Todos los pájaros tienen alas, no todos saben volar.

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Catorce minutos después de salir de su oficina, el Sr. Vortedoso caminaba chapoteando con sus botines en las pequeñas lagunas que la reciente llovizna había dejado en la calle gris.

Un minuto después, unas incesantes campanas rápidas cual colibrí hacían que el bolsillo del hombre no dejara de temblar, casi como si estubiera tiritando del frío en el ambiente invernal. La calle estaba desierta en su totalidad, así que el Sr. Vortedoso dejó sonar su despertador un poco más, para llenar el silencio que en ese momento le acompañaba. Durante esos instantes disfrutó de una melodía continua; hasta que una mujer de un piso le arrojó una lata de espinacas que golpeó de forma efectiva el poco pelo de la cabeza del Sr. Vortedoso. En ese momento, refunfuñando, apagó el chisme.

El sol se estaba poniendo y nuestro hombre aparecío sentado en la suave hierba de una colina, al lado de un puentes medio desquebrajao por los años, con pequeñas cicatrices recubiertas por el musgo verdoso. El despertador le había servido al Sr. Vortedoso para decirle cuánto tiempo le quedaba para poder asistir al espectáculo de todas las tardes. En un momento, un largo "Cruak" cantado al unísono por más de dos docenas de pájaros que sobrevolaban con grandeza e imponencia la anaranjada llema de huevo que era el cielo al alba.

El Sr. Vortedoso se incorporó y extendió los brazos a los lados, acto seguido los movió y empezó a correr hasta el pie de la colina, sin darse cuenta de que un gran camión de carga, que ya se había cobrado las vidas de varios animales alados, corria veloz a por su próxima inesperado víctima; solo que este pájaro era incapaz de alzar ni un solo centímetro de vuelo.



Historia del Puente Espero.Where stories live. Discover now