IV

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Cuando la noche cayó, Shoto se encontraba dentro del pequeño armario que se encontraba en el obscuro lugar, puesto que el Omega que le había ofrecido escondite le había dicho que no le agradaría nada lo que podía escuchar, y tal vez ver. 

Él de inmediato se dio la idea al parecer correcta, después de todo no era tan difícil sacar conclusiones. 

Unas horas después, cuando el único sonido en el  lugar eran los grillos y el croar de las ranas que se habían alejado del estanque para alimentarse. El Alfa líder irrumpió en el lugar.

Izuku le esperaba paciente, con la mirada gacha y sentado en la cama.

—No pongas esa cara, inútil— chistó el Alfa —se me quitan las ganas de llevarte de caza, mira, lo débil que te ves.

La mirada dudosa del menor se reflejó de inmediato, hasta el Beta que se escondía y miraba por un extremo viejo se enterneció al ver tal expresión.

—Nos vamos de caza, no hemos encontrado presas, y es tu responsabilidad como Omega líder y mejor cazador de la manada— explicaba, al mismo tiempo en que pasaba una pequeña llave por las cerraduras  de aquellos aros que colgaban de sus tobillos y cuellos.

—No llores, idiota.

Se quejó, viendo cómo el de ojos esmeralda pasaba sus manos por su cuello, que tenía pequeñas cicatrices creadas por la fricción y heridas de la extensa lucha que el peleó por liberarse los primeros meses que le dejó ahí.

Sus ojos, temblorosos se pasearon por sus tobillos, que rascó de manera suave. Acto seguido se lanzó a abrazar al rubio, que tras un quejido le devolvió el mismo, hundiendo su nariz en los secos cabellos verdes.

—Gracias, Kacchan.

—Lo que digas, no es por ti. Es por nuestra manada, somos el mejor equipo para la cacería y es nuestro deber cazar. El invierno se acerca.

Acto seguido, se separaron y marcharon.

Shoto se quedó ahí, pensando. Los Omegas líderes eran aquellos que podían fácil competir con un Alfa, igualándolos en fuerza. Eran aquellos que no se formaban, si no que nacían listos para liderar junto a aquel destinado a ser el cabecilla principal de la manada.

De cinco Omegas que nacían aproximadamente al año en toda manada, dos morían dentro del rango de sus primeros tres años de vida. Los otros solían vivir y cuidar de las crías, mientras que ninguno o uno nacía siendo un Omega líder.

El cómo diferenciarlos era algo fácil, pues nacían con el mismo peso que un Alfa y Beta, y con la marca de Omega en la muñeca. 

No eran del todo delicados, pues su fuerza era grande. Su cuerpo tampoco era del todo como un Omega común, en cambio tenían músculos angulosos y un cuerpo atlético, capaz de ser incluso más efectivo para la caza que el mismo Alfa líder.

Simplemente el Omega Líder había nacido para ser un igual para el Alfa líder, que caería a sus pies más pronto que tarde.

Por otro lado, un lobo de un pelaje cenizo y su compañero se encontraban ya fuera del lugar, quietos.

El Alfa veía al Omega, y éste veía el exterior como si fuese lo más maravilloso que jamás haya existido. 

De pronto salió corriendo, corriendo a la vez en que jugueteaba con el húmedo césped. Corriendo de aquí para allá como no lo había hecho en años, como un cachorro que experimentaba la libertad por primera vez. 

De un momento a otro, se encontraba corriendo y saltando al lado del Alfa, que gruñó en su dirección, pero eso no le importó mucho, por lo que soltó un ladrido juguetón a la vez en que estiraba sus traseras y colocaba las delanteras pegadas al suelo, claro, la cola que se movía sin parar no podía faltar.

Otro ladrido, y salió corriendo con el lobo cenizo que le comenzó a corretear a modo de juego.

Así eran sus noches hace muchos años, cuando ambos eran hostigados por las responsabilidades que ser líderes les daban, cuando se escapaban bajo la luna que no contaba sus salidas secretas y sus travesuras.

Cuando eran un par de enamorados así se la pasaban, correteándose el uno al otro como juego y al mismo tiempo entrenamiento para la persecución. 

Cuando el lobo de pelaje pálido atrapó a su contrario, comenzó a morder al mismo de manera juguetona, con cuidado de no herirle. Era la tercera, la tercera vez que el mayor atrapaba al Omega en toda su vida, puesto que el solía ser más ágil y rápido.

Al parecer la falta de correr había afectado su agilidad.

Cuando menos lo esperaron, el Alfa se encontraba aún arriba del Omega otorgándole lametones cariñosos que peinaban el seco pelaje. Por su parte, el Omega cansado se dejaba hacer de manera tranquila, mientras dejaba salir suaves gorgoteos. 

Cuando Katsuki sintió aquel tan anhelado cosquilleo esperado de aquel lazo que no esperaba aún lograr sentir, no pudo evitar no mover la cola con alegría a la vez en que volvía a dar más cariños a su Omega líder.

¿Por qué su Deku tubo que traicionarle de aquella manera?, Si sólo no hubiese pasado eso, ambos seguirían a diario de aquella manera.

Tras unos minutos en esa posición, la energía pareció volver al menor, que se alejó de golpe para tirarse en el césped y restregarse en el mismo, con su delgado estómago hacia el estrellado cielo.

Aunque eso no duró mucho, puesto que de inmediato captó un sonido que al parecer el Alfa no, un gruñido suave de su parte fue suficiente para indicarle al mayor que ya había encontrado una presa.

Ambos caminaron con cuidado de no hacer ruido entre las hierbas, hasta poder ver no muy lejos a un alce.

Demasiado agresivo, pesado y fuerte. Pero eso no era impedimiento para los dos líderes que buscaban alimento para su manada.

El Omega movió su cabeza, y el Alfa afirmó. Acto seguido el primero mencionado comenzó a alejarse y él esperó un tiempo en su posición.

Cuando consideró correcto, el salió de su escondite corriendo tras el herbívoro que de inmediato dio a la corrida en busca de huir con vida.

Corrió, corrió y siguió corriendo. Cansando al alce y de pasada él; sin embargo, cuando su presa se calmó al ver que su depredador había dejado de correr bajó la velocidad de manera considerable.

Ante el error, el cambia formas soltó un gruñido de orgullo. Pues no pasó mucho, para cuando el Omega le siguió al animal que a penas pudo seguir. No pasó mucho para cuando el lobo azabache le mordió una de las patas traseras al ya cansado animal.

Fue entonces cuando él corrió de nueva cuenta a la escena, para seguir regalando mordeduras al ya manco ser que de poco en poco comenzó a tropezar hasta caer.

Fue entonces que el Omega, jadeante, fue a por la garganta.

Los minutos pasaron, hasta que una vez medianamente recuperados de la actividad comenzaron a jalar el pesado saco de carne a donde la manada.

Ahí perdieron largo tiempo, y honestamente no esperaban ver a una cría de lobo de rubio pelaje esperarles. El pequeño tras su sorpresa ladró agudamente de felicidad y se dirigió entre saltos a sus progenitores que le recibieron entre algunos sucios lametones por la sangre y gruñidos suaves.

Cuando algunos Alfas llegaron por la presa, los tres se quedaron ahí un poco más. El Alfa con su cabeza recargada sobre la del Omega que se encontraba a su lado, mientras que el cachorro se paseaba entre las patas de ambos.

Y ahí fue cuando Ryo se dio cuenta por milésima vez, de que deseaba tener una familia estable en la cual crecer.

Safe And SoundDonde viven las historias. Descúbrelo ahora