Aarón volvió a casa y se encerró en su cuarto. Por primera vez en mucho tiempo no tenía ganas de hacerse daño. Por fin tenía un amigo, un buen amigo. Se tumbó en la cama. Carlos estaba en la silla del escritorio mirándole fijamente.
- Estoy siempre a tu lado, te lo dije. Yo te ayudaré con esto.
- ¿Ayudarme con qué?
- A joderles. A todos los que te han jodido a ti. Es lo justo, ¿no?
- Supongo...
- Tienes que estar decidido y prometer que confiarás en mí y harás todo lo que yo diga.
Aarón guardó silencio. ¿Cómo iba a confiar en un pleno desconocido, aunque pareciese que este le comprendía?
Carlos parecía molesto y Aarón se dio cuenta. No quería perder a alguien que estaba dispuesto a ayudarle... Tomó aire y dijo, con la voz algo descompuesta:
- Lo prometo.