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- Yo que tú, dormiría en el suelo. - Dijo ChangBin riendo ligeramente.

- No pienso dormir en el suelo. - Respondió Chan en un tono amenazante, enfrentándose al bajito, quien volvió a reír.

- No...si lo digo porque no creo que te guste eso de dormir donde JiSung y yo nos hacemos las pajas colectivas. - Entonces, la expresión de Chan hizo que su mirada se tornara al viejo colchón, mirándole con asco al pensar que dormiría con los millones de soldaditos de sus compañeros.

- ChangBin, deja de asustarle. - Rió JiSung llevándose una mano al pelo y arrastrando hacia atrás su cabello. - Tranquilo, solo bromea. - Negó sonriente.

- Como quieras, igualmente, nadie duerme la primera noche.- Añadió el pelinegro.

- Eso es verdad, todos los nuevos temen a encontrarse con un tío forzándole contra la almohada mientras duermen. - Dijo el rubio.

- Que os den. - Acabó por decir Chan, sentándose en la cama y acomodando la almohada, escuchando las imparables risas de sus compañeros.

Era cierto, no había podido pegar ojo en toda la noche. Lo bueno es que ya había pasado un día desde la llegada de Chan a prisión y había logrado tomar un poco de contacto con sus compañeros de celda, puesto que le tocaba compartir habitación con ellos. JeongIn, por el contrario, casi ni intercambiaba palabras con Seungmin, su único compañero. Y al igual que Chan, no había dormido nada. Tan solo se había limitado a permanecer llorando, soltando interminables y silenciosos sollozos llenos de lágrimas. Lo que ellos aún no sabían es que poco a poco su suerte iba disminuyendo, y que a lo largo del tiempo, se irían encontrando con más problemas a lo largo del día. "La cárcel no era tan dura como la pintan", pensaba JeongIn. Eso era porque aún no sabía lo que le esperaba.

Este salió de la celda con cara de cadáver ; sus ojos estaban hinchados, rojizos y cansados. En sus manos portaba una toalla y la ropa de cambio para ponerse después de la ducha. Caminaba solo por los pasillos, cabizbajo, a un paso lento y deprimente, y acabando por chocarse con el peor de los problemas con el que podía haberse topado.

- Hey, cuidado ¿te encuentras bien? - Dijo una voz dulce. Una voz tan linda, de la que cualquiera podría enamorarse, pero no lo suficiente como para remediar la tristeza de JeongIn. Este recibió un apretón de hombros por parte del contrario. Una sola mirada le bastó a aquel chico como para saber que JeongIn no estaba bien.

- Vamos, ven conmigo. - Dijo aquel muchacho de voz linda, quien iba acompañado de un chico más. - Por cierto, soy MinHo, pero tu llámame Rey. - Añadió sonriente, envolviendo los hombros del muchacho con su brazo, y caminando hacia su celda.

- Este es nuestro antro, puedes buscarme aquí si necesitas algo. - Rió ligeramente, mostrando su celda con una sonrisa amable. Su habitación era distinta a las demás, no tan sólo por sus dimensiones, sino por su decoración y sus infinitas estanterías. Era como una suite, dentro de los límites de la cárcel, claro.

- Gracias...- Habló por primera vez JeongIn, en un tono de voz bajo. -

- No te preocupes. - Respondió MinHo mirando entre los cajones, en los que habían bolsas y más bolsas, que a saber que contenían. - Esto te ayudará con tu malestar. - Añadió sacando un pequeño sobre con una sustancia en su interior parecida a la harina. Sonriendo, se dirigió hacia el menor. - ¿sabes lo qué es esto? - sacudió el sobre. El menor negó con la cabeza. - Es la solución a todos tus problemas. - Rió, incitando al menor a que forzara una sonrisa. - ¿Quieres un poco?

- Verá, Rey...es que mi madre siempre me ha dicho que, en fin, que no debo tomar de estas cosas.

- Ni que se fuera a enterar.

- Es que a mi estas cosas me dan mal rollo...

- Venga va, será solo una vez. - Sonrió. - Ya verás como te sientes mejor.

Finalmente, JeongIn acabó por aceptar. MinHo, ante su reacción, comenzó a esparcir en la mesa aquellos polvos, formando y perfeccionando una línea, la cual, posteriormente sería esnifada por el menor.

- Tu nombre era JeongIn, ¿cierto? - Cuestionó apuntando ese mismo nombre en un papel que incluía varios nombres más.

- Sí. - Astintió experimentando como aquellos supuestos gramos de "harina" comenzaban a hacerle efecto.

Mientras, Chan se reunía nuevamente con su celda, pero esta vez en el grande y extenso patio de la prisión.

- Y es por eso que nunca hay que aceptar, ni pedirle cosas al Rey. - Acabó la frase JiSung tratando de responder a la pregunta que le había formulado Chan.

- Cierto. Tiene toda la cárcel compinchada, incluso a los funcionarios. - Añadió ChangBin.

- ¿Tan peligroso es ese tal "Rey"? - Preguntó. Su mente, debido a lo hablado el otro día con Felix, se encontraba en un mar de preguntas. Así que quería resolverlas por una vez y conocer a cada uno de los pilares fundamentales de la cárcel.

- Una vez te pilla, no te escapas. Por eso es mejor evitarle. - Dijo JiSung apretando sus labios.

entre rejas ; stray kidsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora