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Primer Valentín

El chico entra al cuarto de Brenda con algo de temor, llegando a tropezarse con su propio pie. Cruzo una mirada con mi amiga y negamos con la cabeza, pero le damos una pequeña oportunidad al chico.

—Me-me llamo Valentín. Tengo catorce años y vengo por el casting.

Sus ojos negros se mueven de acá para allá, intentando hacer contacto visual con alguna de las dos. Su cabello rubio tirado hacia atrás y pegado al cuero cabelludo a causa del gel no le da un buen aspecto, pero sonríe y se le marca un hoyuelo que lo vuelve encantador.

De repente, hace una mueca rara con la nariz, moviéndola de acá para allá. Frunzo el ceño, intentando entender porqué abre la boca y la cierra como pescado fuera del agua. Sus ojos se llenan de lágrimas y de repente toma aire mientras grita y suelta un escandaloso estornudo, bañándonos a Brenda y a mí con mocos y saliva.

—¡Siguiente! —gritamos las dos a la vez con mueca de asco.

Segundo Valentín

Un moreno con rulos en forma de arbusto, muy alto y flaco entra. Contengo una carcajada cuando golpea su frente con el marco de la puerta. Se aclara la voz antes de hablar e intento afinar el oído para entender sus palabras. Su voz es tan ronca y baja que parece un robot, apenas puedo entender que dice que se llama Valentín y tiene dieciséis años.

Mi amiga es la encargada de decirle que no. Por hoy, terminamos con esta especie de casting. Me siento abatida, pareciera que todos los Valentines son feos o mis expectativas son muy altas. Lo bueno es que todavía faltan seis días para la fiesta, todavía hay tiempo.

Brenda y yo nos tiramos de espalda a la cama a la misma vez con un suspiro.

—Esto no va a funcionar —comento con tristeza, jugando con su mano en el aire.

Un olor nausabeando llega de repente a mis fosas nasales y no puedo evitar hacer una arcada.

—¿Sentís ese olor? —cuestiono. Ella me mira con confusión y niega con la cabeza.

Sigo el origen del aroma tan asqueroso, proveniente de debajo de la cama. Tapo mi nariz a la vez que levanto las frazadas para mirar y... ¡Ay, por Dios! ¡Esto es lo más asqueroso que vi en mi vida!

—¿Por qué hay una banana podrida debajo de tu cama? —interrogo asomándome por la ventana para tomar aire.

—¿¡Qué!? —chilla con incredulidad—. ¡Ay, no! Esta es la banana que perdí hace una semana, ¡acá estaba!

La agarra con delicadeza y noto como se hace puré en su mano. Esto es demasiado repulsivo, para colmo no es capaz de sentir el hedor que emana esa porquería.

—¡Oh, no! Mi preciada banana... —Se queja con expresión dolorosa. Suspiro y solo la observo sufrir por la fruta que perdió.

Quince ValentinesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora