Epílogo.

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Epílogo.

Seis años después.

Lara Cruyffort abrió su correspondencia, y fue grande su sorpresa cuando vio que tenía una carta proveniente de África. Lara leyó la misiva de su ex, sorprendida de que Didier se hubiese puesto en contacto con ella. Bryan entró a la habitación, acompañado de Chiara, y vio el ceño fruncido de su esposa. Chiara acababa de cumplir los seis años y ya era una niña coqueta y simpática que le caía bien a todo mundo, rubia como su padre con los ojos grises de su madre.

- ¿Malas noticias?.- preguntó Bryan, preocupado.

- Es Didier.- bufó Lara.- Va a venir a Europa y quiere ver a Lizzie.

- ¿Ahora? ¿Después de tantos años?.- Bryan también frunció el ceño.

- Ahora. Después de tantos años.- bufó Lara.

Fue el periódico el que se encargó de informarle a Didier de la boda de Lara y del nacimiento de su nueva hija, ya que, después de todo, Bryan Cruyffort había sido capitán de la selección holandesa de fútbol, lo que le concedía cierta fama y reconocimiento a nivel mundial. Unos meses después del nacimiento de Chiara, Lara había recibido una carta de Didier, donde la felicitaba por su nuevo matrimonio y por el nacimiento de su hija, pero si bien sus palabras escondían cierto dolor oculto, ni siquiera en esa ocasión él preguntó por Lizzie, por lo que Lara optó por no comentarle a su hija de la misiva y responderle a Didier con una breve carta de agradecimiento. Ahora, seis años después, Didier anunciaba que iría a Europa y que quería ver a su hija. Qué buen chiste.

- ¿Y qué harás?.- preguntó Bryan.- ¿Le dirás a nuestra hija?

Bryan usó a propósito el pronombre "nuestra", porque sin importar lo que un desconocido francés pensara, Lizzie era su hija, él la había criado y cuidado y lo seguiría haciendo, puesto que la amaba más de lo que su verdadero padre podría hacer jamás.

- Ya tiene edad para elegir.- respondió Lara, resignada.- Me dije que si algún día Didier deseaba ver a Lizzie, que no se lo iba a impedir, pero dejaría que ella decidiera.

- Creo que será lo mejor.- asintió Bryan.

De afuera se escucharon voces que discutían, y al poco rato, Vladimir entró en la habitación, a todo correr. Vladimir tenía para entonces nueve años, y era un chico locuaz y muy alegre, tal y como lo había sido siempre, feliz por ser el único con cabello castaño de la familia, con sus chispeantes ojos azules a los cuales nada se les escapaba.

- Papá, mamá, mándenme con alguna de las abuelas, por favor.- dijo el niño, trepándose en el sillón en el que se había sentado Chiara.- Ya me estoy aburriendo de las peleas de Lara y de Edward, siempre se dicen los mismos insultos.

- ¿Otra vez se están peleando?.- suspiró Bryan.- ¿Qué fue, esta vez?

- No sé. Creo que por el cielo es azul y el pasto es verde.- respondió Vladimir.- ¿Realmente les hace falta un motivo?

- Creo que no.- respondió Chiara, riéndose.- Cuando no se pelean, les pregunto si no están enfermos.

Bryan y Lara se rieron, dándoles la razón a sus hijos. Lizzie y Edward no dejaban nunca de discutir, aun así fuera por las cosas más pequeñas, pero eso nunca había arruinado la felicidad de los Cruyffort, ya que las peleas de los dos hijos mayores nunca eran en serio, era más bien como si se divirtieran molestándose mutuamente.

- Mejor voy a hablar con Lizzie.- dijo Lara, poniéndose de pie.- Al mal paso, darle prisa.

Lara salió del estudio en busca de su hija mayor; la encontró discutiendo con Edward en la sala, esta vez por el control de la pantalla de plasma que tenían en la sala.

El Amor llama dos veces [Captain Tsubasa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora