Prologo: Algas verdes...

675 28 0
                                    

Pasado: Seis meses antes de los 67° juegos del hambre.

FINNICK

Si me hubiesen preguntado, hubiese dicho que esta sería una mañana normal. Cerré los ojos para solo escuchar el rugir del mar.

Estaba en ese trance en el que me encontraba cada vez que llegaba del capitolio. Aún creía que podía sentir las manos de esas dos mujeres sobre mí. Sus respiraciones agitadas.

El profundo asco que me provocaban.

No lo pude soportar. Abrí los ojos de inmediato.

Era esa época en la que el mar trae plantas acuáticas. La temporada verde. Nadie en su sano juicio se echaría a nadar en esas tres o cuatro semanas.

Nadie excepto la única persona que estaba en el agua. Tarde al menos diez segundos en darme cuenta de lo que estaba haciendo.

 No saltaba olas. Trataba de salir a flote. Observe mejor: se estaba ahogando.

Corrí lo que me permitieron los pies hasta llegar al agua. Sin sacarme la ropa me tire al mar. Nadé cuanto pude, sorteando las pegajosas y mortíferas plantas hasta llegar a ella.

Era una chica, aparentemente joven. Tenía mis dudas, sobre si estaba muerta.

La tomé por los brazos y tiré de ella, pero estaba demasiado aferrada. Sumergí mi cabeza en las cálidas aguas, intenté arrancar las algas con mis manos, pero enseguida se pegaron a mí casi tanto como a la chica.

Entonces lo recordé. Llevaba mi cuchillo de pesca en mi bolsillo derecho.

Nadé hasta la costa temiendo que fuera demasiado tarde.

Desde los juegos, odiaba presenciar muertes. Sentía tanta culpa como impotencia por no poder salvarlos, como en aquellos momentos en los que tuve que matar a esas quince personas para sobrevivir.

La chica no tenía pulso ni respiraba. Me senté sobre mis talones mientras las lágrimas caían por mi rostro. 

Una imagen de mi padre haciéndole RCP a un marinero que había caído desmayado del barco pesquero, se me cruzó por la mente en esos segundos.

No lo dudé ni un segundo más. Presioné su pecho repetidas veces, tape su nariz y soplé por su boca. Una y otra vez.

No recuerdo cuantas veces fueron. Pero en algún momento, ella comenzó a escupir agua.

No podía estar más feliz. La chica vivía.

Por primera vez la observé con detenimiento. Era tan joven, no pasaba de los quince años. Tenía la piel de color oliva, el cabello castaño oscuro, y los ojos azules. Eran los ojos más hermosos que había visto en mi vida.

Vestía una falda larga de capas superpuestas muy finas y un top de playa. Un atuendo bastante común para alguien del distrito cuatro, pero sin duda algunas, no se parecía en nada a nadie en este lugar. 

No pertenecía a aquí.

La sostuve entre mis brazos hasta que su respiración de normalizó. Ella temblaba de pies a cabeza, y yo no estaba en condiciones muy diferentes.

En poco más de media hora, por fin se volvió a verme, y al darse cuenta que la abrazaba, reaccionó rápido alejándose un poco.

- ¿Estas bien? – Pregunte tranquilizadoramente ante su reacción. Debía estar saliendo del shock, con suerte habría salido ilesa.

- Si... Gracias – Dijo ella dudando.

Tomé su mano – No eres de por acá – le dije.

- No - respondió ella - ¿Es muy evidente? – Pregunta levemente sonriendo.

- Ninguna persona coherente del distrito cuatro, entraría a nadar en la temporada verde – dije respondiendo a su pregunta y a su sonrisa. Ella miró a donde minutos antes había estado – Es por el color de tu pelo, tu piel y tus ojos – señalé con mi mano.

- Mi madre, nació en la veta del distrito doce – Comentó ella distraídamente, observando las plantas que casi habían acabado con su vida momentos antes – son rasgos propios de la zona. Pero yo soy del distrito siete, llegué hace dos días. – Terminó mirándome.

- Indiana Heavensbee – Dijo enseñándome una mano.

- Finnick Odair – respondí tomándola de inmediato con una sonrisa amistosa.

- Te conozco... – dijo con una expresión que demostraba que no sabía de dónde.

- Mmm... gané los juegos del hambre dos años atrás – dije para disipar un poco sus dudas.

- Ah... - dijo ella todavía distraída, como si hubiese recordado de donde me conocía.

- ¿Nos conocemos de otro lado? – Estaba entrando en pánico. ¿Había estado con ella y no lo recordaba? No, no podía ser. Nunca había estado con alguien tan joven. Además, de haber visto esos ojos antes, nunca los hubiese olvidado.

- No... supongo que de los programas de televisión – Vio algo detrás de mí y se puso de pie.

- ¡INDIAAANAA!  - Gritó una mujer desde la rambla.

- Ya debe ser hora de comer. Gracias Finnick. Nos vemos en algún otro momento – Dijo la pequeña chica antes de caminar lo más rápido que podía hasta donde se encontraba la mujer de aspecto relleno.

Me quedé extasiado viendo cómo se alejaba sin mirarme.

Secretos junto al mar [Vida de Finnick Odair]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora