Capítulo 1

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Hoy he salido tarde de la tienda, ayer no fui porque mamá no se encontraba bien. Su enfermedad cada vez va a más y parece que papá empieza a perder fuerzas. Cuando he salido solo quedaba la señora Anersen, que ha querido quedarse unas horas más para acabar pedidos.

Voy andando con la bicicleta a mi lado, mirando el cielo. Hoy está lleno de estrellas. Mamá me contó una vez que cada vez que un niño pequeño sonríe aparece una nueva estrella, me pregunto si hay alguna que me pertenezca... Pensando en eso, y sin darme cuenta, me encuentro en la calle principal. Es el camino más corto para llegar a casa, sin embargo, desde que llegaron los soldados prefiero pasar por calles secundarias, así evito los puestos de control... y a ellos.

Decido dar media vuelta y discretamente empiezo a volver sobre mis pasos, pero un soldado joven me ve y se dirige hacia mí. No puedo evitar ponerme nerviosa.

El chico se me acerca y me pide la documentación. Habla el inglés fluidamente pero tiene un acento alemán inconfundible. Cuando le entrego los papeles los revisa y entonces clava sus ojos en mí. Tengo que reconocer que es bastante atractivo, alto, rubio y tiene unos ojos azules muy profundos. Me quedo embobada mirando sus ojos y él, al darse cuenta, me sonríe. Tiene una dentadura muy blanca y perfectamente alineada. Al ver que sigo sin apartar la mirada, carraspea y me devuelve los documentos.

- Todo está en orden - me dice.

- De eso se trata - digo sin pensar. Cierro los ojos esperando una respuesta a gritos, pero él se limita a murmurar.

- Ya... - con un tono triste.

Se da la vuelta y se marcha con el otro soldado que está montando guardia.

Yo me quedo allí intentando entender lo que acaba de pasar. Papá siempre dice que los alemanes no se merecen que les dirijamos la palabra... Será mejor que vuelva a casa, se preguntarán dónde estoy.

Al llegar me encuentro a mi padre dormido en el sillón con un libro en las manos.

- Papá...despierta.

- Oh... Elsa... ¿qué hora es...? ¿por qué has llegado tan tarde...? – me dice mientras de levanta del sillón y deja el libro encima de la mesita del café.

- Me han parado en el puesto de control de camino a casa. – en ese instante centra su mirada en mi – pero no ha habido nada fuera de lo normal.

Sin cambiar su expresión me da un beso en la frente y me desea buenas noches para luego dirigirse a su habitación, aunque me parece escuchar que susurra algo para sí mismo. Yo también me voy a dormir, sin siquiera cenar, ya que estoy muy cansada y sólo quiero poder tirarme en la cama.

El día siguiente transcurre sin ningún evento extraordinario. Me paso la mañana con Rebeca en la trastienda cosiendo mientras ella no para de hablar de un chico que le ha pedido una cita. Al parecer, el hijo del Alcalde, quién es un año mayor que nosotras, hace tiempo que se fijó en ella pero no se atrevía a dar el primer paso. Finalmente se lo pidió por carta, cosa que a Rebeca le pareció encantador.

¡Creo que debería hablaros de Rebeca! Ella y yo somos amigas de la infancia. Nos conocimos porque mi madre iba frecuentemente a la tienda de sus padres y, siempre que yo la acompañaba, me quedaba jugando con Rebeca. Desde entonces, ella ha sido como una hermana para mí, siempre ha estado a mi lado para todo. Incluso conseguí este trabajo gracias a ella. Así que ahora podemos pasar casi todos los días juntas. Yo dedico más horas a la tienda porque ella ayuda también en la de sus padres, pero aun así puedo pasar mucho tiempo con ella.

Entre hilos, telas y clientes, el día me pasa volando y cuando me doy cuenta, la señora... me dice que ya es hora de cerrar y que puedo marcharme a casa. Me pongo el abrigo y salgo a la calle mojada. Vuelve a llover.

Como imaginaba, el camino está lleno de charcos y barro, así que tendré que volver por la calle principal. Aunque en ese momento no lo reconozco, una parte de mí se alegra por ello. Cuando llego al control, un chico al que no conozco se dirige hacia mí. Cuando va a pedirme la documentación, el chico del otro día se acerca y dice algo en alemán que no puedo entender. Entonces, el que está a mi lado le contesta y se marcha con cara de malas pulgas.

El chico de ojos azules se me acerca y me pide la documentación.

- Parece enfadado - digo en voz baja.

- Siempre lo está - me dice, y sonríe tímidamente.

- ¿Qué... qué le has dicho?

- Que no se acerque a ti - dice, sin levantar la mirada de los papeles que le acabo de entregar.

- No lo entiendo.

- Se podría decir que mi "amigo" tiene mala fama respecto a las mujeres, y por la forma en que te ha mirado me parece que le has causado una buena impresión.

- Gracias.

- No tienes por qué dármelas, es un imbécil.

- ¿Y por qué te ha hecho caso?

- Soy su superior - dice y me devuelve los papeles - todo en orden.

Empiezo a hablar pero él se me adelanta.

- Ya sé que de eso se trata - los dos nos reímos. - Buenas noches...

- Elsa, me llamo Elsa.

- Buenas noches Elsa.

Cojo la bicicleta y empiezo a andar, cuando le oigo decir:

- Por cierto, bonito nombre. - y sonrío como una tonta.

De camino a casa pienso en la conversación queacabo de tener. Si los alemanes son malas personas como dice papá ¿por qué elchico de ojos azules (me parece que hasta que no sepa su nombre voy a tener quellamarlo así) se ha molestado en protegerme?    

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