17. Cuando Wendy creció

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Espero que queráis saber qué había sido de los demás chicos. Estaban esperando abajo para que Wendy tuviera tiempo de explicar lo que ocurría con ellos, y después de contar hasta quinientos subieron. Subieron por la escalera, porque pensaron que causaría mejor impresión. Se pusieron en fila ante la señora Darling, con los gorros en la mano y deseando no estar vestidos de piratas. No dijeron nada, pero sus ojos le suplicaban que se los quedase. Deberían haber mirado también al señor Darling, pero se olvidaron de él.

Por supuesto, la señora Darling dijo inmediatamente que se los quería quedar, pero el señor Darling estaba extrañamente deprimido y se dieron cuenta de que seis le parecía una cantidad bastante grande.

Le dijo a Wendy:

—Debo decir que las cosas no se hacen a medias —un comentario poco generoso que a los gemelos les pareció que iba por ellos.

El primer gemelo era el atrevido y preguntó, ruborizándose:

—¿Cree que seríamos demasiados, señor? Porque si es así nos podemos ir.

—¡Papá! —gritó Wendy, horrorizada, pero él seguía malhumorado. Sabía que se estaba comportando de manera indigna, pero no lo podía evitar.

—Podríamos dormir de dos en dos —dijo Avispado.

—Yo misma les corto el pelo siempre —dijo Wendy.

—¡George! —exclamó la señora Darling, dolida por ver a su amor haciendo gala de una conducta tan reprochable.

Entonces él se echó a llorar y salió a relucir la verdad. Estaba tan contento como ella de tenerlos, dijo, pero creía que deberían haber pedido su consentimiento además del de ella, en lugar de tratarlo como un cero a la izquierda en su propia casa.

—Yo no creo que sea un cero a la izquierda —exclamó Lelo al instante—. ¿Tú crees que es un cero a la izquierda, Rizos?

—No, no me lo parece. ¿A ti te parece un cero a la izquierda, Presuntuoso?

—Pues más bien no. Gemelo, ¿a ti qué te parece?

Resultó que a ninguno de ellos le parecía un cero a la izquierda y él se sintió absurdamente gratificado y dijo que encontraría sitio para todos ellos en el salón si cabían.

—Sí que cabremos, señor —le aseguraron.

—Pues entonces seguid al jefe —gritó alegremente—. Escuchad, no estoy seguro de que tengamos un salón, pero haremos como si lo tuviéramos y será lo mismo. ¡Adelante!

Se fue bailando por la casa y ellos gritaron: «¡Adelante!» y lo siguieron bailando, en busca del salón y no me acuerdo de si lo encontraron, pero en cualquier caso encontraron rincones y todos cupieron.

En cuanto a Peter, vio a Wendy una vez más antes de marcharse volando. No es que llegara a la ventana exactamente, pero la rozó al pasar, para que ella la abriera si quería y lo llamara. Eso fue lo que ella hizo.

—Hola, Wendy y adiós —dijo él.

—Ay, ¿te vas?

—Sí.

—¿No crees, Peter —dijo ella vacilando—, que te gustaría decirles algo a mis padres sobre una cuestión muy bonita?

—No.

—¿Sobre mí, Peter?

—No.

La señora Darling llegó a la ventana, pues por el momento estaba vigilando a Wendy estrechamente. Le dijo a Peter que había adoptado a todos los demás chicos y que le gustaría adoptarlo a él también.

Peter PanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora