Epílogo, playlist y agradecimientos

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Zayn

— ¿Cómo se encuentra mi gilipollas preferido? —susurra Louis en mi oído, provocando que me sobresalte de la sorpresa y le pegue en la cara con mi mano derecha como acto reflejo de autodefensa; la relativa paz que había conseguido al estar sentado en su sofá en silencio, la ha roto por completo. Joder, ahora comprendo el odio que April sentía a mis continuos sustos: ahora mismo podría matar al imbécil de Louis que, a pesar de haberse llevado una hostia de mi parte, no para de reírse de mi cara.

— No tiene gracia —refunfuño volviendo a mi posición original, pasando de seguir viendo su rostro divertido.

— La tiene porque has probado un poco de tu propia medicina —me contesta sin parar ni un segundo sus carcajadas, a lo que yo ruedo los ojos totalmente cansado; no tengo ni una pizca de ganas de aguantar sus bromas hacia mí o su risa. De hecho, no tengo ganas de nada.

Sé que debería estarle más agradecido —o, al menos, podría hacer un esfuerzo aparentando felicidad, cosa difícil puesto que la felicidad es una de las pocas emociones que no recorren mis venas ahora mismo, o una sonrisa falsa— ya que se ha tomado la molestia de invitarme a pasar la noche de Navidad junto a él y su familia, pero simplemente no puedo. A pesar de que sus padres siempre me han acogido como un hijo más y de que me han tratado siempre con cierto aire paternal cada vez que Louis me invita a su casa, no siento que este sea mi sitio, me es imposible llamarlo hogar. Desde que conocí a April, mi hogar siempre ha estado donde estuviera ella, pero ahora que se ha ido me siento más perdido que nunca.

Me siento como un verdadero imbécil por sentirme así, por sentirme sin rumbo aún cuando tengo el trabajo que siempre he soñado, mi apartamento, mis amigos y mi moto; debería centrarme en estas cosas, en darles el valor que se merece porque, debido a mi pasado y a mi carácter, no ha sido nada fácil conseguirlo. Sin embargo, tampoco me es posible, tampoco puedo sentirme agradecido por estas cosas. Todas y cada una de esas cosas me recuerdan a April: fue ella quien consiguió que obtuviera mi trabajo soñado; pese a que, después de que nos diéramos los regalos y nos deseáramos unas felices navidades, ella se llevara toda su ropa de mi armario junto a otros objetos personales, sigue habiendo demasiados recuerdos de ella por todo mi apartamento; cuando miro a mis amigos, no puedo evitar sentir que desean preguntarme por ella, pero no lo hacen por respeto a mí; y cada vez que veo mi moto o la conduzco, recuerdo el pánico en su mirada por verse obligada a montarse en ella.

Joder, jamás había sufrido tanto por alguien desde mi padre y casi había olvidado lo mucho que duele tener que decir adiós a la persona que quieres decir hola. Por suerte, sé la solución al problema: construir de nuevo un muro para que nadie pueda hacerme daño, solo que esta vez más gruesos porque April puso destruirlos con tan solo posar su mirada en ellos. No, no puedo dejar que algo así me pase de nuevo. No sé si estoy razonando como una persona normal dolida o como una persona desesperada por escapar de su dolor, aunque sea durante un segundo, pero necesito protegerme a mí mismo. No puedo permitirme estar así de incapacitado, de inútil por una persona que ahora mismo debe estar dirigiéndose al aeropuerto para volar lejos.

— ¿Todo bien? Mi Zayn no hubiera dudado en contraatacar o en pegarme más para hacerme callar —observa Louis en tono serio; todo rastro de la diversión que antes sentía por haberme pegado el susto de mi vida ha desaparecido, ahora solo hay preocupación. Decido quedarme callado porque no sé qué decir y tampoco me apetece tener que pronunciar palabra alguna—. Me estás asustando, Zayn —afirma sentándose a mi lado con rapidez.

Tampoco recibe respuesta alguna; no sé qué cojones me pasa, pero mi garganta se niega a omitir sonido alguno. Louis es plenamente consciente de lo que me ocurre, solo me pregunta qué me pasa para intentar hacerme hablar de mis sentimientos con la intención de que, de algún modo u otro, me sienta mejor ante tal liberación. Y es imposible que entienda que, aunque le cuente cómo estoy o cómo me siento cincuenta veces, no mejoraré. De hecho, ni yo mismo sé qué hacer para mejorar, y eso que he tenido toda una semana para poder averiguarlo.

She » z.mDonde viven las historias. Descúbrelo ahora