano cuyo deber es proteger a los espíritus. Si tuviera que elegir entre una u otra especie los yokais serían la clara respuesta y nada podría hacerlo cambiar de idea... ¿cierto? Ni siquiera po...