Capítulo 3

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Lord Patrick, estaba sentado en su casa de solteros en Mayfire cuando alguien llamó a su puerta y su ayuda de cama, Hank, fue a atender. Había sido un viaje algo extenuante, no por su duración o por los caminos, sino que en menos de una semana, estaría rumbo a Francia con el amor de su vida y los nervios los tenía alterados.

Como ya le había adelantado Mark, las negociaciones para firmar el trato de paz que daba punto final a la guerra de Crimea estaba casi ya listas y solo era cuestión de pequeños detalles. La guerra al fin llegaba a su fin. Hank entró en el salón donde él estaba tomando un café de media mañana mientras se entretenía leyendo el periódico y al sentir su presencia, levantó la mirada al darse cuenta de que él se había quedado casi petrificado en la puerta mirándolo con una extraña expresión en su rostro.

— ¿Qué sucede...? —Preguntó mientras la sonrisa se le iba desapareciendo del rostro y un terrible mal presentimiento se acentuaba en su pecho.

Vio movimiento detrás de su ayuda de cama y pudo ver a su viejo amigo de la infancia y casi hermano, Gregory quien lo miraba muy serio. Junto a él y Mark habían formado un trío a tener en cuenta en el internado al que habían asistido.

—Mi lord...

—Deja Hank, yo le doy la carta y le explico todo —habló su amigo con una voz peculiarmente seria. Algo que hizo que todas sus alarmas sonaran ya que Gregory no tenía ni un gramo de seriedad en él.

La cara del hombre mayor solo asintió y salió del salón como si alguien hubiera ofendido a su madre. Patrick no comprendía que sucedía y algo le impedía tan siquiera preguntar nada. Su amigo entró al salón y se sentaba a su lado con una inquietante lentitud que lo estaba matando, empeorando al ver que le quitaba el periódico y lo miraba con una expresión que solo lo había visto una vez en su vida y eso no era nada bueno.

El siempre distendido y alegre Gregory era un libertino de primera y siempre hacía bromas. Nada se tomaba en serio en la vida, salvo que su padre no le depositara en su cuenta su mensualidad y aun así se lo tomaba con exagerada tranquilidad. La única vez en su vida que le había visto esa misma expresión fue cuando su querida abuela materna había fallecido.

—Bendito Dios, Gregory que sucede... —soltó las palabras con un tembloroso respiro.

—Patrick. Sé que tus asuntos personales son eso, personales, pero la ocasión amerita en que deje de lado la buena costumbre que tengo en no meterme en asuntos que no me importan para traerte una noticia que sé que será tu fin.

Patrick se levantó de su asiento demasiado aturdido como para seguir sentado, si había alguna mala noticia él quería recibirla de pie y hacerle frente. Hubiera querido que Mark estuviera ya ahí, así podría apoyarse en el amor de su vida, pero él no viajaría sino hasta dentro de tres días.

—No me digas que mi tía Catalina... Le dije que no viajara, ella ya no está para esos trotes de estar viajando de un lado a otro...

—No es ella —cortó Gregory acomodándose en el sillón mientras lo miraban intensamente—. Quiero que sepas que puedes contar conmigo para lo que, sea amigo mío y que estaré para ti siempre.

—Dios santo, Gregory, habla...

—Es Mark... sufrió un terrible accidente y bueno, mi amigo, siento mucho tener que decírtelo, pero él... no pudo salir airoso de aquello y lo perdimos, amigo... lo perdimos...

Si Gregory dijo algo más, Patrick no lo supo bien.

Todo en su mente y en su visión se nubló, se sintió en un espiral descendente el cual lo tragaba mientras palabras sueltas danzaban en su mente: adelanto de viaje, accidente, carruaje, muerto...

No supo qué sucedía sino hasta que su vista se despejó y sus oídos dejaron de pitar. Gregory lo estaba abrazando fuerte, mientras su ayuda de cama le frotaba la espalda y ambos le hablaban palabras incoherentes. Patrick, se dio cuenta de que estaba gritando con todas las fuerzas de su corazón quebrado, para finalmente quedar laxo en brazos de su amigo como si fuera un muñeco roto.

Mucho después se enteraría de que Gregory y Hank lo habían llevado a su habitación y le habían quitado la ropa, para dejarlo en ropa interior y meterlo dentro de las sábanas. No pasó ni una hora y una fiebre atroz atacó su cuerpo haciendo que le dieran escalofríos que le hacía tiritar los dientes y sufrió fuertes delirios debido a la calentura que estaba amenazando en derretir su cerebro.

Entraba y salía de la inconsciencia. No entendía lo que hablaban o decían a su alrededor, tenía los ojos abiertos, pero no distinguía nada ni a nadie. Solo quería ir donde estaba él porque no soportaba la vida sin su amado.

Mark había muerto y Patrick pronto se reuniría a él.

Amor míoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora