~II~

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Todos los grandes propósitos en el momento que son formulados

suenan cien por cien plausibles y, en los primeros minutos de reflexión, te

sientes capaz de superar cualquier obstáculo que se te presente, es más, tu

mente ni se plantea la posibilidad de que algo no salga como lo has planeado.

Pero, como siempre, llega ese momento en el que bajas de las nubes y

aterrizas en el mundo real dándote cuenta de que no todo va ser tan fácil como

pensabas y la inseguridad y la duda se empiezan a abrir paso entre la

determinación y el optimismo para acabar invadiéndote y, si no luchas contra

ellas, se acaban convirtiendo en parte de ti.

Ese momento de bajón a mí me llegó en el momento en que puse un pie

en la oficina el lunes por la mañana. Me había decidido, aquel día no iba allí a

trabajar, sino que, después de recopilar todos los diferentes periódicos

nacionales e internacionales que encontré por la ciudad, iba a empezar a

buscar en ellos cualquier propuesta de trabajo lejos del lugar donde vivía.

Cuando entré en la oficina cargada con unos treinta periódicos y observe el que

llevaba siendo mi despacho desde que dejé la universidad, empecé a dudar si

era lo más seguro arriesgar la vida cómoda que había llevado hasta ahora por

una crisis pasajera. Me di cuenta de que era muy poco probable que

encontrara un trabajo para el que fuera apta y que estuviera lejos de todo

aquello que me había llevado a ese estado de soledad en la multitud. Dado que

mi titulación era en literatura mundial, los únicos trabajos a los que podía optar

eran de bibliotecaria, editora o profesora. El problema era que solo las zonas

más industrializadas de los países eran las que ofertaban este tipo de puestos,

ya que las zonas más rurales, cuya economía se basaban en el trabajo de la

tierra y el cuidado de animales, no gozaban de los lujos que en la ciudad eran

abundantes. Dado que mi propósito era escapar de aquel mundo capitalista en

que solo tiene valor el dinero y las personas son tratadas como simples

objetos, no pude evitar desesperarme al caer en la cuenta que no tenía

ninguna posibilidad de vivir decentemente en otro lugar que no fuera la gran

ciudad, ya que nunca había tenido que ganarme la vida con el trabajo de las

manos.

Dejé el montón de periódicos encima de la mesa y, dado que las ganas

de trabajar se habían esfumado, me dediqué a ojear los periódicos para

ponerme al día de los diferentes sucesos que hubieran acontecido. Cuando ya

iba por la mitad del montón un artículo llamó mi atención. No solo era una

entrevista muy peculiar sino que iba acompañada de una imagen que me sacó

de mis casillas. Era una foto en la que se encontraba una colección de 13 libros

SincerelyWhere stories live. Discover now