La paz es una oportunidad para atacar

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Lo recuerdo casi todo, en las chispas del fuego veo detalles e imágenes, aquellos días que la guerra era inevitable y sabríamos que nunca cambiaría, también nos dimos cuenta del caos provocado por las bombas atómicas, aun así, veíamos con brillantez hacia el futuro, si podíamos crear un arma tan destructiva, asimismo, la posibilidad de hacer una herramienta que diera esperanzas y paz era igual de lograble.

Las cinco regiones decidieron crear pactos comerciales para dar lo que la otras no tenían, coexistir entre todas, los avances tecnológicos no fueron lo nuestro, así que se decidió comerciar nuestro poco petróleo con Estados Unidos a cambio de profesores  y conocimiento acerca de los nuevos avances científicos. Todos lo teníamos claro, con suerte nos darían unos pocos docentes y libros para invertir en nuevas tecnologías.

Poco después, en 1988, se realizó un plebiscito para terminar la junta militar en Chile, varios partidos políticos dieron su apoyo para volver a la democracia, panfletos por las calles, casi todos los días la radio hablaban acerca de esto, una buena pelea por quien ganaba, aun así, su esfuerzo no fue suficiente, dejando a Augusto Pinochet gobernando. Antes de esto, se realizó un atentado en su contra que resultó fallido. 

Este gobernante decidió dar un discurso dirigiéndose al país en celebración de los resultados. Fue en La Moneda, a sus espaldas, estaban los demás comandantes y el general director de carabineros, todos serios, con su uniforme, mirando al horizonte. Los que escuchábamos y veíamos delante de él, separados por una barrera de soldados y, creo, dos tanques, estaban inquietos y otros tranquilos. 

Se escuchaban susurros acerca de que el país se volvería parte del imperio yanqui, otros decían que Chile sería una gran potencia del mundo. Por mi parte, en ese momento me daba igual, arreglaba calles, el pavimento y esas cosas, un obrero, el pago no era muy bueno para los precios de ese momento, recuerdo que apenas podía pagar un alquiler y comer lo suficiente todos los días, pero tenía que aceptarlo, era bastante conformista, en todo caso, no era el único.

Empezó su discurso, decía cosas de que el país seguiría mejorando bajo su mando y esas cosas, aunque decidió tener, nuevamente, el mando supremo de la nación, pidió a quienes estaban a sus espaldas quienes estaban de acuerdo, alzarán su brazo derecho, sin dudarlo, lo hicieron de inmediato, se dibujó una sonrisa de satisfacción en su rostro y sucedió.

Gritos por todos lados, el polvo te cegaba con cada paso que daban todos, el disparo directo al pecho del dictador provocó una revuelta por el miedo, corrieron a sus hogares para proteger sus pertenencias, sin embargo, a las espaldas de los espectadores, un grupo de jóvenes armados salieron adelante, embistieron con mucha fuerza, empujando a todos a su paso, soldados de la armada del otro lado tomaron posiciones.

En ese momento, creí que los jóvenes luchaban por nosotros, pero no lo parecía, usaron a mucha gente inocente de ese lugar como cobertura. Recuerdo el olor a hierro oxidado y el plomo, ambos como una fragancia inolvidable, estaba completamente sordo y apenas veía por todo la tierra.

Mire hacia atrás y un soldado me golpeo con su arma. Al despertar, estaba dentro de un camión, junto con otros, algunos eran civiles como yo y otros terroristas, miedo y frustración. A mi izquierda había una joven en shock, mirando al suelo, perdida por completo, no pude quitar mi vista de su rostro, ¿volvió a vivir un episodio trashumante? Eso me pregunte.

Fin del viaje, los soldados nos ordenaron salir ordenadamente, entramos a un subterráneo, en medio de un bosque. En una fila, esperábamos con nuestras miradas hacia un muro de cemento. La joven de antes comenzó a susurrar: "mi abuelo, pasó por esto, nunca volvió, ni siquiera nos notificaron algo de el, simplemente desapareció... ahora, es mi turno, tal vez, pueda verlo otra vez".

Pensaba que era un mito, pero lo viví, nos hacían entrar uno por uno, hasta que me tocó, entre a una sala con una silla en el medio, me forzaron a sentarme en ella y me interrogaron.

