9. Un día de relajación

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Apenas entro en la habitación me pongo los tacones a la velocidad de la luz ignorando completamente el dolor que se produce en mis tobillos. Suspiro mientras me siento en la cama de mi mejor amiga, ésta se remueve apenas un poco, puedo ver como su ceño está levemente fruncido. Me hace pensar en lo mal que se siente, y en cuanto deseo yo ir a dormir. Entonces me llega un mensaje de Sam. Salgo de la habitación de mi mejor amiga y bajo las escaleras, cuando entro en el coche suelto todo el aire que al parecer estaba conteniendo. Sam se ríe mientras yo miro a todo el coche en busca de pruebas incriminatorias, pero al final el se da cuenta y me mira raro. Me siento bien en el asiento, y resoplo.

— Necesito ir a la famarcia. La cabeza me va a explotar. —Sam coincide conmigo asintiendo. Se me hace eterno el viaje y cuando llegamos prácticamente quiero salir corriendo del coche.

— No vas a comprar la pastilla del día después, ¿o sí? —me pregunta Sam divertido. Lo fulmino con la mirada negando con la cabeza.

— Como has de pensar eso de mí, Samuel, por Dios —le digo y me río. Cuando se estaciona me bajo del coche, el sol me da directo al rostro, lo que me hace entrecerrar los ojos. Entro rápido a la farmacia y el aire frío me recibe. Veo la mayoría de gente que abunda en el establecimiento y voy directo al estante de las pastillas. Tomo el que más va con la gravedad de mi dolor, pensando poco en su contenido y su compuesto químico, ya lo leeré luego. La campana de la entrada suena y mi amigo se deja ver al entrar. Camino a la caja para pagar y finalmente irme a casa a dormir al menos unas tres o cuatro horas. Cuando llego, la chica que me atiende tarda unos segundos mirándome. Cuando mí tarjeta termina de pasar, la chica hace una mueca.

— ¿Que sucede? —le pregunto

— Su saldo es insuficiente. —me dice, yo resoplo mirando al cielo.

— Saam —llamo, éste llega a mi lado

— ¿Que paasa, princesa? —pregunta. La chica repite lo que ha dicho hace un segundo, y Sam paga, mis pastillas y algo más que no sé que es. Tengo tanto sueño que me provoca dormirme en el suelo de éste establecimiento sí es posible. Cuando estamos listos, vamos al coche y rápidamente llegamos a casa. Salgo y camino hacia dentro y Sam me sigue.

— Gracias por acompañarme, Samu. Eres un chico genial. Y, no te preocupes por lo sucedido anoche. Ya no importa, tienes derecho a acostarte con quién quieras. —le digo lo más despierta que puedo. Él comienza a reír.

— No me acosté con ella, boba. Pero bueno, ve a dormir, lo necesitas. —me abraza y le devuelvo el abrazo efusiva. Entro y suspiro. Subo las escaleras, para volver a bajarlas, debo tomarme la pastilla y darle de comer a Max. Podré ser una retrasada mental, pero jamás descuidaría a mi bebé. Coloco a volumen bajo en el reproductor Arabella de Arctic Monkeys y me dejo llevar por la melodía, últimamente, luego de que mí banda favorita se acabara, he estado escuchando mucho lo que es éste grupo y 5 Seconds of Summer, pero nada jamás se ha de comparar con mis gloriosos chicos de One Direction. Cuando termino de llenar la pequeña taza de comida de Max, apago el reproductor y subo lo más lento que puedo las escaleras. Dios, jamás volveré a tomar así. Cuando entro a mi habitación, Max reparte besos salivosos en todo mi rostro y se concentra en engullir todo su plato, mientras yo me deshago de mi ropa y mis tacones para acostarme así mismo en ropa interior en mi cama, sólo deseo acabar con éste dolor de cabeza y éste sueño que me consume.

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La semana después a mi día de fiesta salvaje se resume en tres partes:

Pelear seguido con Javier

Hacer muchos deberes

Enamorada de élDonde viven las historias. Descúbrelo ahora