Promesas imposibles

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Recuerdo una mañana hace ya nueve años a una niña de primer grado sentada en casa de sus padres. Mientras su madre la peinaba con amor, de la nada se escucharon unos gritos provenientes de la calle. En las afueras de la seguridad de su hogar, el ambiente estaba sumiso en ira y tristeza.
Todos los días se reportaban asesinatos o intentos de ellos. Una crisis convirtió al lugar en el qué una niña indefensa debería criarse, en uno de desconfianza a todo, todo el tiempo.
Esta indefensa niña, tras ver la cara de sus padres aterrorizados del inseguro futuro que le esperaba a esta pequeña familia, les prometió una cosa
- Yo nunca voy a convertirme en eso
La niña de la que felicidad, amor y bondad rebosaban de sus espíritu miro a sus padres, los abrazo y continuo:
- Les prometo que nunca voy a dejar de amarlos y abrazarlos todo el tiempo! Siempre voy a ser pequeña
Tras este inocente comentario, ella les dio un beso a ambos y, sabiendo con tan solo 6 años qué acababa intercambiar una parte de su libertad por la felicidad de sus seres queridas.
Los padres se intercambiaron una sonrisa y luego Tobías; el padre, le respondió a su inocente Mía:
- Ojalá fuese así, pero cuando seas mayor cambiar y crecerás como lo hacen todos.
- Yo nunca voy a crecer, y siempre voy a ser una niña por ustedes - recalcó Mía.
Sus padres se miraron nuevamente su pequeña simplemente les demostró su cariño nuevamente y terminó de alistarse para ir al colegio.
Aunque esta promesa parecía muy posible a su tierna edad; sin saberlo, luego de un tiempo no muy lejano se encontraría en una situación que le impediría seguir con su promesa.

El tiempo pasó y se fue convirtiendo en una preadolescente hermosa y tan obediente y amorosa como se le era posible. Tenía ojos verdes; grandes y transparentes como si pudieras ver su alma a travez de ellos, cabello rubio y un poco ondulado que le llagaba hasta los hombros, dejándolos a los mismos descubiertos. Sus mejillas tenía un color rosado que contrastaba con su piel de un blanco que le sentaba muy bien. Sus labios eran ligeramente rojizos y aunque su sonrisa no era perfecta enviaba mensajes de felicidad hacia quien la recibía.
Al día siguiente esta chica cumpliría sus 13 años y aunque la crisis que afectaba el país seguía, Mía la empezaba a ver diferente. Ya no eran unos locos pelando por las calles, sino gente peleando por sus derechos. Humildes personas queriendo justicia que obtenían como repuesta del gobierno multas por "alterar el orden".
A los llamados "locos" o más común "marginados" Mía los empezaba a ver como peleadores por la justicia o incluso revolucionarios.
Esta crisis del país consistía en un problema económico que beneficiaba más a los ricos y perjudicaba a aquellos de bajos recursos (la mayoría). Mía; muy agradecida por encontrarse en la minoría, llevaba un estilo de vida bastante cómodo en cierto sentido: vivía en una casa grande, iba a una escuela con gran prestigio en la ciudad y era malcriada de vez en cuando por su familia, ya que era la más pequeña.

La niña que una vez prometió nunca causarles sufrimiento a sus padres fue cometiendo cada vez más faltas a esa promesa. Pero esto se vio realmente mientras estrenaba sus 13 años cuando recibió su primera invitación a una fiesta.

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⏰ Última actualización: Feb 15, 2019 ⏰

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