II

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Fue la noche de los espectros; la noche en la que los recuerdos vuelan y traen consigo la desdicha que todos han de odiar.

Esa noche vi como millones de rosas caían a mi alrededor.
Ellas eran suaves y dulces de ver y oler; pero al tocar sus delgados tallos se volvían monstruos que no buscan más que sangre y frustración.

Poco a poco, de rosa a rosa, las espinas me rodeaban y carcomian mis plumas. Me volví polvo, pues ni hueso me perdonaron esas mil y una noches en vela, en las que, sin pegar ojo, soñé con un futuro lujurioso. Glorioso.

Ese falso cielo fue mi condena a las espinas adornadas de rojo.
Mi condena por amar sin desearlo.
Por amar temiendo al rose de tu tacto.

Oh alma vacía, tu fuiste mi verdugo.
Me han obligado a vagar solo por las calles de la Roma en la que llueven pétalos; observando como las dagas, por siempre teñidas de carmín, se apoderan de mis venas y alejan toda esencia blanca y pura de mí.

Tu mirabas como un delichon urbicum lanzaba alaridos de dolor. Los pétalos se volvieron una corona en sus ojos dejándolo en la oscuridad absoluta. Aterradora.

Pero no sólo tú me abandonaste esa noche sin razón, aunque podría jurar que te aseguraste de ello. El destino tomó a mis ángeles de la guarda para convertirlos en rosales, oh si mi amada, rosales, ¡malditos rosales con vistas a la luna, a venus y a saturno!

Tu tomaste sus restos y, con una sonrisa que no portaba buena voluntad alguna, los volviste brea, brea que guardaste en tus grandes bolsillos.

¿Me dirás el porqué alguna vez? ¿Porqué me odias tanto, alma seca? Te confesé mi amor en una noche sin estrellas, ¿qué acaso no lo viste? Las bajé para ti.

Dejé mis demonios y me obligué a decirlo todo.
¿Es este el peso que debo cargar?

Pero bueno, hay cosas que ocurren sin explicación alguna.
Como tu llegada.
Como ahora; vaya, llevaba tanto tiempo con este resfriado que me sorprendí al ver, si no hasta ahora, estas gotas de sangre entre mis dedos.
Creo que esto forma parte de lo que me ha estado atormentando estos días, estas noches.

Pero este sueño... ¡Oh este endemoniado sueño!
No es más que una pesadilla madrugadora. Bebió mi cordura como agua pura y devoró mis entrañas sin dificultad alguna. Esta pesadilla me tomó sin piedad alguna como... Como tu, querida mía.

Tu arrancaste mis pesares para rejuvenecerlos en un par de días y volver a adherirlos a mi pecho. Yo te permití tocarme, romperme en mil pedazos; jamás dí reproche alguno y tu lo sabes.
Te diría hazlo nuevamente, oh bien sabes que lo haría. Pues me he enamorado de una asesina a sangre fría.
Seca, seca, seca cual hoja de otoño. Esas hermosas hojas de otoño que tanto admiro. Eso eres para mí, una hermosa alma seca en todos los sentidos...

Te imploro, te imploro sácame de este hoyo negro. Esta tumba cavada por tus frías, frías manos.
Ya no cantes, criatura marina, te lo suplico, romperás también mis tímpanos.

Oh alma mía, dictadora de tan cruel sinfonía... ¿Voltearás como antes, a mi, tu fría mirada algún día?

frustración.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora