Segunda cita: el fotopolla

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Por Ami Mercury


Segunda cita: el fotopolla

Bueno, vale. Te mentí. ¡No fue a propósito! Quiero decir: dije que desinstalaría el Minder y pretendía hacerlo pero luego pensé: «por una primera mala experiencia...». Ya sabes.

Pues menuda cagada.

Esta vez me adelanté yo. Me dijiste que no me esperara a que me mandaran solicitudes y eso hice: envié yo una a alguien que parecía compatible conmigo. Veintitantos, con una mata de pelo negro y rizado en la cabeza, gafas y un piercing en la ceja. Se llamaba Juan Carlos pero en su perfil ponía que era Bestia, yo supuse que por lo peludo.

No te digo que no me cayó bien. La táctica fue la misma: un par de semanas por el chat y una cenita para conocernos. Este no sacó el móvil en todo el rato, ahí tienes un punto a su favor pero el resto...

Me sentí incómodo. Me miraba mucho, más de lo necesario, no sé si me entiendes. Era como tener a un lobo a punto de saltar a devorarte. Como tú mirabas a nuestro profe de gimnasia cuando íbamos al instituto y no pensábamos más que en el sexo. Eso, en un tío adulto, da bastante grima.

Para colmo, no decía una sola frase que no fuera con segundas.

«¿Vas a pedir aperitivo, Nacho? ¿Te gustan mucho los aperitivos?» y venga a levantar las cejas. «Trabajo a media jornada, el sueldo no da para mucho pero el tiempo libre...» y luego un gruñido, como si fuera un cerdo satisfecho. «¡Entonces llevas lentillas! ¿Son para verme mejor, Caperucita?». Por favor, qué asco de tío.

Ni qué decir tiene que, después de la cena, me fui a casa. Esta vez no le dejé plantado (¿No te lo he contado? Rafa me bloqueó, mira cómo lloro) pero tampoco me esforcé en que la cita se alargara mucho más tiempo. Adiós, muy buenas, y si te he visto, no me acuerdo.

Pues no había llegado a casa aún cuando me encuentro con una preciosa foto de su polla en mi bandeja de entrada. Estoy seguro de que es la suya porque nadie en su sano juicio pondría una cosa tan horrible si no fuera real. Doblada como un pepinillo, gruesa, corta, con las venas marcadas y el capullo casi negro y enano. Y lo que escribió.

«Entrará de maravilla en ese culo que tienes», ¿será gilipollas?

A estas alturas, el tal Bestia está bloqueadísimo. Menos mal que tuve la prudencia de no mencionar dónde vivo porque le veo capaz de presentarse en mi puerta.

Te digo yo que así no encuentro novio ni de broma.

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