III

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La noche fue algo incómoda para ambos, pues no confiaban el uno en el otro y aquello claro estaba cuando ninguno cedió a pegar el ojo.

Aunque el más afectado por ello era claramente el más alto, que se encontraba con su mirada heterocromática realmente cansada a simple vista.

—Deberías dormir, de quien debes cuidarte es de muchos menos de mí— habló el de ojos esmeralda, acurrucándose con su propio cuerpo.

—... ¿Por qué me ayudaste, Izuku?

La pregunta salió del que temblaba por la baja temperatura de lugar, el Omega levantó su mirada que a simple vista se veía muy sorprendida.

Bastante expresivo, pensó el de cabellos bicolor.

—No sé, supongo que me ví por un momento. Pidiendo la ayuda que nadie me ofreció. Quién sabe...

La respuesta fue una sorpresa para el intruso, que asintió. Él no era de muchas palabras, principalmente porque se le hacía algo difícil el congeniar y confiar en los demás. Pero en el ahora al lado de aquel peliverde había algo diferente al antes con su manada.

—¿Usas supresores no?

—No, soy un Beta. 

—No eres de ésta manada— más que una duda o pregunta, era una afirmación —Lo sé desde que entraste, aquí los Beta son los del servicio y tu no tienes la pinta, sólo los Alfa y Omega privilegiados pueden andar por ahí.

El silencio les inundó por largos segundos, el Beta para este momento ya se encontraba algo alterado, si el contrario daba inicio de querer delatarlo simplemente lo ahorcaría con las cadenas que colgaban de sus tobillos, aunque sería algo claramente difícil de lograr puesto que él seguro tomaría su forma lobuna que el no podría combatir.

Era un Beta sin armas, claro que perdería ante los colmillos de un Omega.

De un momento a otro, unos ruidos se escucharon al otro lado de la puerta, él se colocó listo para atacar. Sin embargo el Omega le gruñó de una manera escalofriante, acto seguido se encamino a la puerta.

—Hola, cielo— ante aquel sobrenombre el Beta no pudo evitar sorprenderse, bajando un poco el fierro que él había arrancado de debajo de la cama.

—¡Hola papi!, ¿Adivina qué?, me he estado portando muy bien y padre me dijo que si tu también lo haces hoy mañana podré venir contigo.

El cuerpo del de ojos esmeralda se vio realmente tenso ante la noticia, aunque luego soltó una risita muy bien fingida.

—Eso es grandioso, bebé— ante el apodo se escuchó un pequeño y gracioso intento de gruñido, que sólo logró hacerlo conmover.

—Te traje el desayuno— anunció, abriendo la pequeña rendijilla y pasando el mismo por el suelo. Los deditos blanquecinos del pequeño se quedaron ahí, esperando por el contacto que no tardó mucho en llegar.

Así se quedaron ambos un buen rato, quietos y dándose ligeros apretones, como si de esa manera ambos se diesen la fuerza que necesitaban para su día a día. El Beta que miraba todo no pudo evitar sentir un nudo en la garganta, un malestar que parecía no quererle dejar.

Nadie se dio cuenta, ni siquiera el Omega. 

—¡¿Qué haces aquí?!¡Te dije que entrenaras!

Los tres se tensaron ante la nueva presencia, el Omega sólo pudo ver cómo la mano de su cachorro se alejaba de manera rápida y temerosa.

Ryo volteó para ver con sus ojos verdes la figura de su padre que le miraba con genuina desaprobación. 

—Padre y-yo

El Alfa líder achinó sus ojos carmesí, como si de esa manera el pequeño al frente suyo se intimidara aún más, cosa que en efecto logró.

—Y-yo

—¡Déjalo en paz, Katsuki!— gritó el Omega desde adentro, con una ira palpable.

—¡Tú no te metas, Deku!

—¡Es mi cachorro, y te digo que lo dejes en paz!

Ante aquel grito, más fuerte y acompañado de gruñidos, el Alfa líder cedió. Por más que se haga el duro, la fibra débil de un Alfa siempre será su Omega y cachorro.

—Ve a desayunar, hoy habrá descanso— cedió tranquilo. El cachorro asintió impresionado, para acto seguido comenzar a correr a su enorme hogar.

Cuando el menor se fue, él otorgó un golpe a la puerta. Que si bien no fue diferente a los demás, el Omega no se dejó intimidar y gruñó de vuelta.

—No porque tu infancia haya sido un infierno, debes hacer la de Ryo igual.

—Es igual a ti, Deku. 

—¿Eso es malo?

—¡Qué si es malo, por supuesto que es malo, debe aprender que en este mundo no todo se puede arreglar de manera pacífica y que tomar las cosas por la fuerza tiene mejores efectos!— otro golpe —Ayer se puso a llorar durante la cacería porque no quería matar una gallina, ¡Una gallina!¿A quién te recuerda?

Otra vez silencio, uno que duró bastante.

—Tómalas— dijo mucho más tranquilo, y con un toque de preocupación el Alfa —Son pastillas con vitamina D, no has salido y la falta de sol... Así no te sentirás tan débil y no enfermarás de los huesos.

—¿Cuándo, cuánto más?

—Cuando yo vuelva a sentir el lazo, cuando me ames una vez más, ¿Qué tan difícil es, ya eliminé al mapache Hitoshi, por qué no me amas si él ya no está aquí? Es lo que no entiendo, joder.

La respuesta nunca llegó, y con eso el Alfa se marchó a paso tranquilo.

El Beta, algo incómodo por todo lo presenciado carraspeó su garganta un poco, el Omega de inmediato le vio con sus ojos aguados que talló con violencia.

—Tú come, no tengo hambre— y con aquello dicho tomó su forma lobuna y se echó en la cama, para quedarse así durante horas.

Safe And SoundDonde viven las historias. Descúbrelo ahora