Ya no más alfas

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Una capa de sudor lo empapa por completo. Es incómodo porque escurre por su cuerpo y las gotas caen constantes sobre su cama. Aprieta las sábanas con fuerza y ya las tiene hechas un revoltijo debajo de él. Pega la frente contra el colchón con fuerza, más de la que debería aplicar, se empuja con las puntas de sus pies, levanta la cadera y parece un gato erizado con la posición tan rara que toma. Pero necesita alejarse. Porque si se toca, el mundo sabe que no podrá dejar de hacerlo. Y es apenas el primer día.

Peter Parker odia los celos más que nada en el mundo.

La parte triste, dejando en claro que todo lo demás es molesto, es que los inhibidores ya no hacen efecto en él. Su sistema se volvió inmune. Y maldice sus poderes arácnidos en esas épocas.

El cuello ya le duele por la posición, la desesperación ya se apodera de su cuerpo y solo lleva como seis horas así. El lubricante natural que emana su cuerpo apenas comienza a formarse, el cosquilleo en su vientre apenas comienza a ser insoportable.

Se deja caer de espaldas y la cama rechina. Probablemente necesita otra, pero no es que le sobre el dinero para ir por una nueva. El sudor sigue, incómodo y asqueroso humedeciéndolo todo. Las rodillas balanceándose solas, abriendo y cerrando sus piernas. Sus dedos bailando y enredándose en las sabanas para distraerse. No tocarse.

Es solo el primer día.

Trata de cerrar los ojos, de concentrarse en otra cosa, en las misiones que lo esperan en cuanto termine esa tortura. No enciende el radio ni las noticias. No pone una película porque sabe que no podría concentrarse y la verdad es que detesta no enterarse bien de la historia.

Cuando levanta la cadera abriendo más las piernas, se fuerza a sí mismo a bajarla y cerrarlas. Juntar las rodillas y contar hasta mil. O diez mil. Tal vez un millón. Lo que sea necesario.

Espera que allá afuera esté todo bien, hay suficientes héroes como para que no pase nada sin él. Eso espera. Es que la mayoría no se concentra en los lugares pequeños, van por ahí peleando contra organizaciones malvadas y aliens o cosas así, y se olvidan de la gente normal.

Piensa en los vengadores, principalmente porque los ayudó el mes pasado contra un robot gigante destrozador de pastelerías. La verdad era que había hecho mucho más desastre y caos que solo eso, pero Hulk había reaccionado ante ese suceso en específico y Hawkeye lo había mencionado las suficientes veces después como para que se quedara con la idea.

No comprendía cómo era que ellos podían seguir siendo un equipo y llevarse bien cuando no había ningún omega que equilibrara tanta hormona alfa. Y en el fondo sospechaba que esa era una razón por la que lo querían en el equipo.

Su cuerpo se tensó y la erección llegó a todo su esplendor cuando se imaginó a sí mismo en ese ambiente rodeado de alfas. No era nada inteligente. Ni para él pensar en eso, ni para nadie el creer que funcionaría.

Cada que se les acercaba, el potente aroma de dominio se manifestaba y lo mareaba. Alfas, todos ellos, peleando entre sí para dominarlo, tomarlo y llenarlo, marcarlo. Gimió y detuvo su mano que intentaba escapar de su control.

Tenía que dejar de pensar en esos alfas, no quería terminar masturbándose fantaseando con que el Capitán América o Ironman eran quienes lo tomaban. Si era sincero con él mismo, le asustaba la idea de que Hawkeye o la Viuda negra se enteraran si algo así pasaba y lo asesinarían mientras dormía. No pensaría individualmente en cada uno, el punto era que no y ya.

Está desnudo, porque le fastidia lo sensible que se vuelve toda su piel que reacciona ante cualquier roce con la tela. Se pone de lado y no es muy consciente de que su mano se encuentra deslizando sobre su pierna, arriba, abajo, un poco más atrás, un poco más en su trasero.

Ya no más alfasWhere stories live. Discover now