Todos los grandes propósitos en el momento que son formulados
suenan cien por cien plausibles y, en los primeros minutos de reflexión, te
sientes capaz de superar cualquier obstáculo que se te presente, es más, tu
mente ni se plantea la posibilidad de que algo no salga como lo has planeado.
Pero, como siempre, llega ese momento en el que bajas de las nubes y
aterrizas en el mundo real dándote cuenta de que no todo va ser tan fácil como
pensabas y la inseguridad y la duda se empiezan a abrir paso entre la
determinación y el optimismo para acabar invadiéndote y, si no luchas contra
ellas, se acaban convirtiendo en parte de ti.
Ese momento de bajón a mí me llegó en el momento en que puse un pie
en la oficina el lunes por la mañana. Me había decidido, aquel día no iba allí a
trabajar, sino que, después de recopilar todos los diferentes periódicos
nacionales e internacionales que encontré por la ciudad, iba a empezar a
buscar en ellos cualquier propuesta de trabajo lejos del lugar donde vivía.
Cuando entré en la oficina cargada con unos treinta periódicos y observe el que
llevaba siendo mi despacho desde que dejé la universidad, empecé a dudar si
era lo más seguro arriesgar la vida cómoda que había llevado hasta ahora por
una crisis pasajera. Me di cuenta de que era muy poco probable que
encontrara un trabajo para el que fuera apta y que estuviera lejos de todo
aquello que me había llevado a ese estado de soledad en la multitud. Dado que
mi titulación era en literatura mundial, los únicos trabajos a los que podía optar
eran de bibliotecaria, editora o profesora. El problema era que solo las zonas
más industrializadas de los países eran las que ofertaban este tipo de puestos,
ya que las zonas más rurales, cuya economía se basaban en el trabajo de la
tierra y el cuidado de animales, no gozaban de los lujos que en la ciudad eran
abundantes. Dado que mi propósito era escapar de aquel mundo capitalista en
que solo tiene valor el dinero y las personas son tratadas como simples
objetos, no pude evitar desesperarme al caer en la cuenta que no tenía
ninguna posibilidad de vivir decentemente en otro lugar que no fuera la gran
ciudad, ya que nunca había tenido que ganarme la vida con el trabajo de las
manos.
Dejé el montón de periódicos encima de la mesa y, dado que las ganas
de trabajar se habían esfumado, me dediqué a ojear los periódicos para
ponerme al día de los diferentes sucesos que hubieran acontecido. Cuando ya
iba por la mitad del montón un artículo llamó mi atención. No solo era una
entrevista muy peculiar sino que iba acompañada de una imagen que me sacó
de mis casillas. Era una foto en la que se encontraba una colección de 13 libros
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Sincerely
Teen FictionLa vida se había convertido en un ciclo sin sentido de rutina casa-trabajo y trabajo-casa. Apenas tenia amigos ni tiempo para hacer lo que quisiera o le gustara. No podía seguir así, no quería. ¿Podrá Victoria sobrevivir a los cambios que la vida le...