Capítulo 5: Sueños

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El  lugar resplandecía. La madera pulida y los  toques finos de color, hacían que todo pareciera pertenecer a algún pedazo de cielo. 

- Por un segundo la visualice como un ángel. Su cabello largo cayendo entre sus alas blancas. La luz dándole desde todos los ángulos. Me llenó de una paz inexplicable. -

 ¿Un ángel he dicho? ¿Que me estaba ocurriendo?

Me acerqué a ella. Estaba irreconocible. 

Sus pestañas eran mucho más largas y curvadas de lo normal. En la punta, tenía un pequeño brillante de color rojo. Su pelo recogido, dejaba ver en su cuello un tatuaje que nunca había notado. Una pequeña estrella.

Posé el plato y las copas en la mesa, tomé otra bebida de frutilla, como a ella le gustaba. Ni siquiera volteó a mirarme. Estaba absorta en una conversación en alguna red social, en su teléfono móvil. Me senté a su lado y tomé nuevamente su bebida.

- ¿Un trago linda? – Ella me miró. Tardó pocos segundos en regalarme una sonrisa de reconocimiento.

- Gracias – dijo tomando un sorbo del vaso que le había dado momentos antes.

- ¿Aburrida la fiesta? – pregunté para desconcentrar mi mirada de sus labios.

- Toda gente mayor. Mis papás me obligaron a venir, insisten en que socialice con ellos. – dijo señalando con la cabeza a las personas que bailaban al son de una música muy aburrida. - ¿Con quién estás?

- Monique Rutt – el tono en mi voz creo que le hizo saber el desprecio que tenía por todo esto, porque dijo:

- Mi más sentido pésame. Esa mujer es despreciable.

- No tengo opción – susurré.

Justo en ese momento, la susodicha se acercó y dijo: - Finnick, Mark Lich, está ofreciendo una fiesta en su casa, ¿Podemos vernos mañana en algún momento?

- Si claro – respondí enseguida. Su sonrisa denotaba que esta noche iba a estar mucho más ocupada de lo que había planeado en un principio. Le sonrió a India. Supuse que se conocían personalmente.

- Por un momento creí que te iba a decir para que fueras con ella – dijo con alivio.

- Yo también creí que me iba a llevar – dije distraídamente.

- ¿Sabes como son las fiestas en la casa de Mark? – preguntó tecleando algo en su teléfono.

- Nope.

- Estar desnudo es requisito para entrar – movió sus ojos de un lado al otro. Su expresión me hizo reír.

- Ese dato no lo tenía – dije aun riendo.

- ¿Quieres ir a una verdadera fiesta? – dijo levantándose.

- Claro... ahora estoy libre. Bueno... Definamos libertad... - Me regaló otra de sus hermosas sonrisas. No puedo dejar de perderme en ella cada vez que lo hace.

Salimos del salón del hotel. La noche era fría y húmeda. O al menos eso me parecía a mi. Jamas pude notar esos aires pintorescos del Capitolio que todos dicen notar. 

Para mi cada segundo en ese enfermo lugar, era un segundo más de agonía. 

Pero ahora era diferente. Estaba con esa persona especial para mi. Estaba con ella. 

Tomamos un taxi que Indiana guió dándole un nombre de calle que yo no conocía.

Entramos en una especie de bar. Las luces de colores se complementaban muy bien con los extraños vestuarios que todos llevaban.

Pensé en preguntarle si no estábamos mal para la ocasión, pero enseguida, vi a muchos jóvenes bailando música electrónica vestidos de la misma forma que nosotros. Chicos de traje, chicas de vestido largo y mullidos. ¿Es que se vestían así todo el tiempo?

- Son los hijos de las personas que estaban en la otra fiesta - Contestó India a la pregunta formulada en mi mente. - La invitación es para padres e hijos, pero como es obvio, al cabo de unas horas, nuestros padres estar tan ocupados que no notan nuestra ausencia. 

- Imagino que "mi invitación" era en calidad de hijo, entonces.

- Si imagino lo mismo - Dijo riendo a carcajadas en forma irónica. Siempre me hacía reír.

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Bailamos toda la noche, y tomamos tragos. Nos divertimos mucho. Esto sin duda superaba ampliamente las expectativas de la noche.

Cuando el sol comenzó a asomar, India me pidió que nos fueramos.

Fue todo un descubrimiento, saber que teníamos dptos. en el mismo edificio. Claro, su madre también era vencedora.

Subimos al ascensor, marqué el número de mi piso. Cuando estaba por preguntar el de ella, vi que estaba soltando su cabello y sacándose las pestañas postizas. Las guardó en su bolso pequeño del color del vestido.

El ascensor marcó la llegada con un pitido. Sin pensarlo, tomé su mano y la dirigí al hall de entrada que había en el piso.

Entramos a la sala de estar. 

Siempre me llamó la atención, que con simplemente un botón, todo sucediera de otro modo. Al ingresar, el ambiente era frió, y sombrío. Pero al combinar unos cuantos botones, en el control central, todo cambio. 

Las luces se atenuaron, una chimenea iluminó los sillones del living, una suave música hizo mas ameno el ambiente. Era perfecto.

Ella era perfecta. El ambiente era perfecto. La situación era mágica. 

Ha decir verdad, la que producía magia era ella. 

En alguna ocasión, Hannah me había mencionado algo de mariposas en el estomago cuando uno se enamora. ¿Éso era amor? ¿Insectos en el cuerpo? 

No. Amor era ella. Ella era magia, calor, contención, alegría. Ella era amor. Ella era mi amor.

- ¿Tomamos algo? - pregunté sin saber que hacer.

- No creo que mi cuerpo soporte más que agua - sonrió.

Busqué en la cocina un vaso, lo llené de agua del grifo, y se lo entregué. Verla beber, era algo inexplicable. Esa forma en que sus labios se topaban con el vidrio, sus dedos marcando el contorno, la sutil inclinación de su cuello hacia atrás. Belleza pura.

Dejé el vaso en la mesita ratona, y me miró.

La tomé por la cintura y sin pensarlo más, la besé. Acaricié su rostro, su cuello, sus brazos, su espalda, su muslo.

Dejé mi mano ahí. La atraje más a mí. Me separé tan solo unos centímetros. La miré. Largué un suspiro que ni siquiera sabía que tenía dentro.

Ella tomó mi mano y caminó hasta el pasillo que llevaba a las habitaciones. Me miró un segundo. La dirigí hacia mi dormitorio, y oprimí el botón que abría la puerta.

La habitación parecía habernos esperado siempre. Era simple, pero hasta su color natural neutro, parecía mágico en ese momento.

Fue ella ahora la que me besó. Se acercó a mí, y acarició mi pelo con ambas manos.

Se mordió el labio levemente como pensando si hablar o no. Al fin dijo en un susurro:

- Te necesito.

Me necesitaba. Eso me había dicho. Que me necesitaba.

Yo también la necesitaba.

Las almohadas sobraban. Me dispuse a bajarlas de la cama, para que ella estuviera mas cómoda. Solo faltaba una cuando la miré.

Una sonrisa se me escapaba de los labios. Ella dormía. Descansaba como si su lugar en el mundo fuera ese. Ahí, esperándome. 

Me desvestí, y la desvestía a ella. 

El resto de la noche fue demasiado corta. Necesitaba guardar esa imagen de ella durmiendo en mis brazos, en lo profundo de mi  corazón.

Suspiré con amor.

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⏰ Última actualización: Aug 25, 2016 ⏰

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Secretos junto al mar [Vida de Finnick Odair]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora