Introducción

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"¿Qué crees que es más probable que pase antes, Dennis?" pregunté cerrando el periódico del día y dejándolo doblado encima de la mesa, al lado del té. "¿Que Thomas Shelby gane las elecciones o que una mujer llegue a presidente?"

"¿Teniendo la reputación que tiene? Probablemente haya sobornado a todo Londres a estas alturas" respondió, dándole un sorbo a su taza mientras ojeaba el titular.

Agarré la pitillera y me dispuse a fumarme el primer cigarro del día. Mordiéndome el labio mientras miraba la foto que el reportero había elegido para acompañar la noticia. Toda la familia posando con el campeón.

Dennis dejó caer la galleta que se estaba comiendo en el plato, mirándome fijamente como si pudiera ver mis pensamientos.

"No me gusta nada cuando haces eso. Significa que has tenido una idea y no me gustan tus ideas" dijo limpiándose cuidadosamente los labios pintados de carmín con la servilleta.

Sonreí, aguantándome la risa.

Dennis era una de nuestras sirvientas. Cuando mi padre la contrató tenía a penas trece años y yo dos menos que ella. Con mi hermano en la universidad y un puñado de patanes sin hijos que visitaban la casa cada dos por tres, ella era la única persona de mi edad con la que me permitía el lujo de pasar el rato. Una vez heredé el título y la casa, Dennis se convirtió en mi mano derecha y mi confidente.

"¿Cuánto dinero crees que puede ganar? Tiene negocios por toda Inglaterra y en Nueva York. Solo de pensar en las cifras que deben de rellenar su cuaderno de cuentas noto que me tiemblan las piernas" dije, aún con la sonrisa en mi cara.

"Deberías estar pensando en los preparativos de la celebración del sábado y no en los billetes que le entran en la cartera al desgraciado de Thomas Shelby" espetó, terminando su café como si fuera una copa de whiskey.

"Dios nos asista, Dennis. Hacía mucho que no te notaba tan negativa en cuanto a nuestros negocios se refiere" dije, inclinándome sobre la mesa. "¿Es porque es un Shelby o es que te estás haciendo vieja?" La molesté, frunciendo el ceño, como si estuviera examinando su rostro en busca de algún signo de la edad.

Me pegó en el brazo, parando mis bromas.

"Deja las preguntas estúpidas para otro momento, vamos a llegar tarde" respondió ofendida, clavando sus ojos en mí como puñales.

"Y además te preocupa la puntualidad. Te estás haciendo vieja, definitivamente."

"Una cosa son nuestros negocios. Que enamores a un conde viudo para que te regale las joyas de su difunta esposa puede causarme hasta gracia. Pero querer meterte con esa gente es como correr por un campo lleno de dinamita, no sabes por dónde puede explotar" explicó, girándose un poco en su asiento para encararme mejor.

"Parece que hablas con conocimiento de causa." Esperé expectante a que me respondiera. Cualquier información sobre ellos me parecía de lo más excitante en ese momento.

Una risa seca abandonó sus labios.

"Sabes lo que hacían antes tan bien como yo, y sabe Dios lo que harán ahora que tienen más poder."

"Has dicho la palabra clave, querida. Poder. Y quién sabe, tal vez alguno de ellos esté soltero. O soltera" añadí guiñándole el ojo. "Hace mucho que no te veo salir con alguien" dije, dándole el último sorbo al té mientras nos reíamos como dos adolescentes.

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"¿A nombre de quién, señoritas?" Preguntó el hombre trajeado que esperaba en la puerta a los invitados.

MY WAY | Peaky BlindersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora