Comienzo cada día sumergido en la penumbra, buscando un destello de luz que guíe mis pasos, una forma de superar lo aparentemente imposible y de ignorar lo obviamente ineludible. Así intento romper el ciclo del destino que parece condenarme con su susurro nocturno.
Me hallo atrapado en un momento sin tiempo, sin salida visible hacia un futuro que me permita escapar del peso del pasado. La indiferencia del destino me envuelve, y me pregunto si no serán los fantasmas de ayer los que me siguen, atrapándome para torturarme en un ciclo sin fin.
Luchar contra esto consume cada segundo de mi existencia; me esfuerzo por alejarme, aunque paradójicamente, parece acercarme más a mi propia redención. Es una ironía que huir me haga adaptarme, que en la huida encuentre la forma de reinventarme. Porque sí, ninguna transformación es sencilla; requiere sacrificios, renuncias personales para hallar la salida de este laberinto.
Y justo en ese limbo entre la desesperanza y el umbral de la gloria, aparece ella. Su cabello, una cascada de rizos dorados bailando al viento, coronado por un halo de luz que parece dotarla de una esencia celestial. Mi mirada se fija, olvidando por un momento todas mis tribulaciones, quedando cautivado por su inusitada belleza...
¿Es posible que ella haya notado mi presencia?
Tales interrogantes invaden mi mente mientras ella, con un movimiento suave, dirige su mirada hacia mí. Paralizado, me pierdo en la contemplación de su figura.
Intento desviar mi atención, pero su mera presencia hace vibrar el núcleo de mi ser. Ella irradia una dulzura, una ternura, una belleza inocente y deslumbrante, ajena completamente a su propio encanto. Me encuentro embelesado, absorbido por su aura pura.
Fue un momento efímero, un encuentro fugaz marcado por la distancia. Sin embargo, ese breve intercambio de miradas fue suficiente para encender una llama en mi interior, lanzándome a una realidad alternativa donde solo existimos ella y mi ferviente imaginación.
La certeza de que su imagen permanecerá eternamente grabada en mi memoria se afianza en mi ser. La visión de su rostro angelical, esculpido con la precisión divina, se convierte en un emblema perpetuo en mi mente, resurgiendo cada noche en mis sueños.
Al desaparecer su figura en el horizonte, maldigo la fugacidad de nuestro encuentro, la cruel brevedad impuesta por el destino que me concedió apenas unos instantes de éxtasis para después arrojarme de nuevo al abismo de la soledad.
Pero la brevedad de ese momento no disminuye su impacto; al contrario, demuestra que a veces unos pocos instantes bastan para componer una melodía desgarradora. En su mirada encontré el elixir más dulce, el secreto de la juventud eterna, el antídoto contra todo dolor.
Y así, con un impulso más fuerte que cualquier razonamiento, decido dedicar mi vida a una misión divina: encontrar a esa musa celestial y ganarme su corazón, aun si eso significa enfrentarme a los más grandes desafíos. Porque cuando el amor de tal magnitud está en juego, ningún sacrificio es demasiado grande.
Con el recuerdo de ella alimentando mi esperanza, me prometo a mí mismo soñar con su imagen noche tras noche, hasta que el destino nos permita encontrarnos de nuevo. Y en ese momento, le rogaré que me permita ser su eterno admirador, su devoto trovador a través del tiempo y el espacio...
Así, en el breve instante de nuestro encuentro, ella hechizó mi alma para siempre, dejando una marca indeleble en mi existencia.
Aunque pasaron días y noches, solo podía deleitarme por breves instantes en la contemplación de esa belleza, esa luz que era ella. Una pureza tal, que parecía imposible de encontrar en este mundo desgastado y corrompido. La ausencia de su presencia se convirtió en un tormento insoportable, una sed que no podía ser saciada con meros recuerdos. Decidido, me propuse verla cada día y cada noche, permitiéndome sumergirme más tiempo en la belleza que significaba su existencia. Sin embargo, consciente de la delicadeza de este florecer emocional, sabía que debía moderar mi interés. Mostrarme demasiado evidente podría espantarla, crear un abismo entre nosotros antes incluso de poder acortar la distancia. Así, elegí la sutileza como mi aliado.
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Si, si eras tu.
Teen Fictionun joven común, con pequeños destellos de genialidad se abre camino a través del conocimiento, de las oportunidades para lograr una meta aparentemente imposible, pero con fuerza y determinación sabrá si es posible romper barreras ampliando sus límit...