Kim Jongin

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"Kyung Soo"

Sus pasos demostraban la fidelidad en su seguridad, la elegancia y el porte, y no solo en sus zapatos bien lustrados. Sus largos dedos portadoras de unas uñas cortaditas y aseadas al ras del de ellas, con un bastante y fino reloj que abrazaba con sutileza la muñeca a la medida perfecta, su rostro con pómulos adecuados, con unos ojos chocolatosos que profundizaban y te revelaba el alma, con los labios apetitosos y lo suficiente abultados para quererle robarle y no un solo beso.

Vestido con seda y finas telas que abrazaban con regocijo esas caderas, con un chaleco que se acomodaba a sus ligeramente anchos hombros y acomodas en su esbelta cintura, esa colonia masculina que te atisbaba con locura, le pertenecía a él, a Kim Jong in.

—¡Allí viene! — las ligeras risas de las mujeres que se encontraban a mi alrededor ocultaban los pensamientos que en su mente invadían insanamente, cuchicheaban en cualquier momento, pero cuando su presencia se encontraba cerca, eran muñequitas de porcelana. Pues parecían ser de exposición.

Giré ligeramente y lo miré con el teléfono en la mano, colocado firmemente en su oreja derecha, con el rostro mirando a un lado, estaba enojado. Sus cejas entrecerradas y la mueca en sus labios lo delataban. Suspiré cuando lo perdí entre las puertas del elevador y volví la mirada a las distinguidas damas que me recolectaban el documento que solicitaba.

Las miré cuidadosamente y observé a cada una de ellas, eran parecidas o también desconocía de que, si todas las mujeres que me rodeaban eran así, con un rostro pequeño, la piel clara, con curvas y ropas que se acomodaban en esas pequeñas figuras, de una estatura inferior a la mía pero que eran bellamente disfrazadas por unos elegantes tacones de distinto tamaños. Ni que mencionar del estúpido maquillaje "natural" que espolvoreaba su rostro.

Agaché la cabeza cuando una idea cruel y apresurado germinó en mi mente, mis labios se ladearon por la sonrisa de estupor del simple hecho de pensarlo.

Estaba más claro que el agua, las miré nuevamente sonriéndoles para encubrir mis raros, pero quizás certeros pensamientos.

Todas ellas eran, Como a él le gustaba. No era momento de tener envidia de ellas.

Sujeté el folder ámbar y los acomodé a pesar de quizás estuviera ordenados.

—Gracias— les sonreí ¿Hipocresía? No, era simple cortesía. Porque la hipocresía y la falsedad se expedía por sus tantos poros, pero no en mi rostro. No las odiaba claro que no, pero sabía de ante mano que ellas habían pasado en manos de ese hombre.

Suspiré de nuevo cuando caminé hacia el elevador, sobándome el cuello en el transcurso de los pisos, Cuando las puertas se abrieron para dar paso a mi oficina, un hombre alto me obstaculizó el paso. Sus grandes orejas lo hacían único.

—¡Hola KyungSoo! — le sonreí cuando un grato y conocido aroma volvió a inundar mis fosas nasales, miré a Chanyeol y sus ojos me afirmaron lo que ya sabía.

Tiró de mi muñeca y me alejó aún más de lo que estaba.

—Ten cuidado — su tono fue a una más bajo de lo que acostumbrado.

—¡Si ya se, te veo en tu casa a las 19:00! ¡Relájate hombre! —sonrió satisfecho, aunque su abrazo me tomó desprevenido le correspondí carcajeándome cuando su emoción me invadió, bien no era algo cotidiano eso, lo acepto.

Apresuré mis pasos para evitar la incomodidad de lo que esa mirada podía provocarme. Pero mis ojos alcanzaron la obscuridad.

Si, Sabía quién era.

Pero Fue demasiado rápido.

Su velocidad me mareaba.

Cuando mis ojos vislumbraron claridad, lo primero que vieron fue esa sonrisa coqueta, me fue difícil no contagiarme. Nos encontrábamos en una oficina vacía y sin ser asignada, ignoré el sitio como de costumbre y le sonreí de nuevo.

—Eres peor que un niño al ver al heladero. — susurré cuando su nariz paseaba gustosamente por mi cuello. Sus manos acechaban tentadoramente la piel de mi cuerpo empezando por las caderas que tanto le gustaba.