—Nos dirás todo lo que sepas y, tal vez, tengas algo de suerte, hoy estoy de buen humor —dijo el uniformado frente a mi, con una sonrisa y sus ojos medio cerrados, muy fijos en mí.

—Vi el periódico acerca de la victoria del "Sí" un día antes, fue un día normal, trabajo como constructor de calles y caminos, el jefe nos dijo que es obligación asistir al discurso del gobernante —le dije, pues creí que era lo que quería, su sonrisa desapareció, su mirada se aflojo, como si hubiera dicho una mentira, cerró sus ojos, inhalo y exhalo con frustración, recibió unos papeles de unos soldados y me volvió a mirar con la misma mirada.

—Sabes lo que pasó, no tienes que hacerte el tonto conmigo, no me quites el poco buen humor que tenía... ¿Sr. González? —respondió, pronunciando mi apellido y con una cara de disgusto, a lo cual decidí continuar.

—Estaba en medio del discurso, escuchando, derrepente todo... no lo se, simplemente...

No pude continuar, me golpeó en el abdomen, me quitó el aire, seguido de un puñetazo en mi mentón, quede algo aturdido, apenas podía respirar, me tomó el mentón con la mano izquierda, ese moreno bien peinado, apenas era de mi tamaño, debía de medir un metro y sesenta centímetros. Me miraba con ira, respiraba muy rápido por su nariz, por otro lado, no tenía miedo, nunca tuve una gran vida, me crié en un orfanato por católicos. El tipo continuo:

—Te ves muy tranquilo —manifestó muy curioso.

—Sea el lugar que sea, la muerte solo me traerá paz, no tengo mucho que perder, no me relacione con nadie, Dios siempre con su eterna bondad me esperará —mencione, pues era muy católico en ese entonces. El interrogador, con una sonrisa recta y los ojos muy abiertos, me sorprendió cuando me apuñalo el ojo izquierdo, es por eso que no lo tengo, ja, ja. Me lo quito con el cuchillo.

—Después de atentar contra el Sr. Pinochet, sigues viéndote tranquilo —respondió rápidamente a lo que dije, sacudió su cuchillo y mi ojo cayó cerca de la puerta, no para de sangrar, veía solo la mitad, la otra se veía muy borrosa, grite muy fuerte, me retorcí en el suelo, en el poco espacio de esa habitación, me pateó y hasta de poder mirarlo, puso su pie derecho en mi pecho y pisaba con fuerza y apenas podía respirar, apenas viéndolo, alcanzaba a ver una sonrisa de satisfacción en su rostro.

Tenía la intención de continuar su tortura, se agacho y puso la punta de su cuchillo en mi pecho, donde palpitaba mi corazón, lo miré intranquilo y con miedo, pero no pudo hacer nada más, la habitación tembló, pensó que era un temblor, pero se escucharon explosiones y disparos. Salió de inmediato, yo me quedé mirando el tejado, me tranquilice un poco y me preguntaba si era mi fin.

Pasaron unos pocos minutos, me levante y mire por la puerta, ya no había nadie... vivo, solo unos cadáveres de soldados baleados. Corrí por un camino que tenía las marcas del camión en el que me fui, lo recuerdo y me siento como un estúpido por no tomar un arma, pero no creo que fuera capaz de disparar.

El camino parecía interminable, hasta que llegue a Macul, estaba en el parque, no había mucha gente, vi un pelotón patrullando, en ese momento me pregunté si debía pedirles ayuda o esconderme, podía ser un toque de queda por lo sucedido anteriormente. Luego, caí, no paraba de sangrar, apunto de desmayarme los soldados me vieron y me tomaron, pensé "aquí vamos de nuevo", creía que me torturarían nuevamente, hasta que perdí la conciencia.

Desperté, una habitación nueva, esta era más cómoda y amigable, al despertar, una persona estaba sentado al frente mío, un señor de edad con una bata blanca y un estetoscopio, un doctor, dijo que me llevaron ahí por que estamos siendo invadidos, no sabíamos de quien, me curó la herida del ojo, y la vendo incluso. Mencionó que debíamos estar hasta nuevo aviso, claro, solo pasaron unas horas para saber que estábamos siendo invadidos por los argentinos.

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⏰ Last updated: Jul 19, 2019 ⏰

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