Esta noche no he dormido casi nada. Me he despertado al oír un disparo fuera, en la calle. Poco después se han oído gritos. Mi padre se ha levantado y se ha asomado a la calle. Yo lo he seguido pero he esperado dentro. Cuando ha vuelto tenía muy mala cara. Ha cerrado la puerta con llave y ha vuelto a la cama sin decir nada.
Yo he vuelto a mi habitación y me he sentado al lado de la ventana. Escuchando la lluvia caer me he quedado dormida. No sé cuánto tiempo después, el dolor de espalda me ha obligado a levantarme. Me he fijado en dos chicos que discutían en la calle. Conozco a uno de ellos. Es amigo de mi hermano. Recuerdo que, cuando era pequeña, él venía a casa con frecuencia a buscarlo. Siempre me traía golosinas, que me daba a escondidas de mis padres. Hacía tiempo que no lo veía. La última vez que vino a casa fue para hablar con mi padre y poco después volvió a Inglaterra, con su familia. No sé de qué hablaron, pero creo que esa conversación fue la causa de su partida...
Mi padre ha tenido que subir a mi habitación para que me despertara porque no podía despegarme de las sábanas. Ojalá me pudiera quedar todo el día en la cama... sin embargo, me obligo a levantarme. Cuando me dirijo al baño para asearme me parece oír una voz familiar proveniente de la planta baja. Es más, pertenece al chico que vi ayer por la ventana, Tom.
Bajo corriendo por las escaleras y, no sé cómo, consigo no matarme al tropezarme con los últimos escalones. Llego al salón y todas las miradas se dirigen a mí. Tom sonríe. Su pelo castaño ha crecido y ahora algunos mechones le caen por la frente. Ya casi no recordaba sus ojos, de un verde tan intenso que podría ganarse el corazón de cualquier chica con sólo una mirada. Ha cambiado mucho desde la última vez que lo vi, ahora realmente parece un hombre, en vez del niño que jugaba con nosotros.
Tom no deja de sonreír y es entonces cuando me doy cuenta de que sólo llevo un camisón y no voy peinada. Me pongo roja en segundos y subo corriendo a mi habitación.
Busco en el armario algo que ponerme y me decido por un vestido rojo y blanco que me regaló mamá. Mientras me peino alguien llama a la puerta y antes de que pueda responder aparece Tom.
- Hola pequeña.
- Tom! – digo mientras me abraza con fuerza.
- Me alegro de verte. Por cierto, bonito camisón... - le doy un golpe en el brazo y sigo con el pelo.
- ¿Qué te trae por aquí? - pregunto-.
- Ya sabes... temas de mayores.
- ¿¡Cómo que de mayores!? ¡Sólo tienes tres años más que yo! Además, acabo de cumplir los dieciséis.
- Jajaja era una broma... he venido a visitaros, ahora que mi padre está un poco más calmado.
- ¿Cómo se encuentra?
- Bien... más o menos. Empieza a superar la pérdida de mamá.
- Me alegro mucho.
- Gracias. Por cierto, te he traído algo doña soymayorporquetengodieciséisaños - ha abierto una cajita y de ella ha sacado un colgante con una "E" plateada -.
- Tom, ¡es precioso! ¡Muchas gracias! - mientras me lo pongo, le pregunto aquello que ha rondado mi cabeza desde que le he visto - ¿cuánto tiempo vas a quedarte?
- ¿Cuánto quieres que me quede? - no puedo evitar un sonrisa- no tengo una fecha decidida.
- Mejor - y volvemos a abrazarnos-.
No me había dado cuenta de lo mucho que lo echaba de menos hasta que lo he visto. Me alegro mucho de que esté aquí.
- ¿Por qué no vamos a dar una vuelta?
- Tengo que hablar con tu padre. Quizás en otro momento.
- ... vale.
- Luego nos vemos -y desaparece, no sin antes regalarme una sonrisa-.
- Hasta luego.
Cuando se marcha, me tiro en la cama y, sin saber por qué, aparece en mi mente el chico de ojos azules. ¿Qué debe de estar haciendo en éste momentos...? Mis pensamientos se ven interrumpidos por los ruidos que salen de mi vientre. Al levantarme tan tarde me he saltado el desayuno y con la visita de Tom, me he olvidado de todo. Debería comer algo...
