Viaje a Tepatitlán y san miguel

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Comencé a preparar todo para emprender mi viaje en bicicleta, esa fiel compañera que me acompaña a todos lados, la que hace de mis traslados más alegres, tranquilos, rápidos, aunque en algunos casos también más riesgosos, pero dándole así sabor a la vida, algo así como el chile a la comida mexicana, y lo dice alguien que no come chile.

Tenía ya casi todo listo, la casa de campaña, el sleeping, la ropa, la ruta más o menos definida, (con los destinos fijos) la parrilla adecuada para este pequeño viaje, las alforjas para trasladar todo, faltaba el bajo sleeping pero se había solucionado hace tiempo de donde conseguirlo prestado, por su puesto la bicicleta y la idea; la idea de llegar a un punto fijo en el mapa, la idea de disfrutar más que el destino el camino a él.

Algunos días antes, empezó el miedo pre-viaje, así lo llame yo, los nervios, la ansiedad y claro la emoción. Aunque por desgracia el que se presentaba con mayor fuerza era el miedo, a tal grado, que varias noches antes comencé a despertar en la madrugada, además con la imposibilidad de volver a dormir y descansar, púes en mi cabeza rondaban solamente miedos, los miedos de aquello que podría pasar, y las típicas preguntas que uno se hace antes de algo intimidante o algo completamente nuevo, preguntas como: Y ¿si se rompe el cuadro? ¿Si la parrilla se vence? ¿Y si no llego a tapa? ¿Si estando en Tepa no encuentro dormir? ¿Si no logro regresar? E incluso preguntas sobre la inseguridad en el país ¿si me secuestran?

El día de partir se acercaba, el miedo nocturno iba en aumento, así como las preguntas, pero también, la emoción por comenzar a pedalear, por saber que pasará, si soy capaz o no de lograrlo. Esto hizo que fuera cada vez más sencillo motivarme a hacerlo sin importar lo que pudiera pasar. Solo una cosa me preocupaba, el hecho de que el miedo me hiciera regresarme, que si por miedo aprovechara cualquier inconveniente como pretexto para volver a la seguridad de mi hogar.

La fecha estaba marcada, martes 2 de octubre, un día antes de mi cumpleaños, mi bicicleta ya estaba lista para poder partir, solo faltaba el pequeño detalle de conseguir una lámpara potente por si tenía que pedalear en la noche y una llanta, púes la que tenía ya estaba lisa. Ahora solo a esperar a que llegara el día, a que nada me impidiera comenzar a pedalear con mis alforjas.

Unos días antes de mi partida, curiosamente tuve la oportunidad de conocer a Mathieu y Delphine, una pareja Canadiense, que tiene la intención de llegar desde Guadalajara hasta Canadá en un bocho. Buscaban algunos materiales para poder partir, aunque primero irían a Sayulita a surfear, luego regresarían a Guadalajara para partir con rumbo norte hacia Canadá.

Al día siguiente las coincidencias del universo no pararon, púes de nuevo tuve la oportunidad de conocer a personas interesantes, era un pequeño grupo, no estoy seguro pero parecía una familia, el señor, quien podría ser el padre, era de Colombia, y la señora, así como los 3 niños eran franceses. El me conto que recorrió el mundo pedaleando durante 20 años, me relato parte de sus aventuras, como los vientos imposibles de atravesar en la Patagonia, que pueden llegan a ir a 100km en contra, y como, en los Alpes, aunque es pesado el camino, es de las rutas más increíbles que puedes realizar en bicicleta; me conto que los tres niños a su edad ya habían recorrido España en bicicleta ¡5000km pedaleando! Cabe mencionar que el mayor no parecía tener más de 12 años.

Todo esto pudo hacer que la emoción creciera, que aplastará el miedo, ese miedo que aunque seguía ahí, ya no lograba molestarme más. Cada vez ansiaba más que llegara el día de pedalear y no pudo haber mayor impulso que volver a ver a esa increíble pareja canadienses, además de que tuve el honor de conocer a su bochito, un magnifico bocho recién entregado, del cual no pude conocer su nombre, pero espero pronto conocerlo.

mi primer viaje en bicicletaWhere stories live. Discover now