Treinta

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—Buenos días, Hitoka. —saludó Kiyoko al verla.

—¡Oh, buenos días! —respondió Hitoka con una sonrisa, devolviendo el saludo.

—¿Qué tal tu cita? —preguntó Kiyoko, arqueando una ceja con curiosidad.

—No estoy segura de cómo responder.

La verdad es que la cita fue un desastre, pero uno encantador. No sabían a dónde ir, y justo cuando estaban pensando en un lugar para pasar un buen rato, empezó a llover. Decidieron entonces refugiarse en la casa de Kei. Una vez allí, optaron por ver una película, pero no lograron ponerse de acuerdo sobre cuál elegir. Mientras buscaban entre las opciones, Hitoka, exhausta por el día, se quedó dormida.

—Yo no sé qué decir —confesó Kiyoko, visiblemente desconcertada.

—No digas nada, por favor —respondió Hitoka, evitando el contacto visual.

—Pero esta mañana, ¿qué tal fue? —preguntó Kiyoko con curiosidad.

Hitoka estuvo a punto de responder, pero antes de que pudiera hacerlo, Kei apareció de repente y respondió por ella.

—Esta enana que está aquí se levantó temprano, limpió y organizó todo, preparó un desayuno delicioso, que por cierto estaba exquisito, Hitoka, y se fue mientras dormía.

Hitoka se rascó la nuca, sintiéndose algo incómoda, mientras que Kiyoko se llevó la mano a la frente en señal de incredulidad, negando repetidas veces.

—Ustedes son un caso. —mencionó Kiyoko, mientras se alejaba.

La sonrisa radiante de Hitoka provocó un agradable cosquilleo en el estómago de Kei, evocando el momento en que ella le confesó un "Te amo" sincero, apenas la noche anterior. Este recuerdo hizo que sus mejillas adquirieran un leve rubor, casi imperceptible al principio, pero que gradualmente se intensificaba. Hitoka, algo confundida por la súbita timidez de su novio, observó atentamente cómo sus mejillas adquirían un tono rosado. Antes de que pudiera comentar al respecto, Kei tomó su mano con determinación.

—Vámonos —dijo Kei mientras se cubría el rostro con la mano libre, tratando de ocultar su leve rubor. Al entrar al salón de clases, soltó suavemente a Hitoka en su asiento y se dispuso a sentarse detrás de ella. Bajó la cabeza y se cubrió con los brazos, pero aún así, Hitoka se volteó en su asiento para mirarlo preocupada.

—¿Qué sucede, Kei? —preguntó ella en un tono suave y comprensivo, notando el creciente rubor en las mejillas de su novio.

—¿Nada? ¿Por qué debería pasarme algo? —respondió Kei nervioso, sin atreverse a levantar la cabeza y moviendo torpemente las manos.

—Pareces algo nervioso —observó Hitoka, subestimando la magnitud de la ansiedad de Kei.

—Yachi —llamó Yamaguchi—. ¿Me puedes explicar esto, por favor? —pidió el pecoso, captando la atención de la rubia.

Aún sin levantar la cabeza, Kei hizo un pequeño espacio entre sus brazos para ver a Yamaguchi, quien le dio un gesto de aprobación con el pulgar levantado. La ansiedad de Kei era evidente, y Yamaguchi decidió intervenir para desviar la atención de Hitoka hacia él.




—Necesito una explicación —dijo Yamaguchi acercándose a Kei.

—¿De qué? —preguntó el de anteojos, tratando de aparentar indiferencia.

—Has pasado toda la clase con la cabeza baja, incluso durante el receso, y apenas ahora veo tu rostro en todo el día.

—¿Por qué querrías ver mi cara?

—No sé, ¿costumbre? —respondió el pecoso confundido. —La cosa es que estás actuando extraño y eso no es normal. —Aunque Kei lo odiara, Yamaguchi lo conocía lo suficiente como para saber que no podría mentirle, así que optó por contarle.

—Ayer, Hitoka fue a mi casa porque empezó a llover. Decidimos ver una película, pero ella se quedó dormida y empezó a hablar dormida... —el ruborizado y nervioso Kei admitió.

—¿Y? —preguntó intrigado Yamaguchi.

—Dijo algo... —habló Kei, jugando nerviosamente con la pelota de voleibol en sus manos.

—¿Qué dijo? —preguntó su amigo, cada vez más interesado.

—Te amo —susurró Kei lo más bajo que pudo, temiendo que alguien más en la cancha los escuchara, aunque por ahora eran los únicos presentes.

Al escuchar eso, Yamaguchi formó una "O" con los labios de la sorpresa, no tanto por el hecho de que Hitoka le hubiera dicho "te amo" dormida, sino por lo nervioso y ruborizado que se ponía Kei al mencionarlo.

—¿En serio amas a Hitoka? —preguntó, tomando por sorpresa a Kei, quien dejó caer la pelota de sus manos y se quedó rígido con una expresión extraña.

—Y-yo no... —tartamudeó el rubio.

—Tú sí —lo interrumpió Yamaguchi—. A que le dijiste "yo también" a pesar de estar dormida.

—Pues... —empezó a decir Kei, señalando al pecoso, a punto de negar lo que dijo—. Sí —aceptó finalmente la realidad.

—¡Lo sabía! —exclamó emocionado Yamaguchi.

Tch —chasqueó la lengua Kei, alejándose de su amigo.

—¡Espera, Tsuki!

Enamorada de Tsukishima #PGP2025Donde viven las historias. Descúbrelo ahora