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Abrir sus ojos y no sentir el calor del sol fue parte de su despertar, se encontraba desorientado y cansado pero a la vez complacido de manera física. Con pereza restregó sus ásperas manos en su rostro hasta poder decir que ya no volvería a dormir, cuando las memorias le golpearon, simplemente volteó a su lado.

El cuerpo delgado de su pareja se encontraba temblando a su lado, lástima que no era de frío, puesto que él se encontraba en aquella fría cárcel desde hace cuatro años.

—Deku...— llamó en un muy suave susurro para su persona, cualquiera que viese aquella faceta en el Alfa líder de la manada más poderosa de cambiaformas se encontraría tremendamente sorprendido.

El cuerpo comenzó a temblar más y se encogió aún más en su posición fetal.

—¿Me dejarás verle?— preguntó quedito, con su voz rasposa y temerosa.

Después de todo su garganta estaba demasiado dañada desde aquella vez, y sus palabras eran de bajo volumen y limitadas. Todo por el parálisis que cierto accidente había causado en una de sus cuerdas vocales.

Su vista se dirigió al techo de la pequeña habitación aislada de su enorme hogar,— pero aún así dentro de los territorios del mismo— el techo estaba lleno de moho y grietas debido al escaso mantenimiento del lugar.

Después de unos segundos respondió a la pregunta del otro con una simple afirmación.

El silencio inundó el lugar, asfixiando al rubio de ojos rojos, que tras un bufido se levantó dispuesto a colocarse la muda de ropa que había llevado limpia.

—Tú te lo buscaste— recordó, después de todo le repetía aquello al pecoso cada que se veían.

Tal vez para recordarle su enorme falta, o tal vez sólo para quitarse la culpa de encima y sentir que el menor lo tenía merecido. Nadie lo sabe, ni siquiera él. El contrario no contestó, sólo giró su cuerpo, quedando desnudo y sucio a la depredadora mirada carmesí.

Pero no le importó, estaba perdido en sus pensamientos, ¿Cuándo había dejado de amar, o tan sólo apreciar al que fue el amor de su vida?, No lo sabía.

Pero Katsuki tenía razón, él se lo había buscado.

—lamento haberte dejado de querer— contestó sincero, el Alfa molesto elevó sus feromonas de una manera que jodería a cualquier Omega.

Pero Izuku Bakugou había dejado de temerle a las feromonas del mayor hace mucho, había aprendido a vivir con ellas.

El Alfa chasqueo la lengua a modo de molestia, y sin decir más se marchó azotando la puerta de pesado metal. El Omega en cambio se quedó un poco más ahí en el suelo, pensando en lo único que le daba felicidad.

Una sonrisa apareció en sus labios, y una suave risa melódica se escapó de los mismos. Sin más se levantó de la incómoda cama desordenada y sucia de la escencia del Katsuki.

Caminó descalzo hasta las cubetas con agua, y con ellas se limpió. Su cuerpo temblaba por momentos, el agua estaba demasiado fría para su cuerpo que necesitaba estables temperaturas.

De hecho, todo el lugar en sí era frío, principalmente por la carencia de luz. Su único escape era la puerta que él era incapaz de abrir sin la llave indicada, y de la misma, por la parte de abajo una apertura que servía para que pudiese alimentarse.

Una vez limpio y cambiado, dentro de lo que cabe, se sentó al lado de la misma a esperar. Sólo tenía que ser paciente durante unos minutos más y llegaría a quien anhelaba ver.

Fueron tres los débiles golpes en la puerta, Izuku sonrió y se levantó a una gran velocidad. Un click se escucho y luego la puerta se abrió dejando ver a la pequeña silueta que al igual que el Omega anhelaba ese encuentro.

—¡Papi!— gritó lleno de euforia un pequeño rubio, el pequeño Alfa no tardó en lanzarse a los delgados y débiles brazos de su progenitor Omega, mucho menos tardó en restregarse en el cuerpo ajeno para adquirir el olor a canela.

—Hola, bebé— saludó de regreso el mismo, sonriendo y agachándose para asfixiar a su cachorro en un efímero abrazo.

Ryo Bakugou era su único cachorro, un dulce Alfa con un cabello rubio brillante al igual que sus ojos que ocupaban un color esmeralda como el propio. Unas pecas heredadas adornaban sus mejillas de manera abundante y tierna para su edad, cinco años.

—Padre me dejó venir, dijo que tú y yo nos hemos estado portando bien— habló el menor enterrando su pequeño  rostro en el cuello del mayor —¡Deberías portarte bien siempre papi, tal vez así me dejarían venir más!

Su sonrisa se suavizó, la inocencia de su pequeño cachorro era algo que él desearía nunca se viese perturbada, pero era un deseo imposible de cumplir. Era el heredero de la manada, y tal como lo hizo el cargo con su antes pareja el título pasaría sobre muchas cosas, hasta corromper su moral e ideales.

—¿Tú crees?— preguntó al pequeño, que asintió eufórico. El Omega aún con dolor de cadera, brazos y rodillas le cargó para darle vueltas en el aire. 

Las risas del menor inundaron la antes callada habitación.

—Prometo portarme mejor— dijo sentándose con el menor sobre su regazo en la cama ya cambiada de sábanas.

—Siempre dices eso, papi, ¡Yo quiero estar contigo siempre, que seas eterno!— exclamó, mirando al mayor con ojos suplicantes —Ándale papi, padre siempre está ocupado con la manada.

—Él te da muchos juguetes— contestó a la vez en que movía un poco la cadena que colgaba de uno de sus tobillos, para más comodidad.

—Pero no me sirven si padre no esta conmigo y tú tampoco, me siento solo, papi— comentó con sus mejillas rosas, Izuku no pudo más y ahogó un sollozo.

—No sabes cuánto desearía salir de aquí, Ryo, no sabes cuánto desearía estar a tu lado siempre.

El cachorro alterado comenzó a juntar su pequeña nariz con la del Omega que sollozaba por lo bajo.

—Yo también papi, pero no llores ¡Algún día padre ya no estará molesto contigo y estaremos juntos!¿Te digo un secreto, papi?— preguntó en un susurro, como si alguien les pudiese escuchar.

—¿Qué paso, bebé?— preguntó con una sonrisa nostálgica.

—Cuando sea grande me casaré contigo y te daré todos los juguetes que quieras, te robaré de padre pero shhh no le digas. Se enoja.

Sin duda, amaba a su cachorro. Sólo, sólo deseaba que no terminase como el mismo Katsuki Bakugou.


—*—*—*—*—*

Ésta historia ya estaba escrita, la comenzaré a subir porque el tiempo no me alcanza, es como una disculpa por no poder actualizar.

Tengo siete capítulos de momento, son cortos. Espero les guste ésto hasta que salga de exámenes.

Safe And SoundDonde viven las historias. Descúbrelo ahora