El vigésimo segundo día.

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El vigésimo segundo día quise comprobar mi teoría de que me seguías queriendo lo suficiente como para no serme infiel en ningún sentido. Quería despejar mis dudas de alguna forma.

Pero cuando te mencioné que me gustaba usar lencería roja gritaste que el color rojo se vería lindo en cualquier tipo de ropa que usara y luego saliste corriendo nervioso con la excusa de que olvidaste alimentar a tu roca. Me diste ternura ese día.

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