Epílogo.

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El rizado llevaba en su mano derecha unos chocolates que sabía tanto le gustaban al castaño. Mantenía una sonrisa de oreja a ojera mientras caminaba directo al hospital. Hacia apenas unas horas, Pancho le había informado que Cuauhtémoc había despertado, y no podía sentirse mas feliz por ello.

Entró a la construcción con olor a penicilina y caminó por los pasillos para llegar a su destino, aquella habitación que ya conocía tan bien. Abrió la puerta sin hacer ruido, e ingresó a esta. Encontró al castaño mirando algunas cosas en la laptop que -posiblemente Diego o Pancho- le habían traído al menor.

—Hey, despertaste. —habló el rizado, siendo obvio que su comentario era estúpido.

El castaño lo miró por unos momentos y suspiró. —¿Qué haces aquí? ¿Vienes a molestarme?

El rizado negó de inmediato. —No, claro que no. Te traje un regalo. Como te lo prometí mientras estabas en....ya sabes, eso.

—En coma. —respondió el castaño mirando hacia el techo. —Dilo sin pena, estuve en coma durante tres años y para mi parece que tan sólo dormí unos minutos.

—Nunca es fácil Temo. —se acercó a la camilla, ignorando todas las cosas y regalos que allí se encontraban.

—Contigo no. —se limitó a decir, antes de continuar mirando su computadora.

El rizado no sabía como reaccionar. Temo estaba siendo cortante con él, sentía feo. En su corazón.

—¿Entonces, no escuchaste lo que pasaba a tu alrededor? —Aristóteles intentó romper el hielo.

—No mucho.

—Te traje chocolates, tuve que meterlos de contrabando— rió para si mismo. —Toma, se que son tus favoritos.

La mirada del castaño se iluminó por unos segundos, admirando la caja de chocolates que reposaba en la mano del contrario. Los tomó, para después mirar al rizado y desaparecer su sonrisa.

—¿Qué intentas hacer? ¿Por qué me das regalos así, de la nada? —preguntó con evidente intriga.

—Hay cosas que tenemos que hablar. Iré directo al grano. ¿Aún me amas?

El castaño pareció meditarlo un poco. Así que se limitó a alzar los hombros. —No lo sé, pasaron cosas. Pero déjame voltearte la pregunta; ¿Tú me amas a mi? ¿Estás dispuesto a amarme sin condiciones?

El rizado ya sabía la respuesta para aquellas preguntas. Había reflexionado tanto en los últimos tres años sobre sus sentimientos. Dándose cuenta de que, cuando conoció al castaño, se enamoró a primera vista de él. No lo supo en ese entonces, pero ahora no queria desaprovechar ninguna oportunidad para estar con el de ojos cafés.

—Si, Temo. Mil veces si. —Contestó sin dudar. El castaño frunció los labios y cerró los ojos antes de hablar.

—No me hagas esto por favor. Ahora no. —susurró. —Estaba dispuesto a dejarte y rehacer mi vida en un lugar donde no pueda verte. Estaba dispuesto a dejar a mi familia por buscar mi felicidad. No me vengas con que ahora de verdad sientes algo por mi. —una lagrima traicionera escapaba de la mejilla del menos, haciendo que el corazon del rizado se oprimiera aún mas.

—Temo, escuc-

—No Aristóteles. Escuchame tu a mi. Estaba decidido, después del campamento yo me iría a la Ciudad de Mexico a finalizar mis estudios. —interrumpió el castaño, dejando sorprendido al contrario. —Mis planes siguen en pie, Aristóteles. Y no los voy a cambiar, necesito despejarme de tantas cosas.

—P-Pero, ¿Vas a volver cierto? —Ari preguntó esperanzado.

—No lo sé. —Respondió el castaño, restándole importancia. El rizado tomó la caja que llevaba en una bolsa, y se la mostró.

¡Hola, Temo! #2 ➳AristemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora