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Al otro día nos ignoramos, nos tocaba la misma mesa en el salón pero ninguno cruzó palabras con el otro. Nos empezamos a odiar en silencio, siempre que alguno de los dos decía algo el otro lo contradecía.

Y así pasaron los días y las semanas.

Hasta que un día llegue con los ojos hinchados y rojos, me preguntaste que si me encontraba bien y te mire raro, me pareció raro el echo de que te preocupes por mi cuando solo te la pasabas molestándome. Te conté lo que había pasado, mi madre estaba embarazada y en riesgo de perder el bebé. Era un tema muy delicado para mi. Me abrazaste y dijiste que todo estaría bien, que no me preocupara.

Ese día te la pásate conmigo y me hiciste reír. Con el tiempo, nos hicimos amigos y dejamos de odiarnos tanto.

Descubrimos que no teníamos tanto en común, pero a los dos nos interesó las cosas favoritas del otro.

Recuerdo que un día me obligaste a comer una pera, yo odio las peras pero la comí porque tu querías que lo hiciera.

También recuerdo aquella vez que te obligue a ir a un parque de diversiones conmigo, tu odiabas los lugares así pero fuiste para complacerme.

Recuerdo que te convertiste en mi mejor amigo.

Y odio recordarlo, solo me deja un vacío en el alma y un dolor en el corazón.

Bad Memories Donde viven las historias. Descúbrelo ahora