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El día y la noche es lo mismo para quien no tiene esperanza en su corazón. Los minutos, horas, días, semanas, incluso años no son nada, pasar día a día sin ningún tipo de cambio. 

Ver el sol salir hacer los quehaceres, cocinar y servir sólo para ver al sol ocultarse tras las montañas, esperando volver a verlo el siguiente día, así eran los días para Seokjin monótonos y aburridos, su vida siempre fue de ese modo desde que tuvo uso de razón y nunca se cuestionó nada al respecto. 

Sólo había una cosa que le habían enseñado, obedece Seokjin, obedece siempre, sin preguntar, sin dar objeción, haz lo que se te diga siempre, entonces así lo hizo.

Siempre sumiso y obediente, nunca hizo preguntas, porque muy en el fondo sabía que las respuestas sólo lo dañarían, en la ignorancia halló refugio y nunca se permitió cuestionar nada acerca de su vida o pasado, su vida es lo que es, nada más y nada menos. 

No tenía recuerdos previos a ser alguien a quien solo le decían el que, como y cuando hacer algún tipo de actividad. En su mente aún tenía el recuerdo de estar en una habitación fría y oscura, había humedad y gritos, llanto y tristeza, no quería recordar ese tipo de cosas, por lo que decidió olvidar todo lo que pudo. Sin embargo a veces su memoria lo traicionaba recordando pequeños fragmentos, recordaba una pequeña parte donde él era  pequeño. 

El día llegó, se dijo, en su muy pequeña mente, la anciana que lo acobijo le dijo que siempre obedeciera a cualquiera que le diera órdenes, pues esa persona era su dueño o dueña, no la cuestionó, entonces se lo llevaron lejos del único ápice de cariño que tuvo en su vida, lejos de la anciana y de sus hermanos, no eran hermanos de sangre, pero así los veía, esos años de tristeza los paso con ellos. 

Instantes después estaba delante de mucha gente, ellos gritaban números por todas partes, aún recordaba el miedo, el latido desaforado de su corazón, recordaba el pánico recorrer cada pulgada de su pequeño cuerpo.

Un viejo cambiante panda lo llevó a su casa ese día, tenía apenas 6 años, pero a esa corta edad ya tenia que hacer muchas cosas en la casa del panda, él le daba ordenes de lo que tenía que hacer a lo largo del día y así lo hizo, no era tan mala su vida, tenía un techo, una cama caliente, comida y la compañía del panda, con el tiempo se obligó olvidar los rostros de sus hermanos, olvidó sus nombres, sus voces, todo, ahora esa parte de su vida era como un sueño, una pesadilla en lo profundo de su mente.

Los años fueron monótonos, el panda  le enseñó unas cuantas cosas, como escribir y leer, claro que era por propio deleite ya que Seokjin se la pasaba todas las tardes leyendo grandes libros para el panda. El cambiante era bueno, gentil y nunca le hizo daño, ni siquiera lo regañaba cuando rompía algo por accidente, el único problema para Seokjin era que no lo dejaba salir al exterior, apenas y solo lo dejaba salir al jardín en las mañanas y nada más. Cuando llegó su primer cambio el panda lo ayudó en la transición, fue muy dolorosa, pero gracias a él la sobrellevo muy bien, le debía mucho, le quería mucho. 

Un día una nube oscura descendió en su vida, cambiando en totalidad sus días monótonos.

-Ahora te irás con migo Ji le dijo una anciana de aspecto duro-su nombre era Seokjin, pero a lo largo de los años el anciano panda se limitó a llamarle Ji, por supuesto la memoria del viejo beta se estaba deteriorando por lo cual había olvidado el nombre de su esclavo, por lo que solo lo llamo Ji y desde entonces así se quedó sólo como Ji,  al tener apenas  6 años cuando llegó, con el tiempo él también se olvidó su nombre, junto con los malos recuerdos. 

-Pero el Señor Lee, él me va a necesitar cuando regrese-respondió con respeto a la anciana alfa con la vista baja. Días atrás el Señor Lee enfermó y lo llevaron al hospital, Ji esperaba su regreso pero al parecer no volvería. 

-El Señor Lee ya no está con nosotros Ji, él me dijo que te cuidara. 

Lo que Ji no supo fue que antes de morir el Señor Lee le había dado su libertad y la mitad de su fortuna, pero su hermana una anciana alfa no hizo que su voluntad sea respetada, se quedó con la fortuna del Señor Lee y con Ji. 

Ese día con ojos llorosos y con un vació en su corazón se fue con la alfa panda, dejando atrás la única vida feliz que tuvo, recogió su maleta en donde puso sus pocas pertenencias y salió de casa, la casa en donde vivió 14 años, una lágrima cayó de sus ojos antes de salir. En silencio se despidió del Señor Lee y le agradeció por todos los años que le permitió tener una buena vida, pues a pesar de ser un esclavo nunca se sintió de esa forma.  

-¡Ji !

Un grito en la parte superior de la casa lo hizo despertar, eran las cuatro de la mañana, el sol aún no salía del horizonte y la alfa panda ya estaba gritando el nombre de Ji por toda la casa. 

En ese momento con un salto salió de la cama, con el corazón acelerado se vistió lo más rápido posible con su uniforme, el cual constaba de un pantalón negro de vestir y una camisa formal blanca,  salió del armario de escobas donde era su habitación, de apenas dos metros y medio, donde y apenas entraba un catre y un pequeño mueble para la poca ropa que tenía y su uniforme. 

-Sí Señora-se apresuró a decir apenas entraba a la habitación de la alfa, después de tocar la puerta un par de veces, pues en una ocasión anterior al escuchar los gritos de la alfa Ji pensó que  le había ocurrido algo y entró sin golpear, entonces un látigo en su espalda le hizo aprender a siempre tocar las puertas antes de entrar a cualquier habitación. 

-Tengo frió Ji, tráeme una manta más gruesa-ordenó la alfa panda acostada en la cama. Ji fue al armario donde la anciana guardaba las mantas y cobertores, tomó uno y la arropo. 

-Puedes retirarte Ji y ya que estás levantado ve a afuera y riega las plantas, las rosas se están marchitando. 

En el exterior debía hacer mucho frío, el invierno se estaba acercando y era normal que las flores estuvieran empezando a marchitarse, pero no dijo nada, solo se inclinó y salió de la habitación para después dirigirse al jardín con un abrigo y regar los rosales. 

Al terminar observó la hora de su reloj de muñeca, ya eran las 5 de la mañana, no tenía sentido acostarse otra vez, por lo que decidió hacer el desayuno, tenia que hacer muchos platos para la panda, claro que no comía todo lo que Ji preparaba pero aún así tenía que preparar todos los platos sin que faltara uno solo, eso había aprendido una mañana en la que se dio cuenta de que la panda nunca tocaba la piña que cortaba y decidió no ponerla en el menú, eso hizo que recibiera 5 latigazos en su espalda, siempre era lo mismo, si cometía un pequeño error la alfa ordenaba a su guardia, un cambiante lobo que diera unos fuertes latigazos en su espalda, haciendo cortes en ella, ahora si sentía su estatus de esclavo, pero no dijo nada, no debía hacerlo. 

SOY DE TU PROPIEDAD (NAMJIN) #2 Mercancía EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora