Capítulo 1

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Ni ver como la sangre brota de mis muñecas me ayuda. lLa verdad es que hace unos días que no encuentro la satisfacción que tenía antes, ahora solo son cicatrices que me aliviaban de mi dolor interno. Tal vez no fuera la mejor solución pero lo hago desde los trece, y ahora tengo diecisiete, son muchos años, lo sé, pero tenía los motivos suficientes para comenzar, motivos que ahora no me pasan porque he cambiado, tanto como físicamente como psicológicamente,  los años pasan y la gente cambia, o eso dicen, aunque hay algo que no cambia, sigo siendo el mismo chico despistado de siempre que no sabe qué hacer con su vida que está llena de baches y no sabe como esquivarlos. 

Se supone que en una hora tendría que estar en el instituto nuevo, pero fijaros, estoy en mi habitación, con un nuevo corte por este cambio tan grande que voy hacer, tal vez tenga miedo, aunque lo dudo, deje de tener miedo a los trece, cuando empezó todo, básicamente ahora no le temo a las cosas que millones de personas temen mucho, como la muerte, un tema que me encanta por cierto, lo encuentro bastante animado o entretenido. Muchas personas le temen pero yo, por suerte, no, es un hecho, pasará quieras o no, no puedes arrepentirte en el último momento, en la muerte no. Puede ser que le temen a la muerte por el olvido, si mueres te olvidan, puede que estés de vez en cuando en el pensamiento de x persona, pero al fin y al cabo te olvidaran como todos hemos olvidado a alguien y sé que ahora mismo estarás pensando en esa persona que murió y la olvidaste, no te lamentes, todos lo hemos hecho.

Otro tema que la gente teme es el amor, oh el amor, un tontería de las grandes. Dos personas se dicen te quiero mientras saben que es mentira, son simplemente hechos y palabras. Por ejemplo; que te den un beso. No significa que te quiera, simplemente le apeteció besarte y ver como son tus labios, los tuyos y de mil más. Pocas personas se han querido sinceramente. Si os digo la verdad yo nunca heamado a una persona. No me vendría nada mal amar, sería un rayo de luz en esta oscuridad profunda que tengo.

Estoy un poco cansado de cambios, esta es la segunda vez que me voy a otro instituto. La primera vez que cambie me alegro muchísimo, ese instituto era el inferno en persona, no soportaba a nadie. Al que voy no me conoce nadie, claramente, ni quiero la verdad, empezar de cero me encanta, eso significa que puedo ver a más personas como son en realidad, sus complejos y sus dolores, siempre me fijo en eso cuando conozco a una persona nueva y ahora tendré que fijarme en treinta personas. Nunca me he parado a pensar en la opinión que doy. Tal vez hoy toca ponserse las mejores galas. Me he decidido por mis pantalones negros, me queda un poco apretado pero me gusta así. La camiseta  blanca, sin ningún estampado, prefiero que sea simple. Mi gorro de lana gris y mis converse del mismo color y que no falte mi chaqueta de cuero. ¡Ah! Y mi muñequera, no debo olvidarte de mi muñequera, esa que tapa fisicamente mi dolor.

He bajado y me he ido directo al instituto sin pensar en nada más. Las calles de Madrid estan llenas de vida. Hay gente hasta debajo de las piedras. Normalmente tanto alboroto no me gusta, pero esta vez no me siento mal. El instituto no esta tan lejos y llego al segundo de salir de casa.  Es bastante grande comparado con el otro.  Al entrar observo las escaleras y voy sin mostrar cualquier signo de desorientación.  Solo al abrir la puerta ya me arrepiento de haber entrado. Hay una señora de mediana edad, con unas gafas de pasta de color blanco grisoso. AL verme me recibe calurosamente y me lleva a mi clase.

Mi cabeza es un caos de pensamientos negativos. voy a entrar en una clase de treinta chicos que la mayoría, os lo puedo asegurar, serán imbéciles, alguno que otro será amable, o eso espero, tampoco pido mucho. Llego el momento de la verdad, entro y me siento nervioso, siento sus miradas en mi, bueno, claro, acaba de entrar un completo desconocido en su clase para estar todo un año con ellos, claramente me tendrán que mirar, pero con menos entusiasmo estaría mejor. Por lo que veo tenía razón, tienen cara de completos imbéciles, veo que este año no será diferente, aunque hay una que no tiene pinta de ser así, parece fría, manipuladora, hundida y con una mirada que desprende odio, un gran odio que me encantaría saber el causante de ese sentimiento tan grande. Es guapa, muy guapa la verdad, tiene el pelo largo y castaño oscuro, ojos color miel, piel blanca, pero no mucho, labios carnosos y una mirada que me mata, no sé porque pero su mirada me hace sentir tan desprotegido y tan vacío que…

-¿Álex? ¿Estás aquí?

-Sí, esto perdón, ¿que decía?- mierda, empiezo bien.

- Decía que como es su apellido.

–Sí, claro, bueno me llamo Álex Abellán y vengo de Barcelona.

- Ah, con que de Barcelona, bueno Álex es hora de sentarte y escuchar la maravillosa clase de Latín que te espera a ti y a tus compañeros, puedes sentarte ahí mismo, al lado de la Patricia, espero que se sienta bien.

–Gracias.

Patricia, bonito nombre, pero la chica tiene una cara de empanada que no veas, tiene los ojos claros, verdes, pelo corto y castaño, bastante guapa, pero no tanto como la otra, me encantaría saber cómo se llama y porque su mirada me hacía sentir eso

–Hola, soy Patricia, llámame Patri

–Ah, hola, soy Álex, encantado

-¿Barcelona es bonito? Eso es lo que me han dicho, me encantaría ir un día, la encuentro una ciudad fascinante

–Sí bueno, hace bastante calor, pero se está bien, es muy bonito aunque Madrid no se queda atrás, está bastante bien, también me gusta.

Me sorprende, es bastante simpática, para tener cara de no saber ni donde esta, será interesante hablar con ella durante todo esto tiempo, tal vez así pueda saber cosas sobre la otra chica, me ha entrado muy dentro esos ojos y ni la clase de Latín, que por cierto la odio, hace que deje de pensar en ellos.

Pétalo negroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora