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Por Ami Mercury
Tercera cita: el que no sale del armario
Estoy un poco triste.
Después de dos intentos fallidos y porque eres más pesado que un kilo de churros a media noche, decidí darle al Minder una oportunidad en serio. Es que te veo tan feliz con tu Marcos que siento un poco de envidia. Eres un tío cojonudo, guapo y divertido. Si a ti no te han salido mil esperpentos como aquellos es porque hay gente decente en la app. Eso supuse y creí que llegó mi momento.
Martín. Mayor, de unos cuarenta y largos, con algunas canas la mar de sexys en las sienes, ojos azules y voz profunda. El típico madurito interesante. Educado, además, y con pinta de tener pasta.
Esta vez decidí no perder el tiempo en el chat y en un par de días ya habíamos quedado para un brunch. ¿Que qué demonios es eso? No lo tengo muy claro; él lo sugirió y yo, por no parecer un cateto, dije que sí. Al final consistió en irnos a un Starry Mugs y pedirnos unos cafés y unos bocadillos raros. A ver, yo prefiero el bar de Paco de toda la vida, un pincho de tortilla y un refresco de cola pero te mentiría si te dijera que Martín no me pareció absolutamente sofisticado e interesante con eso del brunch.
La cita fue bien. Ni una sola frase con segundas y ni una sola mirada al móvil. Habló él casi todo el tiempo porque, te soy sincero, me sentía un poco inferior. ¡Es que era tan culto y educado!
No me eches la bronca. Está claro que no soy ningún ignorante ni tampoco un grosero, pero si le hubieras conocido me entenderías. Tenía esa presencia que llena una habitación y hace que los demás nos sintamos deslumbrados por su presencia. Estaba claro que no iba a dejarle escapar.
Recordé tus palabras: «No esperes enamorarte a primera vista porque eso ni existe ni es fiable». Es algo que yo mismo tenía muy claro desde el principio pero, por alguna razón, pensé en ti ese día. No me iba a enamorar de Martín por mucho que, en ese momento, me pareciera el hombre perfecto pero el amor podría llegar con el tiempo. «Continuar es asunto de elección», leí una vez por ahí. Y yo elegí continuar.
Menudo jarro de agua fría.
Solo me acerqué un poco. Íbamos a despedirnos después de intercambiarnos los teléfonos, yo ya había decidido dejar la intimidad para la segunda cita porque le quería conocer un poco mejor. Y entonces se apartó como si fuera a morderle. Tendrías que haberle visto la expresión: era de terror absoluto.
«Aquí no, Nacho». Ni que hubiera estado a punto de meterle la lengua hasta la campanilla, joder. Solo me quería despedir con dos besos pero al señor Perfecto le pareció demasiado gay.
Y por ahí no paso. Bastante me costó salir del armario en su día para tener que volver a meterme a la fuerza. No; yo no quiero una pareja de puertas para adentro y con horario restringido.
Así que ahora estoy un poco mustio porque tengo la peor de las suertes y no me apetece estar solo en San Valentín. No me lo tengas en cuenta: se me pasará.
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RomanceEn estos tiempos todo se hace en red. Quedar con los amigos, buscar trabajo, hacer la compra... incluso ligar. Tú insististe en que me modernizara, me convenciste de instalar aquella aplicación para conocer gente compatible conmigo. Pero no funcionó...