Llego a la cocina con la intención de preparar algo sencillo pero acabo por hacer ternera al horno y verduras de guarnición tanto para mí, como para papá y Tom. Cuando lo tengo todo listo, les llamo a la mesa pero no responden. Voy a buscarlos al despacho de papá y, como suponía, la puerta está cerrada. Justo antes de girar el pomo, no puedo evitar oír la conversación que está teniendo lugar a unos metros de mí.
- No podemos seguir así, tenemos que tomar cartas en el asunto. No podemos seguir perdiendo a más de los nuestros Mikael.
- Lo sé... lo sé... pero tenemos que ser cuidadosos Tom, no podemos arriesgarnos a perderlo todo, hemos dedicado mucho esfuerzo a llegar hasta aquí... Debemos actuar con cautela y tener paciencia.
- ¿¡Paciencia!? ¿¡Eso es lo que le dirás a tu hijo!? ¿¡Que tenga paciencia!? – el grito de Tom me toma desprevenida y me muevo, haciendo el suficiente ruido como para que la habitación se suma en el silencio. Me han oído. Creo que es el momento de entrar.
Sin dejar de mirar al suelo, abro la puerta y les digo que la comida ya está lista. Tom coge su chaqueta de la silla y sale de la habitación hecho una furia. Segundos después se oye la puerta de entrada. Mi padre se levanta de su silla y, sin decir nada, pasa por mi lado para luego sentarse a comer. Yo le sigo en silencio y así, en silencio, almorzamos.
Después de comer decido ir a ver a Rebeca a la tienda de sus padres, así que cojo mi chaqueta, una bufanda y salgo a la calle. Mientras ando, mirando al suelo, en mi mente se repite la conversación que he escuchado hace unas horas. "No podemos seguir perdiendo a más de los nuestros Mikael", ¿perder a más de los suyos? ¿Qué se supone que significa eso? "Hemos dedicado mucho esfuerzo a llegar hasta aquí", ¿para llegar a dónde? "¿¡Eso es lo que le dirás a tu hijo!? ¿¡Que tenga paciencia!?", ¿Y qué pinta mi hermano en todo esto? Si él ni siquiera se encuentra en el pueblo, está en la capital estudiando en la Universidad. Estas preguntas se repiten y repiten en mi cabeza de camino a casa de Rebeca.
Paso por delante de una pequeña plaza y me llama la atención un grupo de personas. A medida que me acerco, puedo distinguir sus uniformes. Son soldados alemanes. Entonces le veo. Es un chico, más o menos de mi edad, incluso un poco más joven. Se encuentra arrodillado delante de ellos y trata de hablar entre sollozos pero no puede formular una sola palabra con sentido.
Los soldados no paran de reírse de él e escupirle, así que decido acercarme a tratar de parar esta situación. Mientras me acerco a ellos, uno de los soldados, que lleva una pistola en la mano, apunta al chico. No para de chillar en alemán. El chico no para de sollozar. Van a dispararle. Sin pensarlo, hecho a correr y acorto la distancia que nos separa, situándome entre el chico y el soldado. ¿Qué he hecho? Cierro los ojos, esperando escuchar el disparo pero no se oye nada. Todos empiezan a reírse. Yo les miro, uno a uno, sin entender qué está pasando.
Me fijo en qué uno de ellos no se ríe. Es el chico de ojos azules. Nos están humillando y ¿él no hace nada? Me acerco a él y, sin siquiera pensarlo, le doy una bofetada. Entonces se hace el silencio. Un silencio sepulcral. Las risas desaparecen en un instante y todas las miradas se dirigen a mí y al chico de ojos azules. Entonces él me coge del brazo con fuerza y me arrastra en dirección al cuartel. Me hace daño e intento zafarme pero la fuerza del agarre no vacila ni un instante.
Detrás de nosotros se oye un disparo y es entonces, cuando dejo de resistirme.
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Hard choices
RomanceLa segunda guerra mundial ha llegado a una pequeña ciudad de Noruega llamada Trondheim. Elsa conoce a un misterioso chico que pertenece a las tropas nazis y sin querer entablan una extraña amistad. ¿Llegará a ser algo más que una amistad? ¿Qué pensa...