—¿Te he dicho que sabes delicioso? — asentí deshaciéndome del sacó y abriendo los primeros 3 botones de mi camiseta para que esto fuera rápido. Dejé descubierto mi clavículas y parte de mi hombro derecho.

—Aliméntate — susurré cuando su aliento mentolado golpeó mis mejillas, me besó los labios y me sonrió para después morder esa zona, nunca me acostumbraría a esos colmillos profanados, a ese ardor y picazón que se situaba alrededor, a la Sensación de como mi sangre era drenado de mi cuerpo.

Y antes de que perdiera la noción del tiempo y espacio, Pasé mis manos sobre sus hombros y lo traté de apartar cuando me sentí extasiado con un solo toque de sus dedos sobre mi cuerpo, ya era tarde, Me había drogado. Ese era el momento que me desconocía y el me acarreaba a su lujurioso infierno, que se sentía como el paraíso.

Mis manos abrieron con avidez su camiseta y el botón de sus pantalones, provocándole la risa que me encantaba, lástima que era por mi desesperación.

Lamió la herida hecha por sus dientes y empujó mi rostro al escritorio, aplastando mis mejillas en ella y sujetando mis caderas, sin importarle si la posición era cómoda o no. Sus habilidosas manos terminaron de abrir sus pantalones y las mías que había bajado sin escrúpulos y dudo que lo haya pensado dos veces, metió de golpe su miembro, sin delicadeza o caballerosidad.

Gimoteé por el dolor. Si bien que la droga había preparado mi interior para su bienvenida, pero el idiota no sabía controlar su lujuria.

Acomodé mi mano de bajo de mi rostro ocultándolo, ya que era tan expresivo en ese momento.

—¡Ni te atrevas...! — grité adivinando lo que haría a continuación, pero mi tono de voz no fue lo demasiado autoritario, pues él embistió mi cuerpo con suma destreza para después clavar sus colmillos en mi hombro.

Mierda, estaba perdido.

Nalgueo mi trasero y sonrió ante el gemido que me fue difícil guardar, el ruido de su pelvis golpear mi trasero era como el galopar de un caballo.

—¡Me estás debilitando! —me silenció con un beso, una jugada sucia de su parte. llevó su mano hacia mi virilidad y lo masturbó al mismo tiempo que su pelvis arremetía con mi cuerpo.

—¡Me encantas! — él tenía muchas energías, pero yo no. Mi sangre hizo con él, como un niño con el café. Sólo lo volvió salvaje e imperativo.

Sus manos giraron mi cuerpo y me alzaron para sentarme sobre él escritorio.

Ni un respiro me dio.

Abrió mis piernas y empujó su gruesa Carne dentro de mí. Me aferré a ese placer que me inundó por completo.

—¡Mgh! ¡Jong... Jongin! — Envolví mis brazos en su cuello y oculté mi rostro en ese mismo lugar, para que los gemidos que hacían rebotaran sobre él.

Me estaba agotando.

—¡Kyung! ¡ah! — gimió dejando caer su cuerpo sobre el mío. Su esencia se había impregnado dentro de mí, y se escurría entre mis piernas cuando Jongin se alejó de mí.

Se mantuvo quieto, esperando que mi respiración se regularizara, y esperando que las toxinas que me envió por medio de su mordedura pasarán, y eso llegó cuando El sueño y la falta de glucosa se sintieron en mi ser.

Llevó sus manos a mis piernas y me abrazó para recostarme sobre el mueble y me limpió con las toallitas previamente guardadas en mi mochila, vistió mi cuerpo y me regaló una barra de chocolate. Antes que mis ojos se cerrarán Miré su espalda mientras se acomodaba el pantalón y los botones de su muñeca, cuando se giró a mi dirección me sonrió.

—¡Eso fue excelente KyungSoo! — acercó sus labios a mi boca y eso fue como el agua después de un arduo ejercicio, me besó disipando una de sus tantas formas de anestesiarme para restaurarme y fuera como si nada hubiese pasado.

Me tiró unas galletitas energéticas y salió. Llevé mis manos a mi rostro y suspiré tratando de apaciguar el torbellino de emociones que sentía, incluso de ahogarme con las lágrimas que brotaban en mí sin piedad, me había utilizado de nuevo

Porque claro, yo era como ellas. Fácil. 

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1334 palabras
6 de Febrero 2019

sin corregir.

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