Capítulo cero

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"Pégate ahí, pégate aquí que me gusta a mí.

Perrea, perrea, perrea.

Hasta abajo, lamiendo el suelo.

Mi perra lo menea así porque así me gusta a mí.

Mi perra, mi perra, mi perra".

—¡Oh por Dios! Lo respetara un poco más si supiera pronunciar la R. ¡Quiero irme de este lugar!

Valentina miraba a todos lados asqueada, las canciones del tal Brayan El Sicario no tenían fin, una era peor que la otra. Lo trágico del asunto es que todos estaban atados a aplaudir, bailar y sonreír. Brayan El Sicario tenía toda la pinta de hacerle honor a su nombre.

—¡Shu! Quita esa cara —susurró Alejandra—. Los matones no dejan de mirarnos.

—Lo que menos deseo es levantarme a los matones —protestó estresada.

—Y yo menos, pero... ¡quiero salir viva de aquí! ¡Oh no! ¡Vienen hacia acá!

—¡¿Qué?! —Valentina reviró para darse cuenta de lo evidente, un grupo nada agradable de delincuentes caminaban hacia ellas—. ¡Ay no!

—Tranquila, sonríe, sé amable. Tal vez si cooperamos nos dejen llegar con vida a casa.

—No permitiré que me violen. ¡Quiero irme de esta maldita fiesta!

***

Amanda estaba conteniendo las ganas de desfigurarle la cara a Erika con unos buenos golpes.

La Quijote estaba allá, siendo la princesa de su propia burbuja, mientras todo el resto estaba siendo acosado y oprimido por ese grupo de delincuentes.

Erika estaba sentada sobre las piernas de un desmayado Santiago que conservaba sus audífonos. Amanda apostaba a que Erika lo drogó, porque no había forma de que estuviera durmiendo con semejante estruendo. Acabaría con eso de una buena vez, no podía seguir permitiendo que su mejor amigo fuera el títere de La Quijote. Primero tenía que liberarse de aquella molestosa cuerda que la ataba a Anthony.

—¡Oye! ¿Qué haces? —cuestionó Anthony perplejo ante una Amanda que estaba restregándose contra él.

—Solo estoy bailando, cariño. ¿No te gusta la música?

"A la perra se lo meto, a la perra lo meneo, a la perra la nalgueo".

—Bueno... yo... No es que sea poeta, y me escucho a Arcangel, pero esto...

—¡Idiota! Solo baila y sígueme hasta la esquina.

Con un confundido Anthony llegaron hasta un lugar menos visible ante el resto.

—¡Tienes una navaja!

—Jamás salgo sin ella. Ahora desataremos esto —señaló los dos amarres que tenían en cada una de sus manos—, rescataremos a Santiago y nos vamos de aquí.

—Yo solo me iré de aquí, ya verás tú lo que haces con ese que está tan cucú como La Quijote.

Amanda no quiso indagar en el tema, comenzó a cortar cuando uno de los amigos del Brayan llegó hacia ellos. Anthony tragó saliva y ya estaba señalando a Amanda como la culpable de todo.

Antes de que él hombre pudiera hacerles nada, Amanda le dio un cabezazo haciendo que el hombre chocara estrepitosamente con una de las columnas oxidadas de ese galpón.

Un sonido chirriante se sobrepuso al de la estruendosa música. Debían correr por sus vidas.

***

¿Acaso ese tipo pensaba besarla?

Le importaba poco que Alejandra ya estuviera con la lengua de ese maleante limpiándole la garganta, ella no haría aquello.

Por sobrevivencia le dio una patada en la pierna, se dispuso a correr despavorida cuando un sonido hizo que mirara hacia el techo.

Dos horas antes. 

Unicornios, coronas y reguetón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora