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Por Ami Mercury
Cuarta cita: el pasivo
Ay, no puedes estar hablando en serio. Lo siento. Lo siento de veras. Estabas tan ilusionado... Se te iluminaba la cara cada vez que me hablabas de él, ¿qué ha pasado? ¿De verdad fue decisión tuya? Ya, entiendo que decidieras no seguir si te diste cuenta de que no estabas enamorado pero, aun así, es triste. Eres un romántico empedernido, igual que yo. Sé lo mucho que quieres estar con alguien. No me malinterpretes: no estoy diciendo que seas capaz de estar con cualquiera. Solo digo que mereces tener a alguien a tu lado. Mereces amar a alguien y que te corresponda porque eres maravilloso.
¿Pero cómo? ¿Estás seguro que quieres que te hable de mí? No hay novedad; otro fiasco, nada más. Pero, si insistes, te lo contaré.
Tendré que ser sincero y decirte que, a estas alturas, tenía un calentón importante. No me culpes; llevo meses a pan y agua y estaba un poco harto. Así que hice como todos esos tíos de los que me quejaba al principio y busqué a alguien dispuesto. Me gané algunos bloqueos, la verdad. ¡Quítate esa cara de susto! No le he mandado a nadie una foto de mi cosa, ¿estamos? Te lo juro, hombre.
Y, bueno, al final uno picó. ¿Qué cómo se llamaba? Pues ni me acuerdo, la verdad. Yo me fijé en que era guapo, mayor de edad y en que en su perfil ponía «versátil». Y o mentía en eso o no tiene ni puta idea de lo que significa esa palabra.
Me lo traje a casa, conversamos un poco y no tardamos mucho en ponernos al tema. Fue un desastre desde el primer momento, un desastre total y absoluto. Sí, vale, dos pasivos no somos incompatibles en la cama. Hay más cosas que podemos hacer aparte de meterla pero ¿ese tío? Ese tío era la definición exacta y literal de la palabra. Vamos, que se limitó a tumbarse y dejarse hacer.
Ahí estaba yo, encargándome de todo mientras el chaval gemía que parecía un actor porno. La situación me pareció tan absurda y tan incómoda que, tío, me dio un gatillazo. ¡Deja de reírte! Esto es muy serio. Funciono, ¿vale? Estoy completamente sano y tengo fuerzas de sobra pero la situación era tan... ridícula. Imagínate: yo ahí, dale que te pego y el otro sin mover un dedo. Yo sin ponerme a tono y cada vez con menos ganas porque el chaval parecía un puto gorrino en el matadero. Empecé a darle vueltas a la cabeza; la imagen de un cerdo desangrándose le quita a cualquiera las ganas de follar, ¿sabes? Y luego pensé que qué hacía yo con ese tío, como si no hubiera alternativas. Aunque ninguna fuera tan buena como... Bueno, no importa. Tenía dos opciones: o aprovechar que solo se dejaba hacer, seguir hasta que se corriera y echarlo a patadas con mi orgullo intacto o admitir mis vergüenzas y salir lo más airoso posible.
Al final, elegí la segunda opción. Ahora hay un tío que piensa que soy impotente y que, seguramente, se habrá reído a mi costa durante unos días, pero al menos yo no le hice una paja a un desconocido sin obtener nada a cambio. Es lo que hay.
Y como sigas riéndote, te juro que te parto la cara.
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RomanceEn estos tiempos todo se hace en red. Quedar con los amigos, buscar trabajo, hacer la compra... incluso ligar. Tú insististe en que me modernizara, me convenciste de instalar aquella aplicación para conocer gente compatible conmigo. Pero no funcionó...