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Mientras la noche avanzaba lenta y silenciosa, una chica, de vestimenta sencilla. A simple vista, era una granjera sin importancia; pero si sabías lo que pasaba en Salem y la historia de aquella chica, te darías cuenta que era Mabel Pines.
Había logrado su cometido, salir de ese sótano en el que se encontraba a salvo e ir en busca de su familia y su amor. Por lo que sabía, Bill iba cada noche a su hogar para hablar con su padre y ahora ella estaría ahí, con ellos.

Los grillos hacían sonar su hermosa melodía y los perros aullaban de forma tan escalofriante, que a Mabel se le erizaba la piel.
Cada vez faltaba menos para llegar a su hogar y poco a poco las grandes mansiones se hacían visibles a los ojos de Mabel.

Metros más allá, estaban los jueces que comenzaron con las acusaciones en enero de 1692. Los nervios afloraron aún más y Mabel retrocedió para ir por otro lugar más seguro, sin quitar su vista del grupo de personas que se encontraba reunida a metros de ella.

-. Casi...- susurro mientras miraba las calles desiertas y continuaba su transcurso a su han anhelado hogar.

La neblina, los sonidos de la noche y el peligro que la seguía recurrentemente, la tenían con los nervios de punta. Tan sólo faltaban un par de cuadras para llegar a su hogar ... dos.... uno.... Lo logró.

-. Vamos... abran .- tocaba frenéticamente la puerta rogando a quien sea para que abriera la puerta.- ¡Abran!.-

Los pasos se escucharon en el suelo de caoba dentro de la gran mansión y la esperanza afloro en su interior.
La puerta se abrió y dio paso a un hombre de aspecto envejecido, Era su padre que gracias al estrés sufrido por ocultar a su hija, había sufrido grandes cambios.

-. Hija mía....-

Y como puertas abiertas de par en par, el señor Pines comenzó a llorar e inmediatamente llevo a su hija dentro de la gran casona.

-. Por todos los Santos, ¿¡Que haces aquí hija mía?!.- pese a la desesperación y preocupación que llevaba en esos momentos el señor pines, este abrazo fuertemente a su pequeña hija mientras depositaba pequeños besos en su cabellera castaña.

-. Debía salir padre. Verle a usted, mi madre y mi hermano.- susurraba entre el abrazo mientras las lágrimas también le hacían compañía.- Y para que negarle. También debía ver a mi amado.-

Tras el sonido de los llantos. La pequeña ama de llaves se emocionó ante el encuentro, corrió escaleras arriba para ir en busca de la señora pines y Dipper; los cuales ante aquella noticia no dudaron el correr a la entrada de la casa y dar la bienvenida a su tan anhelada pequeña.

-. Llama a nuestro querido amigo Bill Cipher. - exclamó el hombre mientras levantaba uno de los brazos de su hija.- ¡Y dale la gran noticia!.-

Como le ordenaron, la ama de llaves llamó al joven Cipher inmediatamente.

-. ¿Señor Bill Cipher?.-

Al otro lado de la línea, el rubio escuchaba atentamente a la gran noticia que le estaba siendo anunciada. No pudo evitar sonreír y tan rápido como pudo, tomó su gran abrigo y emprendió la carrera a la mansión pines.

La puerta sonó y Dipper se dirigió contento a atender el llamado. Cuando abrió la gran entrada, Bill Cipher se hizo notar. Llegaba con un gran ramo de rosas que le había robado al jardín de su vecina.

-. ¿En donde está mi querida amada?.- pregunto luego de saludar cordialmente a los presentes y pronto como la había llamado, Mabel Pines se asomó por uno de los umbrales de la habitación.

-. Amor mío. - susurro ella con notable alegría mientras corría hacia su recién llegado amado.- estas aquí. -

Él asintió con ternura y rápidamente le dio un beso tan hermoso, notando la ausencia que habían pasado ambos los últimos meses.

-. He llegado en cuanto recibí la alegre noticia de tú llegada.- Bill tendió las rosas frente a la castaña chica mientras ella las recibía. - pero la angustia me invade al saber que has salido de tú escondite y pueden encontrarte. -

Ella negó suave y delicada mientras daba una gran inhalación para sentir el aroma a rosas recién cortadas.

-. Me asegure de que nadie me viera.- Una sonrisa adorno el rostro pálido de la chica y colocándose de puntillas, deposito un tierno beso en los labios de su tan adorado amado.- Estaré bien, ya lo verás. -

Él asintió, confiando en las gratificantes palabras de su novia y con esa sensación de alegría llenando su cuerpo, decidió quedarse esa noche con ella; para pasar una noche inolvidable en la habitación de su querida Mabel.

SalemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora