Abeno corría.
A pesar de sus esfuerzos parecía que la distancia entre él y aquel monstruo no disminuía para nada. Sus piernas pronto dejarían de resistir y terminaría siendo atrapado por aquella besti aque sólo él podía ver.
Era aterrador.
Podría morir y nadie jamás descubriría la causa, ¿o al menos encontrarían su cuerpo? ¿Se enterarían al menos sus padres? Fácilmente podrían culpar a la niñera de que se había escapado sin saber la realidad por lo que había pasado su hijo. Ella perdería su empleo sin haber sabido que un demonio sería el culpable.
Al bajar de unas escaleras dio un paso en falso y terminó cayendo. Se arrastró un poco antes de tomar impulso para volver a levantarse, pero aquel monstruo estaba prácticamente sobre él cuando un gato negro que salió de los arbustos se interpuso entre él y el monstruo que quería atacarlo.
Fue incapaz de voltear hasta que una tranquila voz le dijo que todo estaba bien. En el lugar en donde había estado el gato ahora había una persona sonriendo con mirada amable y una mano extendida hacia él dispuesta a ayudarlo; el monstruo por su parte se encontraba arrodillado, como si le temiera a la mujer que se alzaba frente a él. Abeno no sabía si temerle a ella por el hecho de que la bestia que quiso atacarlo lo hacía, pero al recordar que lo había salvado supo que no iba a lastimarlo.
Así fue su primer encuentro con Aoi.
Tiempo atrás el joven rubio había jugado con aquel gato negro al que un día encontró solo frente a una casa a punto de ser demolida. Debido a que desde que recordaba había sido capaz de ver cosas que otros niños de su edad no veían fue rechazado por sus compañeros y tachado como un mentiroso. Sus padres debido a sus trabajos nunca se enteraron que su único hijo no tenía amigos y decía ver espíritus y cosas que sobrepasaban el entendimiento de muchos; aunque a él le parecía bueno ya que así evitaba ser rechazado por ellos también.
Siempre pensó que había algo mal con él hasta que Aoi le explicó que su habilidad era algo que pocas veces se veía en personas como él, y que por ello debería sentirse orgulloso. Le explicó que aquellas criaturas eran llamadas youkais y que ella trabajaba como la maestra de la puerta mediadora entre el llamado "Inframundo" y su mundo.
Fue a petición del rubio que ella le mostró la Mononokean, para instantes después pedirle que se convirtiera en su empleado.
Siendo criado por youkais Abeno comenzó a comprenderlos y a apreciarlos mucho más que como hacía con los de su especie. Si bien algunos lo repudiaban por ser humano, se sentía más aceptado por los espíritus que como había llegado a sentirse por los humanos. En algún momento comenzó a aprender más cosas sobre el trabajo de Amo de la Mononokean, pero antes de entender bien lo que sucedía con Aoi la enfermedad de los arbustos la había atado al mundo mundano.
A pesar de ser un youkai, y uno con un poder comparable al de la Princesa del Inframundo, tenía una enorme debilidad por los humanos que pronto la llevaron a esa horrible situación.
Abeno fue el encargado de acabar con su sufrimiento con aquella medicina que debería salvarla. Aoi era fuerte, por lo que nadie dudaba que se recuperaría y volvería al inframundo, pero mientras se retorcía por el dolor el rubio fue testigo de sus últimos momentos. El intentar salvarla fue considerado su primer labor como nuevo Amo de la Mononokean sin que lo supiera.
Fue algo traumático para el joven rubio, quien poco a poco optó por cerrarse ante ambos seres. No importaba si eran youkais o humanos en algún momento traerían dolor con su partida. Entendía que debía de haber una separación entre ambos, evitar mezclarse, y su papel era asegurarse de ello. Con los humanos en el mundo mundano y los youkais en el inframundo podía existir un balance.
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Entre humanos y demonios (Fukigen na Mononokean) (Abeshiya)
FanfictionAbeno Haritsuki es el actual amo de la Mononokean. Un humano cuyo deber es proteger a los espíritus. Si tuviera que elegir entre una u otra especie los yokais serían la clara respuesta y nada podría hacerlo cambiar de idea... ¿cierto? Ni siquiera po...